El régimen chavista representado por un desubicado Nicolás Maduro se encuentra en la actualidad en su etapa terminal. La corrupción, la ineficiencia, su soberbia y el divorcio con la realidad venezolana le han separado del pueblo que pide hoy, incluso la minoría que lo respalda, su fin.
Nadie habla de golpe de estado, tampoco de ninguna otra salida no constitucional. Por el contrario, de una y otra parte se habla de salida democrática, pacífica y electoral; la renuncia, una de las posibilidades aunque para muchos, con razón, imposible. La oposición apuesta por varias soluciones, lo que es muy sano en democracia la que profesamos con honestidad. Al final, sin duda, habrá una propuesta, acordada por unanimidad, en respuesta a lo que exigimos todos los venezolanos.
Los unos y los otros, oficialistas y demócratas, plantean el cambio de rumbo del país, es decir, el fin de un aberrante sistema totalitario que viola de manera sistemática los derechos humanos y las libertades fundamentales y que insiste en imponer en el país un sistema económico en el que el ciudadano pierde su libertad para someterse a un Estado poderoso que todo dice resolver.
Hasta el 5 de Enero cuando se instala la Asamblea Nacional y se inicia un nuevo periodo legislativo, los únicos que tenían la verdad en la mano eran los oficialistas, las hordas de Diosdado Cabello, el capitán que una vez aspiró ser el sucesor del golpista eterno Hugo Chávez, pero que las circunstancias y el poder de La Habana impidieron y que durante 10 años decidió quién hablaba en las sesiones y sobre qué y cuánto tiempo tenia para hacerlo.
Los debates de la Asamblea eran transmitidos por el canal de la Asamblea, la despojada ANTV, hoy fuera de servicio gracias a las trampas y vagabunderías de los chavitas que la dirigían. Sólo mostraban al pueblo los discursos de los representantes del régimen, nunca las intervenciones de los diputados democráticos, entonces minoría.
Pero las cosas cambiaron y el acceder directo de los medios a la fuente legislativa se amplió y de allí que ahora todos tienen el derecho a asistir, seguir, transmitir y comentar los debates. Hoy los venezolanos podemos ver en directo, sin discriminación ni sesgo alguno, las sesiones de la Asamblea, lo que ha permitido, y eso es lo más importante, que el pueblo sepa quienes son sus representantes, unos, los oficialistas, improvisadores de oficio, ignorantes de los temas que se tratan, cargados de odio en sus intervenciones y otros, los demócratas, serios, moderados, constructivos.
Los debates muestran hoy la enorme diferencia entre unos y otros. El examen del Proyecto de Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional y sobre las medidas económicas mostraron la voluntad política, la forma de enfrentar los problemas, la insinceridad de los oficialistas y la sinceridad de los demócratas.
Las intervenciones de Jaua, Sanguino, Cabello y otros de la autollamada bancada de la patria, sobre los temas que más interesan al país, no hacen más que terminar de hundir al régimen de Maduro. Las mentiras sobre la realidad venezolana que todos conocemos, los insultos, las descalificaciones, la forma grosera de expresión en la Asamblea decepcionan cada vez más al venezolano, aún más a aquellos que una vez ingenuamente creyeron en las esperanzas que vendían los farsantes que desde 1998 se han dedicado a destruir al país, con toda seguridad como una política sistemática ordenada desde La Habana.
Pero la farsa terminó. Es simplemente irreversible. Los venezolanos sabemos hoy en donde estamos y que el teatro montado por los irresponsables todavía en el poder se cierra y no sólo acá en el país que sirvió de puente para algunos, sino en la región, en Bolivia hoy con la derrota de Evo Morales, ayer con la victoria aplastante de la sensatez en Argentina, con la elección de Macri, mañana con la sanción a Lula y a Rousseff por corruptos y más tarde de Rafael Correa el farsante que como Nicolás Maduro, persigue a los políticos opositores, cierra y castiga los medios independientes, viola todos los derechos humanos y también a Michelle Bachelet, rodeada de corrupción que se ha unido a la violencia de una ideología separada de aquella que una vez su padre y ella profesaron con sinceridad.
@CarmonaBorjas