que inadvertidamente borré me dio el material para lo que me propongo
trabajar en estos párrafos. Lamento que mi descuido me impida hoy
referirme textualmente a lo expresado por Krause; y espero que mi versión
no desvirtúe lo que él expresó, aunque siempre todo lector añade su propia
subjetividad cuando comenta.
El grito solidario de Krause en relación con lo que ocurre en Venezuela
y su llamado a la comunidad internacional, tan presta para la condena de los
regímenes dictatoriales en Iberoamérica; y tan renuente al menos para tomar
distancia con idénticos o peores regímenes que adoptan el calificativo
“revolucionario”, compromete mi agradecimiento.
Que hoy, ya cumplidos 57 años de la llegada de Castro al poder en
Cuba, todavía se argumente que la causa de la miseria que vive el pueblo
cubano la origina “el embargo americano”, no solamente es falso ya que el
embargo no se aplica a Cuba, sino a los americanos para que no comercien
con ella, sino contradictorio puesto que el fin de la revolución es “acabar con
el imperio”, y no sería medio adecuado al fin comerciar con el enemigo.
Por una auténtica casualidad en los días del asueto de carnaval que
precedieron al artículo de Krause leía de George Orwell su prólogo a
“Rebelión en la Granja”, en el cual hace 73 años denunciaba en la
intelectualidad y en el funcionariado británico la misma actitud de
condescendencia para con el totalitarismo soviético, que se observa hoy en
los gobiernos democráticos con los regímenes “revolucionarios” como lo
denuncia Krause. Desde luego, en plena guerra mundial contra Hitler y el
nazismo, que la razón de estado de evitar roces con el aliado se priorizara
sobre la libertad de expresión, resulta entendible. ¿O no?
A mí no me resulta. Menos hoy que no hay guerra. ¿O sí la hay? La
guerra que enfrentamos tiene su campo de batalla en el lenguaje.
Revolucionario o reaccionario. Los términos se repiten machaconamente y
pareciera que quienes luchamos por la libertad y la democracia estamos más
preocupados porque no se nos llame reaccionarios que por defender la
libertad. Somos prisioneros de ese eufemismo extendido y que se llama a sí
mismo “políticamente correcto”. Nos enfrentamos a los esclavistas
modernos, quieren ponernos cadenas, no en los pies, sino en los labios.
Caracas, 11 de febrero de 2016