Era nuestro Papa, y lo despedimos como se merece. Lo mataron como a un perro pero aquí no lo olvidaremos”. A través del teléfono, Joel nos habla desde la cárcel de Isla Margarita (Venezuela). Joel es un preso especial por ser el ahijado de El Conejo, y a él se refiere con ese respeto que en su organización guardan a los superiores. El Conejo lo era todo en el Tren del Pacífico, como se conoce a su banda. En lugar de oración por El Conejo, muerto a la salida de una discoteca, en la cárcel de San Antonio sonaron salvas. Tiros. Y muchos.
Por Melisa Silva Franco
Un centenar de reclusos trepó hasta el techo del penal de Isla Margarita para hacer disparos al aire, una tradición entre delincuentes para despedir a algún compañero de faena. Las ráfagas resonaron durante más de cinco minutos, y algunos presos colgaron los videos grabados con sus móviles en las redes sociales, así lo reseña EL MUNDO.
Luis Vicente Morales, exmilitar y actual jefe de seguridad de una cadena de supermercados en Venezuela, identificó las armas usadas en este homenaje, promocionado por reclusos y familiares con toda la impunidad. El experto no titubea al confirmar que no son armas corrientes, sino un verdadero arsenal de guerra, cuyo uso sólo se autoriza a militares o agentes de inteligencia. Entre el arsenal, fusiles M-16, Kaláshnikov, FAL y Glock 19.
No empezó en la cárcel la balada. Las calles principales de Porlamar, una de las ciudades de la turística Isla Margarita, colapsaron hasta tal punto que la Guardia Nacional desplegó un operativo de seguridad con más de 200 militares, el alcalde suspendió las clases en las escuelas y en muchos locales comerciales dieron el día libre a sus empleados. En medio del tenso clima, un féretro marrón adornado con flores pasó de mano en mano por una multitud que bebía ron a granel y entonaba las más de cinco canciones escritas para homenajear al difunto.
La pasada semana, el cortejo fúnebre se alargó durante ocho horas, convirtiéndose en el evento más comentado por las redes sociales en el país, con más de 500.000 menciones y 15.000 fotografías y vídeos. A la ola de atracos, confirmada por la policía, se sumó la muerte de un motorista tras recibir tres disparos por cometer la osadía de gritar: “¡Qué bueno que te mataron, pedazo de rata!”.
No se trataba de ningún político, cantante de moda, reina de belleza o religioso. El último adiós era para Teófilo Rodríguez, alias El Conejo, un ex líder en la cárcel de San Antonio, donde vivió como jefe supremo entre los reclusos durante 12 años. “Era nuestro Papa, y lo despedimos como se merece…”, dice Joel para referirse al concierto de los M-16, AK-47, FAL y Glock 19 con el que los presos despidieron a su líder muerto.
“Comandantes por siempre”
Antes de subirse a los tejados de la cárcel, en una demostración de poderío, los amigos de El Conejo habían pintado en el patio central un mural de más de dos metros cuadrados. En él el ex líder aparece acompañado de Hugo Chávez. “Su comandante, así lo llamaba; por eso quisimos pintarlos a los dos junticos. Son nuestros comandantes por siempre“, sentencia Joel.
El Conejo era desde el año 2000 un fiel seguidor del presidente Chávez. De hecho, en el 2014 su nombre invadió los medios de comunicación tras fotografiarse con Iris Varela, la ministra de Asuntos Penitenciarios. Una imagen polémica ya que fue tomada en la habitación de El Conejo, mientras ambos permanecían sentados y abrazados en una cama matrimonial. La ministra no ha querido pronunciarse sobre esta escena pese a la insistencia de la prensa.
Hubo más jolgorio. Los internos organizaron una fiesta que se prolongó hasta el día siguiente, y en la que pusieron los temas musicales preferidos de El Conejo durante su vida de recluso. La bachata, la cumbia y la salsa resonaron sin pausa. La fiesta se hizo en la discoteca que el delincuente construyó dentro del penal, “porque le gustaba la rumba buena y sobre todo las apuestas en las peleas de gallos, eso sí, con billetes gordos”, matiza Joel, entre risas. A esta discoteca tenía acceso el público en general durante los fines de semana. Hizo más.
Ordenó construir en 2012 una pasarela que conectaba la puerta principal de la cárcel con este peculiar centro de ocio penitenciario. El argumento de la dirección del penal para aprobar esta obra fue que la nueva infraestructura evitaría a familiares y amigos pasar por otras áreas de la prisión.
Joel asegura que El Conejo continuó visitando algún sábado esta discoteca carcelaria, porque, a pesar de que su afán de fiesta se había multiplicado tras su libertad, este hombre de 40 años seguía extrañando a quienes consideraba sus hijos.
La madrugada del pasado sábado fue para él la última. Optó por una discoteca en el centro de Porlamar, y tras bailar toda la noche decidió irse a casa. La muerte no se lo permitió. Cuando se trasladaba en coche escoltado por cuatro guardaespaldas, fueron interceptados. Más de 10 hombres empezaron a disparar durante varios minutos. De los más de 70 impactos de bala, cinco de ellos, en cuello y abdomen, resultaron letales para Teófilo. Sus acompañantes aún se debaten entre la vida y la muerte, mientras la Policía sigue manejando la hipótesis de un ajuste de cuentas relacionado con el tráfico de drogas.
“Pendiente con lo que escribes, no busques culebras, no mientas, el Papa era un hombre que hizo mucho bien a esta cárcel, por eso todo este dolor, este homenaje”, amenaza Joel. Para este joven, quien coincidió con él durante tres años en San Antonio, El Conejo siempre fue un hombre preocupado por frenar la violencia y por ser justo con los asuntos de los presos. Los recuerdos de justicia que Joel conserva de su padrino evocan que salvó a más de un preso por robar o asesinar a un motorista que llegaba por primera vez a la cárcel, y que también daba segundas oportunidades a quienes le debían dinero.
Castigo: cortarle la mano
“Los motorizados son de los nuestros: el que mate a uno de ellos o le robe la moto, aquí la tiene jurada. El Papa perdonó a muchos, pero si caían una segunda vez por ese delito, les aplicaba un Pedro Moreno”.
Joel se va sintiendo cómodo con los recuerdos y comienza a revelar datos claves del sistema que funciona en la cárcel. Un Pedro Moreno, explica, es una sentencia que dicta el pran (jefe carcelario) a quienes caen presos por delitos de violación, robo (específicamente de motocicletas) u homicidio a motoristas. Cada lunes, el pran se reúne con sus hombres de confianza en un evento que llaman lunes de Warner. Escuchan al acusado y deciden cuál será su destino. En caso de ser sentenciado, el pran ordena cortar la mano, a la altura de la muñeca, al culpable.
Durante casi una década, El Conejo lideró estos juicios. Ya en libertad, quiso trasladar sus dotes de líder al terreno político. Pero no llegó a tiempo. El nombre de Teófilo Rodríguez ya no se leerá -como confesó que soñaba- en la cartera del Ministerio de Asuntos Penitenciarios, junto a Iris Varela, a la que consideraba una amiga y maestra.
[El día que los presos se encaramaron a los tejados armados hasta los dientes, los custodios y militares del centro penitenciario aguardaron con cautela, casi paralizados, y con el uniforme de emergencias a tiro. Ellos llevaban metralletas de menor calibre. Hasta el momento continúan inmóviles, no han entrado a los calabozos para realizar las requisas de rigor a los seguidores de El Conejo]