Crónica de un extranjero: Lo que no puedes olvidar si viajas a Venezuela

Crónica de un extranjero: Lo que no puedes olvidar si viajas a Venezuela

Foto: Miguel Gutiérrez para The New York Times
Una de las maletas de Nick con elementos básicos. La crisis económica de Venezuela, y una alta inflación, han generado escasez de productos de primera necesidad. Foto: Miguel Gutiérrez para The New York Times

Solía reírme cuando me contaban que los periodistas que se preparaban para ir a Caracas llevaban hasta sus propios desodorantes. Siempre pensé que eran muy quisquillosos.

Por: Nicholas Casey/New York Times

Hasta que llegó mi turno.





Traje Old Spice y, como necesitaba detergente, compré Tide. Al abrir una de mis maletas veo todos los artículos esenciales que me acompañan: dos botellas de spray nasal, tres pastas de dientes, un paquete de hilo dental, botellas de gel para la ducha, esponjas, papel higiénico y un frasco grande de ibuprofeno. Y dos botellas de whisky.

Si una selfie en el aeropuerto es el ritual para quienes abandonan Venezuela, una pasada por el supermercado para llenar la maleta con artículos de primera necesidad, es lo recomendado para quienes viajan a este país.

Foto: Miguel Gutiérrez para The New York Times
Nicholas Casey, el nuevo corresponsal de The New York Times para la región andina, en Caracas. Foto: Miguel Gutiérrez para The New York Times

Desde que la economía colapsó, algunas cosas simplemente no se venden aquí. Otras —como el papel higiénico— existen en el mercado negro, pero son difíciles de encontrar.

Mi amigo Girish Gupta ha estado viajando a Venezuela durante los últimos cinco años. Antes de mudarme le pregunté qué debía empacar, además de papel higiénico. Me respondió con un mensaje de texto que decía: “Medicinas. Material de primeros auxilios. Especias/ comida que te gusta. Kindle (los libros no son fáciles de conseguir acá), champús/ artículos de tocador y si te gusta algo específico…”.

Al igual que muchas personas, Girish trae suficientes provisiones para cada mes que pasa aquí. Luego hace viajes cortos a Colombia para volver a llenar sus alacenas. Pero en Venezuela, la mayoría de la gente no puede salir y tienen que conformarse con lo que pueden encontrar.

Fieles a la tradición venezolana, Willie Neuman, el corresponsal del New York Times que va de salida, y yo, su reemplazo, nos tomamos una selfie en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Maiquetía a mi llegada este lunes, 4 de enero del 2016.  Foto: Nick Casey/NYT
Fieles a la tradición venezolana, Willie Neuman, el corresponsal del New York Times que va de salida, y yo, su reemplazo, nos tomamos una selfie en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Maiquetía a mi llegada este lunes, 4 de enero del 2016. Foto: Nick Casey/NYT

Ese que está a la derecha soy yo, el nuevo corresponsal de The New York Times en Venezuela. A la izquierda aparecen los pies de Willie Neuman, a quien reemplazo como corresponsal en la región. Es nuestra primera foto juntos en el colorido piso del principal aeropuerto internacional del país.

Tomarse selfies de los pies mientras caminas por este aeropuerto se ha convertido en una moda. Pero a diferencia de mí, que acabo de llegar, para muchos venezolanos estas selfies son su última foto en el país — al menos por un tiempo.

La obra que decora el piso se llama “Cromointerferencia de color aditivo” y fue diseñada en la década de 1970 por Carlos Cruz-Diez, un famoso artista venezolano.

En la era de Instagram, una imagen tomada con un iPhone —por lo general de un solo zapato— se ha convertido en el rito de paso para los venezolanos que salen del país. Utilizan el hashtag #Maiquetia (el nombre del lugar donde está el aeropuerto) en su mensaje de despedida.

La emigración se ha convertido en una realidad para un gran número de jóvenes profesionales venezolanos, muchos de ellos de 30 y tantos años, como yo. Es difícil planificar el futuro en un país donde la economía se contrajo un 10% y la inflación alcanzó 159% el año pasado.

Venezuela depende casi exclusivamente de los ingresos del petróleo, por lo que el colapso de sus precios ha provocado gran escasez y pocas fuentes de trabajo. Sus reservas probadas de crudo son más grandes que las de Arabia Saudita y, sin embargo, la gente hace largas filas para comprar alimentos básicos como huevos y harina.

Así que quienes pueden hacerlo agarran sus maletas, se toman una selfie y buscan una vida mejor en el extranjero. Yo voy en la otra dirección.

Las luchas y los cambios políticos sucedidos en Caracas me han traído a este país, donde seré el nuevo corresponsal de la región andina. Estaré cubriendo Venezuela, junto con otros países hasta las fronteras de Bolivia.

Y Willie aún no se despide ni se toma su última selfie, me acompañará durante gran parte del mes y me enseñará cómo moverme en este nuevo destino.