La inmensa mayoría de los venezolanos quiere superar esta etapa de la historia cuyo protagonista llamó, porque le dio la gana, Quinta República. El único favor que le agradeceremos es el haber puesto nombre a un período que será considerado por la historia como uno de los más oprobiosos y ofensivos al Ser de los venezolanos.
Los ciudadanos venezolanos de este nefasto espacio de la historia han sufrido una calidad de vida que, vista nuestra riqueza potencial, no puede ser calificada de otra forma que la peor del mundo y quizás de la historia. Es inexplicable que un país que gozó de un largo diluvio de maná durante los últimos quinquenios se vea en la situación menesterosa en la que nos encontramos.
Venezuela se ha vuelto el país de los contrastes. Quienes que conforman la cúpula podrida del gobierno y quienes se han conectado a ellos para disfrutar las mieles del poder, exhiben una calidad de vida que muchos príncipes envidiarían. Varios de estos enchufados muestran unos niveles de riqueza que no son precisamente producto de su esfuerzo industrioso. Por el contrario, se enriquecieron a costa de un modelo político atrasado que concibe al país como dependiente de un gobierno que centraliza todo y que se considera, neciamente, con capacidad de atender los requerimientos de toda la población.
Lo cierto es que mientras muchos enchufados disfrutan de palacios en Europa y se desplazan en aviones privados por todo el mundo, hay niños venezolanos que sufren de cáncer y a cuyos afligidos padres una diputada oficialista les pide paciencia. Esta desalmada materialista muestra de qué está hecho el chavismo. De oportunistas, de egoístas que solo piensan en su bienestar. De individuos al que el dolor ajeno les importa un comino. Estos niños de la quinta sufren la indolencia de un Estado en el cual ni siquiera el defensor del pueblo (evidentemente en minúsculas) hace la finta de una diligencia para socorrer a estos ciudadanos desasistidos.
Hay venezolanos de la quinta que habiendo decidido ejercer su derecho de pasar sus últimos años de vida en el exterior, se ven sometidos a la ignominia del olvido. Tampoco le importa a la institucionalidad del país la suerte de estos ciudadanos. Un llamado de atención de una asociación de profesores jubilados a una comisión de la Asamblea Nacional es respondida sin ningún sentido de urgencia. Lo más triste es que esta respuesta viene de diputados de la oposición en quienes esos jubilados depositaron, temporalmente, su confianza.
Da vergüenza universal enterarse de las vicisitudes que están enfrentando nuestros ciudadanos de la tercera edad, que con derecho inalienable de disfrutar su pensión o jubilación en cualquier parte del mundo, se ven obligados a una vida totalmente diferente a la prometida por ese compromiso generacional según el cual quienes vienen atrás contribuyen con la vida de quienes trabajaron previamente y pueden esperar sosegadamente, sin preocupaciones y en paz el final de sus días.
Clama ante los ojos de Dios ver peleas en las colas para buscar comida. No queda lugar a duda que todas las madres que hacen esas largas, agotadoras y humillantes filas desean conseguir alimentos para sus hijos. Venezuela es el único país del mundo con incalculable potencial de riqueza que sufre esta tragedia humana.
Mientras tanto, en Miraflores, un indolente presidente actúa como si nada pasara. Como si los niños muertos por falta de anti convulsivos no fuesen su responsabilidad. Como si los enfermos de la tensión que temen sufrir un ACV por ausencia del medicamente necesario pudiesen esperar. Como si un paciente de cáncer le alcanzasea ordenar a su cuerpo no producir más de estas células malignas e impedir que las mismas hagan metástasis en otros órganos del cuerpo.
El cabito Cipriano Castro ha, finalmente, encontrado a alguien que lo desaloje del triste puesto de ser uno de los peores presidentes de la historia venezolana. Nicolás Maduro le ha quitado ese puesto y ahora lucha por ser incluso peor que el Mugabe de Zimbabue. Su incapacidad para entender los procesos de la economía son verdaderamente asombrosos. Esto no libra de culpa a quienes a su lado lo asesoran para seguir enriqueciéndose. Para seguir medrando del poder. Para exprimir hasta la muerte los recursos de un país saqueado por unos traidores que solo pensaron en su bienestar.
Ciudadanos de la quinta que habiendo despotricado del imperio gozan hoy del privilegio de vivir en el Estado de la Florida, disfrutan de su calidad de vida y hasta tienen negocios en el mismo para conseguir esos dólares tan necesarios para mantener la calidad de vida que les suministró el haber ayudado a desfalcar las arcas del tesoro público.
Ciudadanos de la quinta que se creen con privilegios especiales por haber participado en los ridículos y asesinos intentos de golpe de estado de 1992. Poseen riquezas que no son cónsonas con los lujos que ostentan. Tienen prerrogativas superiores a aquellas contra las que se alzaron en las frustradas maniobras militares dignas de ser parte de alguna tira cómica.
Ciudadanos de quinta que tienen abogados en New York que a su vez son asesorados por los más costosos bufetes que la industria petrolera pueda pagar. Un sainete en el cual se hace creer que los pobres muchachos “secuestrados” no tienen donde caerse muertos, mientras que con nuestros recursos, se paga una costosísima defensa a la sombra.
Ciudadanos de la quinta que terminarán en el estercolero de la historia por la lenidad con la que manejaron los intereses del pueblo. Terminarán como el ejemplo del saqueo de una república en nombre de la soberanía y la igualdad de los pueblos.
Ese es el destino de la memoria de Hugo Chávez. Responsable absoluto de lo que hoy vivimos. Un venezolano de la quinta que entregó nuestros recursos a potencias extranjeras al tiempo que condenaba a los ciudadanos a tiempos de miseria, necesidad y pobreza. De ese juicio de la historia no escapará el huésped del cuartel donde por primera vez mostró su cobardía, escondido, mientras sus soldados eran masacrados en el campo de batalla. El juicio de la historia será inclemente contigo Hugo.