Se dice fácil, pero en un país tan desordenado y anárquico como el nuestro, las siete décadas de existencia de un partido como COPEI, son una verdadera proeza. Cuando lanzo la memoria hacia atrás, más allá de lo personalmente vivido, una extraña sensación de orgullo y satisfacción me invade. Aquel Comité de Organización Política Electoral Independiente, hijo legítimo de la Unión Nacional Estudiantil, UNE, y del partido efímero Acción Nacional, se convirtió en una de los pilares fundamentales del desarrollo democrático venezolano.
La Democracia Cristiana venezolana, los socialcristianos, fuimos ocupando espacios en esa inmensa legión de compatriotas que rechazaban el extremismo socialista en cualquiera de sus manifestaciones y, al mismo tiempo guardaban profundas reservas con la historia y el presente de Acción Democrática. Todos sabemos que lo que significó cada cual y lo que aún significan. Acercamientos, distancias y feroces enfrentamientos contribuyeron a que todos dieran lo mejor de sí, aunque desde perspectivas diferentes, para hacer de esta nación una república digna y democrática. Son tres posiciones que representan el pluralismo de una población que rechaza cualquier manifestación totalitaria.
Me inscribí en la Juventud Revolucionaria Copeyana en febrero de 1958. Estaba cumpliendo 15 años de edad. Desde entonces ha sido una lucha intensa, un trabajo emocionante y toda una vida llena de altas y bajas propias de la política, pero plena de satisfacciones. Nunca he sido desleal. Ni a los principios, ni a quienes han tenido la responsabilidad de representarlos con su ejemplo y consecuencia. Como yo son muchos que podrían decir lo mismo, hasta con mayor autoridad, pero también somos muchos los que sentimos tristeza y angustia con la situación en que se encuentra hoy el partido.
En estos momentos de crisis hay que dejar de lado ambiciones personales o de grupo, resentimientos y frustraciones. Volver a los principios fundamentales es la mejor medicina para todos. ¡Cuánto recuerdo en estos días al maestro Arístides Calvani y al IFEDC de nuestros años mozos! Aquellas lecciones sobre la Dignidad de la Persona Humana, la Perfectibilidad de la Sociedad Civil y la Justicia Social como instrumento para alcanzar el Bien Común son algunas de las cosas que jamás debemos olvidar. Dentro de ellas caben todas las tesis económicas y políticas sobre cualquier tema contemporáneo. Desde la libertad hasta la propiedad, desde el mercado hasta el estado, desde las relaciones internacionales hasta la municipalización de la vida pública, para citar ejemplos.
Copeyanos de Venezuela. La nación y el continente esperan por nuestra reacción. No hay tiempo que perder.
POR LA JUSTICIA SOCIAL EN UNA VENEZUELA MEJOR.