“Se ve, se oye, se siente, que se vaya el Presidente” es el inmenso sentir y clamor de un pueblo que está demostrando no estar dispuesto a seguir calándose, no solo su torpe manera de gobernar, sino tampoco el descaro de sus ladillosos y vacios discursos que pretende aplicarnos a los venezolanos para convencernos de que su presencia en el poder constituye la única garantía de salir de una crisis de la cual es uno de los principales responsables, como figura clave del nefasto régimen de Chávez y por la parte que le corresponde como Presidente durante los últimos tres años.
Porque no termina de entender el presidente Maduro que su “jarabe de lengua” con el que pretende salvar su propio pellejo, es una medicina que este paciente que somos todos los venezolanos ya no asimila porque su salud se encuentra casi en fase terminal, y la terapia que requiere solamente podrá arrojar un resultado que nos permita salir de este trance cuando él salga del “quirófano” en el que nos tiene recluido. Así de sencillo.
Que se vaya, al igual que se han ido algunos que han sido echados de la Asamblea Legislativa por el pueblo en ejercicio de uno de sus derechos constitucionales, como es el de la elección; o como los que se han ido con un puntapié marcado en su trasero, porque ha sido tan evidente el descaro de sus irregulares actuaciones, que ni siquiera dentro del Gabinete pudieron soportar su hedor; como se fue la presidenta Kirchner en Argentina o como se irá la presidenta del Brasil por su gran tufo a corrupción, y como ya está sentenciado Evo en Bolivia porque el pueblo le dijo ¿hasta cuándo? como le dirán también a Correa en el Ecuador, y le dirán cada uno de estos fantasmas que pretendieron encausar países de América Latina por senderos de ideologías caducas y fracasadas en el mundo verdaderamente desarrollado.
Un paso importante en este sentido ha sido el despojo del poder legislativo a uno de los personajes más funestos de la política venezolana de los últimos tiempos, como el capitán Diosado, a quien el pueblo se encargó de sacarle la silla para darle paso en el parlamento a una generación de diputados con los pies bien puestos sobre la tierra, dotados de inteligencia y preparación para reconstruir la democracia secuestrada por la camarilla que hoy se empeña en obstaculizar todo proceso que pueda conducir a torcer el rumbo de este desastre que hoy padecemos todos los venezolanos.
La lista de indeseables es muy larga e incluye a diversos actores de los poderes ilegalmente establecidos en instituciones fundamentales del Estado, y deberá ser una tarea muy ardua para este valiente grupo de legisladores que nos representan dignamente ante el parlamento y que, en su intento de devolverle a la institución el carácter y funciones que la Constitución de la República les confiere, se ven en la necesidad de enfrentar con las débiles armas que las leyes del país ponen en sus manos, a personeros aferrados a un poder que pretenden mantener utilizando las más bajas artimañas, incluyendo el uso de gente del pueblo engañada o subvencionada por el Estado para imponer el terror con acciones que generalmente llegan a alcanzar características vandálicas.
El acto protagonizado el pasado jueves en la sede del Palacio Legislativo, por el grupo del oficialismo que se planteó el saboteo de una sesión destinada a rescatar por vía legal terrenos productivos que por arte de las malas políticas de Chávez se volvieron improductivos, viene a representar una simple muestra del ritmo y tono que podrá adoptar el comportamiento gubernamental frente a cualquier acción del legislativo encaminada a resolver la crisis que hoy padece el país, simplemente porque el chavomadurismo dilapidó las divisas que permitían satisfacer necesidades básicas de una nación que, debemos reconocer, fue malacostumbrada a comprarlo todo en el exterior. Se trata esta, la que se expresa agresiva y groseramente sin ninguna acción de respuesta policial, de una conducta expresamente inducida por los principales dirigentes del PSUV: Maduro a través de sus abusivas cadenas de radio y televisión; Cabello desde su inmundo programa a través del único canal de televisión venezolana donde solo tiene cabida la gente del llamado chavismo; el “cocoliso” desde el parlamento con sus discursitos hipócritas y sin contenido; y seguida por pobres diablos políticos como el tal Torrealba, quien según lo ha descrito acertadamente el presidente de la Asamblea, “solo abre la boca para gritar”
Por eso, no nos cansaremos de repetir, que se vayan todos los que tienen que irse, comenzando por el principal responsable del desastre, Nicolás Maduro, y en ese empeño deberán insistir nuestros parlamentarios, aferrados a las vías constitucionales que lo permitan y llevando el mensaje, en lo interno a cada rincón del país, y en lo externo a todos los foros internacionales donde sea posible llegar para alertar al mundo sobre la gravedad de nuestro país como pueblo que aspira un mundo mejor para todos.
@JJMorenoA