Quienes representan a un gobierno, sea este socialista o democrático, que con dinero, producto del dolo, de transacciones fraudulentas e ilícitas, adquieren joyas lujosas y costosos trajes, se estuchan en ostentosos carros último modelo; compran fastuosos apartamentos y quintas, no solo en el país, sino en los lugares más preciados de otras naciones; pero además, usan la política y el doble discurso para esconder sus pérfidas intenciones, sus acciones corruptas y fraudulentas con el propósito de obtener logros nada ejemplares; que sin escrúpulos y desvergonzadamente, usan prácticas proselitistas que aplastan a la voluntad y la dignidad del pueblo, no son políticos ni socialistas ni demócratas. Estos calaveras son, sin duda y de manera absoluta, más que hipócritas, delincuentes. En la actualidad, es escandalosa la existencia de estos farsantes, en ejercicio de gobierno.
Contra esta mala praxis, el bien ha de triunfar y prevalecer, porque la ética previene, y esto, es bueno para el pueblo. La política es como el agua clara y bebible. Si se enturbia y no se trata con preceptos éticos ni con expresión de un servicio social compartido y digno, se convierte en un hecho punible. Si se usa para revanchismos o se enrarece con intenciones perversas y parciales, pierde su potabilidad e intención primaria de bien público, total, universal. Además, como el agua, nadie puede negarla ni prescindir de ella. Pues hacerlo, más que ignorante e infractor, se suma a la galería de la infamia de aquellos que desprecian a sus semejantes, en aberrante exclusión. Muchos de estos transgresores, difunden el concepto de antipolítica, como si desconocieran, que todo humano es un ser político.
El gran novelista Rómulo Gallegos, sabía de la actuación y el mal que originan los sociópatas en el poder. Además, como escritor, fue uno de los que más conoció el perfil y la idiosincrasia del venezolano. Por ello, y con acierto, no mató al personaje principal de su obra Doña Bárbara, que le dio fama internacional. En el culminante desenlace de esta novela, Doña Bárbara huye, se pierde en la inmensa llanura. De esta manera, Gallegos deja entrever, que cíclicamente este personaje depredador, puede retornar para “correr cercas” y apropiarse de lo que no es fruto de su esfuerzo y trabajo digno y, en revanchismo, vendrá a hacer de las suyas. Pero por gracia, el país ya descentralizó a Santos Luzardo. Este vínculo de justicia del venezolano, es la voluntad masiva, popular y crecida en la fe que depositó con el voto el pasado 6-D. Santos Luzardo, desde ya, ha de consolidarse en la recién estrenada Asamblea Nacional y luego extenderse, constitucionalmente, hacia todos los Poderes Públicos y demás instituciones del Estado. ¡Que nadie se deslinde de la civilización! ¡La barbarie siempre acecha! La barbarie es artificiosa, engañosa, amoral, recurrente. ¡Que a nadie lo atrape la indiferencia! ¡”Que nadie se duerma en los laureles”! La novela Doña Bárbara es una gran metáfora cargada de espléndidas metonimias o trasnominaciones. Los totalitarismos, se subsumen en personajes como Doña Bárbara. Por ello y mucho más, hay que salvar a Venezuela, hasta poder expresar, satisfactoriamente, como Rómulo Gallegos: “Marisela: rescatada de la barbarie por la virtud del amor y de la voluntad civilizadora.”
Víctor Vielma Molina/Educador/[email protected]