Bajo la decadencia política actual, se imponen el nepotismo, el compadrazgo, los intereses arribistas y la arremetida de antivalores. Por esta vía se establece la amenaza, la segregación, el desprecio y la impunidad hasta dejar al garete delitos como el tráfico de influencias, el cohecho, la prevaricación administrativa, las negociaciones y actividades prohibidas a funcionarios y autoridades, los abusos en el ejercicio de funciones, la malversación de recursos públicos y el fraude a la Administración Pública. ¿Cuándo y cuál juez tomará el martillo, mazo o mallete para fallar, en buena lid y a favor, de las buenas costumbres?
El tráfico de influencias, puede encontrarse entre un particular y una autoridad, un particular y un funcionario, entre autoridades y funcionarios, entre gerentes privados y empleados, un particular y un empleado privado, etcétera. Todos, empujados por su carente formación ética, su mal concepto de amistad, de relación personal o de rol, que en trance delincuencial se sugieren, piden o presionan para conseguir favores para sí mismos o terceros. El colmo es, cuando estos “favores”, involucran a sus propios hijos. Y más asfixiante e intolerable es encontrar a jueces y magistrados, parcializados por intereses políticos y hundidos en estas arenas movedizas. Quien se desvincula de sus deberes, sin duda, desatiende derechos constitucionales. El ejercicio de la ciudadanía impide el delito propio y exige celo en el cumplimiento de las leyes por parte de particulares, autoridades y funcionarios. Quien propone delitos, es tan delincuente, como quien lo acepta. No en vano la poetisa mejicana, Sor Juana Inés de la Cruz, escribió: “¿… cuál es más de culpar, (…)” / el “que peca por la paga/ o el que paga por pecar?” ¿Será que esperan que el pueblo tome el mazo del juez?
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com