Miles de personas enfrentaron la fría madrugada del colonial centro de Morelia para ver al papa Francisco, que llegó este martes al convulso estado mexicano de Michoacán donde el cártel pseudoreligioso de Los Caballeros Templarios aterrorizó por años a la población.
El papa se acercó a saludar a centenares de fieles que llegaron a darle la bienvenida en el aeropuerto de Morelia.
Unas dos mil personas llegaron hasta la plaza que enmarca la catedral de cantera rosa, en el centro de Morelia (oeste), tratando de reservar una lugar entre las hileras de sillas colocadas donde Francisco recibirá las llaves de la ciudad.
Antes de llegar a la plaza, el papa ofrecerá en una misa para sacerdotes, monjas y seminaristas, que lo esperaban con júbilo bajo una férrea vigilancia en un estadio, en una región en la que en 2013 un sacerdote llegó a tener que celebrar la eucaristía portando un chaleco antibalas.
Con amenazas que incluso han acabado en muertes, Michoacán es uno de los estados más peligrosos para los curas mexicanos, que no han escapado de la violencia de los cárteles de la droga.
Al iniciar su recorrido por México, el papa pidió a las autoridades brindar “seguridad efectiva” a sus ciudadanos.
Y, aunque Morelia queda lejos de la denominada Tierra Caliente, en 2008 fue víctima de la violencia del crimen organizado con un atentado sin parangón: dos granadas estallaron en la abarrotada plaza principal en los festejos de la Independencia dejando ocho muertos.
La misma plaza en la que la gente lo esperaba este martes y frente a la catedral del s. XVII que visitará el papa en la tarde.
“Tengo fe de que después de la visita del papa las cosas van a cambiar, que nos vamos a dar cuenta de que la violencia no es el camino”, dice José Rodríguez, un trabajador migrante que viajó para ver al papa desde Los Angeles, California (EEUU), y que asegura que después del granadazo él mismo dejó de venir a Morelia por miedo.
– “Justicia divina” –
En septiembre de 2006, Michoacán fue noticia cuando cinco cabezas humanas aparecieron rodando en un bar de Uruapan, en la subregión de Tierra Caliente, con un mensaje: “Esto es justicia divina”.
Lo firmaba el cártel de La Familia Michoacana, uno de los varios que han irrumpido en este estado clave para el narcotráfico y cuyo líder, Nazario Moreno “El Chayo”, aseguraba estar protegiendo a los michoacanos del sanguinario cártel Los Zetas.
La Familia creó una “biblia” mezcla de “denuncia social, autoayuda y pinceladas cristianas” donde se establecía que sus miembros, por ejemplo, no podían tomar alcohol ni drogas, recuerda Jaime Rivera, catedrático de la Universidad Michoacana.
Cuando el gobierno de Felipe Calderón dio erróneamente por muerto a “El Chayo” a finales de 2010, el cártel se reinventó en Los Caballeros Templarios, siguiendo su misticismo y usando como símbolo la cruz roja de las Cruzadas católicas de la época medieval.
Los Templarios construyeron altares y figuritas dedicadas al supuesto difunto capo, “San Nazario” (que acabó abatido en 2014), a quien veneraban con oraciones. “Defensor de los enfermos, San Nazario santo nuestro, siempre en ti yo me encomiendo”, decía uno de los rezos.
Pero, más allá de su discurso pseudoreligioso, el cártel extorsionaba, violaba, secuestraba y mataba a tantos vecinos de la productiva zona de Tierra Caliente, que centenares de campesinos se alzaron en armas en su contra a inicios de 2013.
Estos grupos de autodefensas, que acabaron siendo acusados de ser infiltrados por criminales, fueron desarmados por el gobierno y parte de ellos reconvertidos en fuerzas rurales, que ahora deberán depurarse e integrarse al mando único policial.
“Ojalá el gobierno haga bien su trabajo, que no tengamos que tomar las armas otra vez. Pero es difícil, hay autodefensas llenas de infiltrados de lo que queda de los Caballeros y no entendemos por qué el gobierno no los desarma”, comenta a la AFP Hipólito Mora, exlíder de una autodefensa rural.
– Curas bajo fuego –
Los curas también sufrieron el conflicto entre las autodefensas y Los Templarios en la capital de Tierra Caliente, Apatzingán.
El obispo de la ciudad, Miguel Patiño, tuvo que ser resguardado por las autoridades ante un supuesto ataque inminente del crimen organizado y el vicario y defensor de las milicias, el padre Gregorio López “Goyo”, daba misa con chaleco antibalas.
En México, 36 sacerdotes han sido asesinados desde el 2005 y Michoacán es uno de los estados más afectados, según el Centro Católico Multimedial.
Después de su visita a Morelia, el papa pondrá punto y final el miércoles a su gira de cinco días por México en la fronteriza Ciudad Juárez (norte). AFP