Cuando Julio César se rebeló contra Pompeyo y los Optimates en la eterna Roma, iniciando con ella la guerra civil. Setonio es quien atribuye a éste la siguiente frase: «Alea iacta est, jaci» que significa literalmente: la suerte está echada, echadla. Eso mismo ha ocurrido con Venezuela tras la rebelión democrática del 6 de diciembre cuando, con mucho coraje y pese a todo lo que ya sabemos del sistema electoral venezolano, los venezolanos dieron la gran estocada a la narco revolución de Maduro-Cabello, pesadilla legada por la difunta pesadilla.
El 6 de diciembre fue un grito histórico de rebeldía, insistiré en ello. Ya nada volverá a ser igual a estos bochornosos y destructivos diecisiete años donde ha privado el miedo, la apatía cívica, la ilegalidad, la violencia y, sobre todo, la destrucción absoluta de la República de Venezuela, que tras doscientos años de aquel 5 de julio de 1811, derivó en un Estado fallido, forajido, disfrazado burdamente de democracia, pero cuyo proceder es totalitario.
Fue una rebeldía que se inició pero no ha concluido porque ella habrá de terminar el día en que sea echado del poder ilegitimo que detentan los destructores ya conocidos.
Al respecto, un mes después, apenas despertando el año 2016, los venezolanos habrán de participar en la toma de posesión de los 112 diputados electos y acreditados de la unidad nacional. Ni uno más, ni uno menos: 112. Aunque el Tribunal Supremo de Justicia haya decidido con mucha fanfarria y al margen de la Constitución Nacional de 1999 cosa contraria para así privar a las fuerzas democráticas de la mayoría de 2/3.
Esa mayoría de legisladores apenas representa, como así significa su cargo, la mayoría de la sociedad que está harta. ¿Harta de qué? Lo diré muy abreviado:
La sociedad venezolana está harta de oír a una presidente ilegitimo manejar el dinero público como si fuese su hacienda personal, decidiendo de acuerdo a sus anti principios cuándo, cómo y dónde distribuye el erario nacional. Arrogándose para sí el derecho exclusivo de decidir quién es venezolano o no. Estamos hartos de que Venezuela haya sido destruida sin que al menos hubiese un solo momento de sensatez que detuviera la tragedia. Nos hartamos de saber que somos un país violento, algo que no éramos. Hay 90 asesinatos por cada 100 mil habitantes, un récord histórico que hasta supera a países en guerra. Nos hartamos de que los niños, las mujeres y los hombres mueran en los hospitales porque no hay medicinas para atender sus enfermedades. Nos hartamos de perder la vida en colas de todo el día y todos los días para conseguir el poco alimento que queda en el país. Nos hartamos de la indiferencia de tantos venezolanos. Nos hartamos de oír, ver, escuchar tantos atropellos en nombre de una revolución, malnacida en los hechos golpistas del 4 de febrero. Nos hartamos que nos hayan arrebatado el país. Nos hartamos, al fin y al cabo, de ser el país error que definió magistralmente Leonardo Padrón.
Es por esto y por mil cosas más que no caben en estas líneas que debe privar la sensatez. Venezuela es una olla de presión que puede y va a estallar, conduciéndonos a todos por igual a un camino que muchas veces no tiene salida. Bueno, en realidad tampoco es que tenemos salida con el régimen que se apoderó de la Tierra de Gracia. La salida es sin duda que ellos sean echados.
El irresponsable llamado del régimen a tomar la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero con las hordas de colectivos y los pocos, muy pocos, engañados que siguen militando en aquellas filas y que, sin lugar a dudas, pueden catalogarse como traidores a la patria, debe y tiene que ser respondido con una gigantesca movilización, no sólo en Caracas sino en todo el país.
Venezuela, aunque pareciera, no está sola. Tiene a su propia gente que está decidida a ser libre y será libre. La sensatez al respecto nos convida a ese momento sin retorno. La MUD debe articular con urgencia los mecanismos para iniciar el proceso de la salida de Nicolás Maduro del poder que usurpó en 2013 y movilizar la calle. El régimen tiene que sentir la presión de esta mayoría harta a la cual me he referido. Igualmente, urge iniciar los trabajos preparatorios para la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, todo lo vamos a solucionar cambiando el modelo político y la estructura misma del Estado que, ahora, ha sido gangrenada por atroces hechos de corrupción.
Sensatez patria para terminar de convencernos que debemos hacer la primavera. Es el momento de salvar a Venezuela del abismo y retornar, al fin y para siempre, a la senda del progreso, de la justicia y de la libertad.
Los oficiales miembros de la Fuerza Armada Nacional que están consciente y vigilantes de cualquier intento de bañar al país con sangre por parte de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, deberán expresarse en el momento que así lo requieran los difíciles momentos que se avecinan. Basta ya de menguar, es el momento de actuar.
El 5 de enero de 2016 los venezolanos todos no vamos a entrar a la Asamblea Nacional, vamos es a entrar en la senda de la libertad. Conquistémosla pues con alegría y mucha firmeza. La suerte ha sido echada, adelante. A la calle este 5 de enero.
Fuerza y Fe Venezuela.