¡Qué bonito que en mi tierra,
se amanece ya cantando!.
Cuando se está lejos de la patria, cualquier detalle que se asemeje a la bandera tricolor, al olor del café recién molido o a la arepa por la mañana, nos da un felicidad parecida al que siente un bebe llorón cuando le dan el tetero. Estos días para mi han sido de angustia, satisfacción, nostalgia y orgullo. Seguir una a una las dos semanas que han transcurrido desde la instalación del nuevo parlamento, sus aconteceres, ha sido extenuante, pero caramba, mejor que ir a ver Star Wars el día del estreno.
Por 16 años, el abuso de poder, la chabacanería, el esnobismo y la falta de educación se habían apoderado de la mayoría de los escaños del hemiciclo. A gritos callaban verdades, apagaban el micrófono para menoscabar los derechos de todos los venezolanos y desde esa tribuna acusaron a ciudadanos inocentes –entre los que me cuento- de insólitos e increíbles supuestos delitos que jamás pudieron probar porque nunca existieron. Recuerdo que una de mis acusaciones ocurrió en el año 2009 cuando Cilia Flores, Presidente para aquel entonces de la Asamblea, me acusó de supuestamente estar tratando de desestabilizar al país, y ordenó una investigación en mi contra, por haber asistido jurídicamente junto a mis compañeros de Foro Penal, a los jóvenes que se encontraban en huelga de hambre frente a la OEA, pidiendo la libertad de los presos políticos. El show en aquel entonces lo montaron por la rabia que les dio el logro obtenido por quienes sacrificaron su salud, para obtener la libertad de Julio Rivas y otras personas injustamente presos por razones políticas.
Debo decir, que quitando el respaldo de mis compañeros de trabajo, del Colegio de Abogados, de periodistas que prácticamente vivieron con nosotros esos días, de algunos amigos y de mi familia, fueron pocos los políticos de oposición que se acercaron a nosotros los abogados para darnos un espaldarazo, después de las infundadas acusaciones que recibimos y de la investigación ordenada por la Asamblea. Habían sido días muy duros, 24 horas apostados en la calle, frente a la OEA, atajando susceptibilidades, entuertos, esposas, hijos, tíos, padres de todos esos muchachos que estaban en huelga de hambre y que crecía en número día a día. Ayudarlos a obtener sus objetivos y sacarlos con bien de esa manifestación pacífica y masiva fue nuestro reto. Hay un pequeño grupo de ex parlamentarios que me acompañaron esos días difíciles luego de la acusación, solidarios, sinceros y a los que siempre les estaré agradecida.
Pero el despotismo se pondría peor luego, transformando el parlamento venezolano en el sitio donde se le daba al Presidente el poder de legislar lo que quisiera, aunque fueran decretos inconstitucionales. A los diputados oficialistas esto no les importó, solo les interesaba demostrar su abnegación por Chávez y su sometimiento, eso era lo importante. Se transformó el edificio y sus alrededores en un Museo de exhibición de fotos del fallecido comandante, fotos con Bolívar, sin Bolívar, parado, sentado, de perfil, como si la presencia en fotos les hiciera recordar como surgieron y que los había llevado a sentarse en esos curules, algunos sin el mérito suficiente siquiera para aspirar a ellos. La Asamblea Nacional se convirtió también en la herramienta que otorgaba “inmunidad” para atropellar a los ciudadanos, para discriminar a las minorías e incluso para agredir físicamente a los colegas de la oposición, al mejor estilo gorilista, protegidos por ser “mayoría”. Arbitrariamente allanaron la inmunidad de María Corina Machado y la expulsaron del parlamento, descaradamente evitaron aceptar discutir temas “álgidos” para el gobierno como el narcotráfico, los grupos paramilitares armados protegidos del gobierno, los dólares entregados por CADIVI a empresas de maletín, y por supuesto, jamás pasó por la cabeza de la bancada oficialista, la interpelación de ministros ligados a las violaciones de DDHH que ocurrieron durante los años 2012 a 2014.
La Asamblea Nacional sirvió como tribuna del despotismo, dando muestras de lo que significa darle poder a quienes no van a trabajar por sus electores para mejorarles sus condiciones de vida, sino que necesitaban apoderarse de ese espacio para ejercer la hegemonía del poder por el poder.
Hoy quiero manifestar la gran alegría que me da escuchar en el Parlamento por primera vez después de 15 años, que el gobierno debe rendir cuentas a la nación por el desastre económico, el despilfarro del dinero público, el crecimiento de la pobreza extrema, la crisis terminal del sistema de salud, la violencia e inseguridad, pero sobre todo, el debate sobre el cese de la persecución política, la liberación de los venezolanos injustamente encarcelados, y la posibilidad de regresar a sus casas de los miles de exiliados políticos regados por el mundo. Los venezolanos votaron el 6 de Diciembre por un cambio en el modelo y curso del gobierno, demostrando que no son una masa amorfa e impensante a la que han querido convertir en súbditos, sino que a pesar del miedo que trataron de imponer, de las amenazas a las que fueron sometidos, se impuso la ciudadanía, la esperanza que tiene todo ser humano de aspirar a una vida mejor, diciéndole “no” al modelo caduco, corrupto y deficiente que han tratado de imponernos y que llevó a una próspera Venezuela, a la catástrofe económica y social que hoy vivimos.
Serán pues, días de palco. Donde las voces capaces y preparadas que hoy integran la nueva mayoría democrática del parlamento, contrastaran con quienes sólo abren la boca para amenazar y vociferar, porque son un “cascaron vacío”, sin modelo de país, y solo los acompañan sus ambiciones por el poder. La Venezuela democrática tiene voz.
“Se oye cantar un gallito
en el corral de la vecina
y ya saben los que duermen
que la aurora se aproxima”.
Conny Méndez.