Henry Ramos con 02% en las encuestas hasta diciembre de 2015, ahora, aparece entre los tres principales líderes del país. Se convierte así, por esos azares de la política, en presidenciable y, en el hombre del cual se habla, en las tortuosas colas a las cuales se somete a la Venezuela que, no termina de entrar en el Siglo XXI y, se queda, rezagada en lo peor del XX.
Se impone como presidente de la Asamblea Nacional, en una hora que, buena parte de la dirigencia reclama una nueva generación para hacerle frente a los abusos de los causahabientes del poder. No se ceba en su empeño y se sale con la suya, se convierte en jefe del parlamento y de la oposición, aunque esta ultima realidad aún no encuentre como sortearla.
Y así, se encuentra como el hombre que, tiene el amor de la mujer casada que, de día es de él, y por las noches se le escurre de las sabanas.
Hasta ahora, es el líder del país, no porque hubiese llamado a un marcha tumultuaria contra el gobierno de turno, sino por algo más trafico: su capacidad de hablar a grito herido y, como un predicador evangelista, exacerbar la creciente oposición del país a un demencia hecha gobierno que, exhibe al planeta, una devaluación acumulada de la moneda, el colapso del Tesoro Público y, sobre todo, el generalizado sentimiento de una sociedad convencida que, la democracia (o esta democracia) no sirve para darles de comer.
La medida tomada por Ramos Allup: desobedecer los fallos del TSJ, seguir legislando y,-lo que es más importante-, pedir la aplicación de la Carta Interamericana de la OEA, lo pone en franca rebelión.
Esa rebelión parece legitima.
Cocina ahora el TSJ, la posibilidad de acusar a esta directiva de la Asamblea Nacional de desobedecer la constitución y, en consecuencia, así tener el argumento para dictar una sentencia para destituirla habida cuenta que, no se somete a su arbitrio.
Esa intención tiene dos objetivos fundamentales, el más importante acabar con el señor Ramos Allup que, como hacía Chávez en su buenos tiempos, crea titulares a granel; y el segundo -no menos importante-, es hacerle un favor a ciertos opositores en ese Congreso que esperan su ascensión al trono, y esperan con un puñal la muerte política del señor Ramos .
No insistiré mucho en esto.
Cuando el señor Ramos Allup enfrenta al TSJ y, no asiste a la comparsa de la apertura del año judicial, está invocando sin decirlo el derecho a la rebelión.
Al igual que el derecho a la legitima defensa , el derecho a rebelión se puede ejercer cuando un cúmulo de hechos graves, plenamente comprobados atentan contra la libertad , las garantías constitucionales y el mismo sistema democrático.
El ejercicio del derecho a la rebelión -que, por cierto no es lo mismo que guarimbear-, se da cuando el poder abusa de sus atribuciones y, los ciudadanos se encuentran en un estado de indefensión, por cuanto, se agreden sus derechos más sagrados, precisamente por aquellos que deberían ampararlos.
Nuestra historia está llena de episodios donde gobiernos forajidos que, se convierten en Para Estados, se les derroca una vez que, a través de una manifiesto se le desconoce, como punto final a una serie de eventos en los que se ha ejercido la rebelión.
Así como quien mata a un ladrón no es un criminal, sino que ha actuado en legitima defensa, también quien, llama a la OEA ( lo mismo que decir que el gobierno es una autocracia), no es un vende patria, antes bien es un ciudadano cumpliendo el deber de exigir la restitución de las garantías civiles.
El primer paso de ha dado.
Salvo que, Venezuela sea una extraña excepción en el horizonte, las crisis como las que hoy se plantean en Venezuela -y que, puede agravarse si el TSJ y su Sala Constitucional intenta remover la directiva de la AN-, las resuelve la firma solemne del acta constitutiva de una Junta de Transición.
Horas o días antes se hace publico en una manifiesto las bases, atribuciones y propósitos y, deja claro el carácter provisional del gobierno de Transición, y su convocatoria de nuevas elecciones a través de un proceso constituyente.
Romulo Fernandez, un general leal hasta a la víspera a Pérez Jiménez, así como el periodista Ojeda de El Nacional y, tantos otros ayudaron al derrocamiento del dictador, pero quien cosechó fue, uno que, estaba en el exilio y que se presenta una semana después a la caída del dictador: Rómulo Betancourt.
En política todo lo que parece, no es. Aunque, claro está, al ritmo que va Venezuela, la democracia- y hacer elecciones- cuesta mucho real.
Leocenis García
Preso politico.