El gobierno de Nicolás Maduro para hacer frente a la grave escasez de productos y servicios escoge atrincherarse en las parroquias jerarquizadas por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y abandona al resto del país a la economía del dólar flotante.
Las pocas provisiones con las que dispone el régimen serán suministradas en un casa por casa, vendiendo una bolsa de comida. La finalidad es garantizar los productos básicos a los militantes del PSUV. Por ello, el domingo pasado Maduro anunció el “gran censo de patriotas, de bolivarianos y chavistas auténticos” que arrancará el 1 de abril para la posterior entrega del “carnet bolivariano”.
Una acción que viola el Derecho a la Alimentación de la ONU, y el artículo 305 de la Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, la cual establece que todos los seres humanos, independiente de su raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otro orden, origen nacional o social, posiciones, nacimiento u otra condición tienen derecho a la alimentación adecuada.
La gran mayoría de los venezolanos (90%) tendrá que recurrir a la oferta de productos y servicios del dólar flotante para satisfacer sus necesidades. Según el Vicepresidente para el Área Económica, Pérez Abad, el Gobierno espera “que una vez levantado el tapón de la tasa de cambio de la flotación, los agentes económicos comiencen a responder de manera gradual…”.
En ese sentido el aumento de los precios de los productos empiezan a crecer dramáticamente. Hasta el momento se han ajustado los precios de 3 productos regulados: el café molido que pasa de Bs. 46,6 por kilo a Bs. 694.21 por kilo, un aumento del 1.390%; el arroz blanco que salta de Bs. 25 por kilo a Bs. 120 por kilo, un aumento del 380%; y por último el arroz “paddy” que va de Bs. 23,23 por kilo a Bs. 119,11 por kilo, lo que representa un aumento del 413%.
Es el inicio del ajuste de la economía al dólar flotante. Un dólar que el gobierno espera estabilizar en 400 a 500 bolívares. En el caso del café, el impacto es inmediato. Hoy en Venezuela tomarse un café tipo cappuccino cuesta en una panadería o cafetería Bs. 3.000 por taza, equivalente a 1/5 del salario mínimo. Es decir, que un ciudadano de a pie no podría darse el gusto de tomárselo.
Ante esta situación, los venezolanos de las clases media y baja pierden poder adquisitivo y son condenados a subsistir en la estreches. Porque el salario se diluye ante los altos precios. Se convierten en sal y agua. El ritmo del incremento en los precios de los productos y servicios será más acelerado que el de los salarios. Por ello, Maduro trata de asegurar a través de la bolsa de comida la poca base popular que le queda. Es menor al 20%, según la última encuesta de IVAD.
En la nueva economía flotante, basada en el nuevo tipo de cambio complementario (Dicom), Pérez Abad y el gobierno tratan de corregir algunas de las distorsiones macroeconómicas que imposibilitan la producción nacional. Sin embargo si el Dicom es un remake del SIMADI, en cuanto al acceso a las divisas para las empresas y los ciudadanos, el efecto en el día día será el aceleramiento del índice de inflación a un mayor nivel al de enero y febrero de este año.
No basta con reconocer por parte del gobierno de Maduro que el modelo rentista petrolero colapsó, si consideran que existe una guerra económica. Porque en el 2012 el gobierno de “Chávez malgastó el dinero como si el precio del petróleo fuera de $197 por barril” [Ricardo Hausmann] y tuvo un déficit fiscal alrededor de 8% PIB. Hoy para salir de la contracción económica el precio del barril de crudo tendría que estar en por lo menos $135 y la producción petrolera en 3 millones de barriles día. Y esto para la economía venezolana es definitivamente irrealizable.
Por ello Maduro trata de anclarse en el poder con las bolsas de comida -contrata a la empresa brasileña Entrelinhas para levantar su imagen-, mientras deja al garete de la hiperinflación y la miseria a la mayoría de las familias venezolanas.
Antonio de la Cruz
Director Ejecutivo de Inter American Trends
@iatrends