más importante a abordar en cualquier país es la educación, Venezuela sería otra. La educación ofrece las
herramientas necesarias para nuestra liberación como personas. Es, junto al trabajo, el mecanismo más
idóneo para que todos tengamos la oportunidad de progresar, de mejorar nuestra calidad de vida y de
cumplir con un fructífero tránsito vital.
No hay buena educación si nuestros niños pasan hambre y no consiguen en la escuela un buen programa de
alimentos. No hay buena educación si no tenemos una óptima infraestructura educativa que, además,
incorpore al aula y al plantel los avances científicos y tecnológicos. No hay buena educación si ésta no está
abierta a todas las corrientes de pensamiento que permitan al estudiante desarrollar un razonamiento
crítico que le ayude a construir libremente su personalidad. No hay buena educación si no contamos con
maestros bien formados, con el interés de aprender cada vez más contenidos y de mejorar la pedagogía,
con valores que se traduzcan en un comportamiento que sea ejemplo para quienes reciben sus clases, con
la actitud que da saberse un instrumento clave para la construcción del futuro del país. No hay buena
educación si nuestros maestros no están muy motivados, bien pagados, con todas sus necesidades
cubiertas, de manera que puedan salir de sus casas con la tranquilidad de dejar lo básico resuelto y con la
disposición de entregarse a su labor.
La realidad de la educación venezolana cada día se aparta más de esas aspiraciones que todos debemos
tener. La atención a los niños y jóvenes cada vez es más deficiente, la planta física y la inversión en nuevas
tecnologías es inexistente. La Ley Orgánica de Educación impone la ideologización que es anticonstitucional.
Al decir de Américo Gollo, “…en esa invasión a la libertad de consciencia y colonización de la conciencia a la
vez, la LOE desdibuja la cualidad científica y ética de la educación y la transforma en un medio e
instrumento de mero adoctrinamiento sectario.” Por otro lado, la falta de estímulos para el mejoramiento
académico y los sueldos de miseria que devengan nuestros docentes, cierran un círculo vicioso que mucho
daño le está haciendo a ese proceso educativo que sabemos todos prioritario, pero que en la práctica sólo
algunos le dan la importancia que merece.
En este momento los maestros levantan su voz de protesta por unas condiciones laborales que les son
completamente adversas. Varios estados del país están en paro o en situación de protesta activa. El
gobierno irresponsable que tenemos les ofrece migajas que se traga la inflación de 3 y posiblemente 4
dígitos que nos agobia. Hoy el sueldo de gran cantidad de maestros se equipara o es hasta menor que el
salario mínimo. Pongo un solo ejemplo: El docente tipo I cobra en la actualidad Bs. 11.835,86, por lo que
necesita más de un año de salario para adquirir la canasta básica de un mes que se calcula en Bs.
157.833,30. ¿De qué le sirve a ese maestro que el gobierno le ofrezca un aumento del 55% que se traducirá
en un salario de Bs. 18.345,63? Esa es una propuesta indignante e inaceptable por una dirigencia nacional
magisterial que está obligada a escuchar a sus bases y a dar una lucha frente a un gobierno debilitado en
apoyo popular, al que debemos hacerle un referendo revocatorio para darle a Venezuela la oportunidad de
soñar con un futuro mejor. Los maestros están movilizados y tienen derecho a estarlo. No es la amenaza de
sustituirlos en las aulas o la violencia de algunos integrantes del mal llamado poder popular, lo que los va a
amilanar en la lucha que emprenden. Sientan maestros el apoyo de los padres, representantes y de toda la
sociedad. Lleven con dignidad una lucha que nos permite ver que Venezuela tiene futuro.