Se preguntarán ustedes ¿Cómo no quieren gobernar si durante 17 años han buscado atornillarse en el poder “como sea”? La respuesta es simple: No es lo mismo querer gobernar, que querer continuar controlando el poder. El madurismo no quiere gobernar, quiere seguir teniendo poder. En esta etapa de la llamada “revolución” ellos ven el control político como un tema de supervivencia y algunos cuando se juegan el pellejo son capaces de entregar hasta su madre con tal de salvarse.
No puedo asegurar que esto haya sido así desde el principio, no puedo decir que en los inicios mucha gente haya tenido intenciones nobles de renovación frente al profundo agotamiento institucional que vivía Venezuela. De lo que si estoy seguro es que había alguien que lo tenía todo claro desde siempre, un hombre que sabía muy bien que la única forma de perpetuarse en el poder era corrompiendo a su entorno, porque cuando usted corrompe o permite que los demás lo hagan, suplanta la cadena de solidaridades por una cadena de complicidades.
A partir de este momento es cuando la continuidad del proyecto político se convierte en un asunto de vida o muerte, cada quien cuida lo suyo, pero al final la tranquilidad propia depende de la permanencia del sistema como un todo. Al mejor estilo de las mafias, si cae uno, caen todos.
Aquí no valen lineamientos ideológicos, si es que alguna vez los hubo, el pueblo pasa a un segundo plano, muchas medidas se dejan de tomar y las que se toman se orientan al control político y policial de los factores que pueden impulsar el cambio. Todo lo demás es accesorio. Mucha gente entrará en desesperación y se preguntará por qué tanta indolencia, por qué tanta inacción frente a las dificultades. Lo que hay que tener claro es que en estas etapas de decadencia estas elites corrompidas no buscan salvar países, sino salvarse a sí mismas.
Resulta urgente que entendamos que la camarilla enquistada en Miraflores hace mucho le dejó de importar la crisis y los dramas de los venezolanos. Su objetivo hoy es claro: controlar el poder para garantizar impunidad.
Contrario a lo que afirman en sus discursos no tienen vocación suicida, no entregarían la vida por otra cosa que no sea sus fortunas, eso de decir “yo daría mi vida por la patria” es puro romanticismo, quizás se refieren es a la plata.
La mayoría de los gobernantes aspira salir del poder por la puerta grande, el madurismo no quiere salir porque perderían la impunidad que hoy los protege. No quieren gobernar, por eso presionan una crisis política que los coloque en un contexto propicio para radicalizarse aun más y apoderarse de los espacios que han perdido.
El lado positivo de esta historia es que estas etapas se viven en la gran mayoría de las transiciones, llegado el momento, muchos desde adentro comienzan a negociar, establecen puentes de comunicación con distintos sectores y con la sola intención de disminuir su carga abandonan el barco antes que se hunda.
Brian Fincheltub
@Brianfincheltub