Se escuchan y se leen peticiones llamando al diálogo. Las más de ellas se originan en voces que pueden ser identificadas como de oposición, pero también las hay en esa agrupación heterogénea que se llama a sí misma “chavismo”.
Por absurdo que parezca el diálogo solo es posible dentro de la oposición. ¿Significa esto que no hay diálogo con el chavismo? No, muy por el contrario. No hay posibilidad de diálogo con el gobierno, pero paradójicamente los voceros de la oposición que llaman al diálogo, en su gran mayoría, quieren dialogar con el gobierno y no con el chavismo. El chavismo a su vez quiere dialogar con el gobierno, más bien quiere ser escuchado por éste; sin percibir que el gobierno no tiene interés alguno en oírlos, salvo en tiempo electoral y a medias.
¿No es posible, por lo tanto, que se concrete el diálogo? Para despejar esa incógnita debemos resolver otras dos. ¿Por qué y para qué se quiere dialogar?
¿Por qué? Porque quienes lo solicitan perciben que el país marcha a un despeñadero. En eso coinciden los opositores dialogantes, los no dialogantes y los chavistas que no son gobierno. El gobierno en cambio cree que el país marcha sobre ruedas y que las dificultades son circunstanciales producto de la guerra económica. Esto significa que cuando el gobierno habla de diálogo no pretende que éste se centre en la revisión del curso de la marcha, ni mucho menos en el para qué, que sería modificar el rumbo. El diálogo no es un mecanismo que permita encontrar soluciones, sino una salida, un escape de la situación, una distracción en términos militares.
Lo hemos vivido en dos oportunidades, cuando las mesas de diálogo patrocinadas por la OEA bajo la presidencia de Gaviria en los días del referendo revocatorio, que condujo no a la pacificación, sino al apaciguamiento; y hace dos años, cuando el movimiento que se llamó la salida hizo quedar al descubierto la condición dictatorial y totalitaria del régimen por la violencia desatada contra una población inerme, cuya acción más significativa “la guarimba” fue convertida por la propaganda oficial y el uso de los medios en una acción agresiva y destructora, cuando ella es sinónimo de guarida, de refugio, de lugar de amparo. Hasta los mismos refugios y contra ciudadanos inermes se desató la violencia y el gobierno consciente de la salvaje represión, ofreció dialogar como escape.
Caracas, 15 de febrero de 2016