Sin duda que el fenómeno que representa la irrupción como un torbellino en la escena política norteamericana del magnate Trump ha sido analizado extensivamente y presentado como un ejemplo de las corrientes retrógradas, xenofóbicas y militaristas que existen en el seno de la sociedad norteamericana y como una fabricación de los medios de comunicación. Mucha gente se pregunta, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos ¿Cómo puede estar pasando esto?. La respuesta más simple a esta pregunta la dio Moisés Naim en un artículo reciente en el diario El País cuando afirmó: “Lo más interesante del magnate no es lo excepcional que es, sino lo común que es en estos tiempos de antipolítica”. Opciones políticas “a la Trump” están apareciendo con mucha fuerza en varios países de Europa, como Alemania, Italia, Francia, Inglaterra, sólo por mencionar algunos. Puesto de otra manera, el asunto más relevante no es escandalizarse acerca del hecho de que alguien como Trump tenga la posibilidad de convertirse en el próximo presidente de los Estados Unidos, sino entender que tipo de fuerzas llevan al ciudadano común a pensar que una serie de decisiones extremas, muchas de ellas completamente inaplicables, pueden ser la cura a lo que perciben como los males de la nación. En este contexto, es lamentable constatar que una parte no despreciable de hispánicos lo apoya por la razón éticamente indefendible de que ven con buenos ojos que Trump detenga el flujo de latinos que siguen tocando las puertas de los Estados Unidos en busca del sueño americano. Muchos de quienes ya alcanzaron ese status, no desean competidores.
Malos tiempos para la gran democracia de occidente cuando muchos de sus ciudadanos son víctimas del espejismo depredador de sus propios temores. El Gran Lobo Blanco, Trump, es la expresión de la antipolítica y su éxito un rotundo fracaso de la democracia como sistema de procesamiento de los conflictos de la sociedad. Cada vez se constata con más fuerza que el dar la democracia y la libertad por cosas aseguradas es un error costoso. Por otro lado, es importante entender que los miedos explotados por el Gran Lobo Blanco son los relativos a la pérdida de privilegios y puestos de trabajo, el temor al terrorismo islámico y la aprensión contra los inmigrantes, pero que existe otro tipo de depredador que no actúa sobre los miedos de la gente sino sobre los resentimientos y frustraciones generados por la exclusión social y la pobreza.
El Lobo Rojo es la contraparte populista y autoritaria que le da contenido político al resentimiento, una fuerza tan importante como el amor de la gente, y que es un poderoso enemigo de la democracia. En nuestro medio, el Lobo Rojo encontró su encarnación en Chávez y sus herederos en el poder, y las consecuencias de escuchar el discurso del supuesto paladín contra la corrupción de los partidos políticos tradicionales, del campeón de los excluidos y oprimidos, del “Hombre a Caballo”, como lo llamaba nuestro inolvidable Manuel Caballero, están a la vista en un país signado por la división, la violencia y la corrupción en escalas mucho mayores a las que encontró el Comandante al inicio de su mandato.
No deja de ser un ejercicio interesante examinar las similitudes transcendentes entre los discursos del Lobo Blanco y del Lobo Rojo. La conducta desfachatada, el lenguaje ofensivo de líderes mesiánicos aupados al infinito por los medios de comunicación. La simplificación de la realidad, la división entre buenos y malos y la destrucción de la memoria histórica hasta transformarla en una especie de anuncio de su llegada. Y detrás de los Grandes Lobos, los liderazgos económicos y sociales ávidos de entrar al gran juego del poder, y, en última instancia, al ciudadano mal informado y peor educado en la necesidad de defender con su conducta permanente la libertad y la democracia. Una verdadera combinación letal que pone de manifiesto, como si no existieran suficientes pruebas al respecto, la fragilidad de la democracia y la necesidad de protegerla a través de la formación ciudadana, probablemente el único gran freno contra los lobos de cualquier pelaje y color.