Gustavo Coronel: El culto a la personalidad no puede existir en democracia

Gustavo Coronel: El culto a la personalidad no puede existir en democracia

thumbnailgustavocoronel*** No pidamos perdón por haber hecho lo correcto

*** No le demos al régimen pie para creer que hemos errado

*** No validemos el culto a la personalidad de los chavistas





No hay nada que cuadre menos en un sistema realmente democrático que el culto a la personalidad. El uso saturante de la imagen del “líder” de turno es característico de los estados dictatoriales, generalmente crueles y despóticos. Se recuerda asociado con Hitler, con Mussolini, con Stalin, con los grandes carniceros de la historia.  Mao lo utilizó para llevar a China al desastre del Gran Salto hacia Adelante. En la región latinoamericana, Castro lo utilizó hasta el cansancio y su hermano lo sigue utilizando, aunque de manera un tanto más discreta. Lo utilizan déspotas de segunda categoría como Ortega en Nicaragua o el pobretón de Evo Morales, quien se disfraza de Hans Solo para buscar su relección indefinida.

El culto a la personalidad es cursi, es ridículo, es humillante para los ciudadanos, demuestra pequeñez y pobreza de espíritu.

Hoy el culto a la personalidad es utilizado groseramente por Maduro, Cabello y Padrino López para dar un gran salto, no el de Mao sino el del Tordito. Padrino López dice: quieren borrar de la memoria a un hombre que vino a tomar sus banderas, con un profundo humanismo, un hombre… enamorado de su pueblo, enamorado de su Fuerza Armada, con un concepto filosófico y un enfoque político de la dirección que debe llevar Venezuela para mayor equilibrio, mayor justicia, mayor equidad en la repartición de las riquezas. Yo les digo algo, con estas acciones de carácter fascista, por cierto, han ofendido el honor militar”. A Padrino le decimos: Ponga el retrato de Chávez en su casa, no donde no debe estar;  deje de adular su memoria por razones políticas cuando lo que hizo fue un desastre. ¿Quiere defender el honor militar? Combata el narcotráfico en la Fuerza Armada, investigue a los narco-generales, pare el contrabando de gasolina, rechace la militarización del gobierno, deje de hacer política barata. Compórtese dignamente.

Eso de tener que caminar por calles llenas de la efigie del sátrapa es un insulto al ciudadano. Eso de llegar al aeropuerto y ver la efigie gigantesca del traidor es una bofetada al ciudadano y al visitante por igual y ya indica que el país al cual se llega es un país de medio pelo, de lo que llamaban en Los Teques simiricuire. Me escribe un amigo diciendo: “La imagen del difunto en las páginas de los consulados resulta una verdadera pesadilla necrofilica”. Es el país del vergatario, de la ruta de la empanada, del ministerio de la agricultura urbana, de los gallineros verticales y la eliminación de la moneda a favor de la ficha regional, del cambio de hora incoherente, de los panes y los penes, de los libros y las libras. Es, en suma, el país del absurdo hecho realidad, un país de las maravillas donde los sobrinos del presidente trafican con menjurjes psicodélicos.  Un país donde el vicepresidente tiene la sonrisa del gato de Cheshire y donde el presidente habla como “Jabberwocky”: agiliscosos giroscaban los limazones, banerrando por las váparas lejanas….

El culto a la personalidad siempre ha tenido adoradores poco carismáticos. Stalin tenía su Nicolás, Ceausescu y Chávez tiene su Nicolás, Maduro. Ambos muy incoloros, se encargaban y se encargan de distribuir la imagen del Padrecito Stalin o del Padre Eterno Hugo Chávez por todos los rincones de Europa, el primero, o  por todos los rincones del Caribe, el segundo. El culto a la personalidad de Stalin lo demolió primero Jruschev, luego Gorbachov. Este culto público al difunto sátrapa deberá ser demolido por los demócratas venezolanos.

Erradicar del alma venezolana a las falsas deidades es  una batalla de la mayor importancia. La Nación necesita héroes verdaderos, no traidores o desequilibrados disfrazados de héroes por razones de conveniencia política. Necesita héroes ciudadanos que inspiren nuestro orgullo, no nuestro rechazo. Héroes son los sanitaristas venezolanos que eliminaron las grandes plagas del siglo XX, los deportistas venezolanos que han combinado destreza deportiva con buena ciudadanía, los artistas plásticos que han hecho relucir el nombre de nuestra patria en todo el mundo, nuestros músicos y los grandes presidentes formadores de ciudadanía, quienes se mezclaban sin temor y sin chalecos contra balas con la gente sencilla.

Pero ni siquiera esos héroes ciudadanos merecen idolatría, la cual es un sentimiento innoble.  Merecen nuestro agradecimiento y nuestro homenaje, merecen una estatua en alguna población venezolana, el nombre de una avenida, de un edificio, de un bello parque. Así lo desearían ellos. Les horrorizaría verse convertidos en instrumentos del embrutecimiento y del  fanatismo.