El caso es que Maduro fue testigo de cómo su familia pudo salir de la pobreza con emprendimiento y trabajo, cosas que ahora parecen estar prohibidas bajo este modelo socialista basado en la repartición de una renta petrolera que al agotarse ha dejado a todo un país arruinado y a todo un pueblo en la indigencia. Y es que para empezar una máquina de coser Singer cuesta hoy en día veinte salarios mínimos juntos, mientras que el costo de un metro de tela es equivalente a una semana de trabajo formal. Algo similar pasaba con Chávez cuando hablaba con nostalgia de su niñez admitiendo que había sido un joven pobre pero feliz que vendía arañas en las calles. Sus padres, maestros rurales los dos, pudieron conseguirle oportunidades, primero en el deporte (Béisbol) y luego en la academia militar donde se formó logrando adquirir casa y carro para comenzar una familia. Otra historia patrocinada por el pasado democrático venezolano que ya es imposible repetir.
La realidad actual venezolana es realmente dramática y no tiene precedentes. El salario mínimo es de dos dólares diarios según la tasa oficial que se llamaba hasta hace poco Simadi y que ahora no sabemos si existe. Maduro destruyó el salario en Venezuela al punto que actualmente el bono de alimentación es superior al sueldo. Ese sí es un robo descarado de las prestaciones sociales de los trabajadores que han visto como el cestaticket dejó de ser un complemente para convertirse en una sustitución precaria de su salario. Ya no se pueden vender arañitas en las calles ni prosperar como costurera por culpa de la inseguridad, escasez y de la devaluación más grande jamás imaginada. En nuestro país no hay mayor opción que esperar que el Gobierno te regale algo en una campaña electoral para luego quitártelo si te portas mal. Es una especie de esclavitud moderna que hace que el cuento de la máquina de coser Singer se convierta en una añoranza de un pasado en el que un maestro como Aristóbulo podía cumplir sus sueños. No hay economía ni mucho menos Gobierno. Es normal que Maduro se sienta orgulloso de haber llegado a la presidencia de Venezuela siendo hijo de una costurera colombiana, pero debería tener la decencia de advertir que en su gobierno ni las madres ni los jóvenes cuentan con esas oportunidades e inspirarse en la máquina de coser de su madre para entender cuál es el modelo económico que sí funciona.
JOSÉ IGNACIO GUÉDEZ
Secretario General de La Causa R
Twitter: @chatoguedez