Desconozco si fue producto de un plan o fruto de una ironía de la historia el viaje de mister Obama al “mar de la felicidad” justo el “día internacional de la felicidad”.
Lo cierto es que desde 1928, cuando el presidente Calvin Colidge y su esposa Grace pisaron La Habana, durante la tiranía de Gerardo Machado, ningún mandatario norteamericano había ido para llenar de “felicidad” al tirano de turno en la Isla.
El pragmatismo gringo ha encajado perfectamente con el proxenetismo castrista sin condicionantes de ningún tipo. Cero avance sustancial en materia de derechos humanos y menos en democratización, algunas tuercas flojas en el campo del bloqueo económico, algo de “business business” y mucho de espectáculo y propaganda para Obama y Raúl.
A los presidentes norteamericanos nunca le olieron mal los dictadores latinoamericanos siempre y cuando estuvieran de su lado, remember la “internacional de las espadas”.
Menos le apestó el monstruoso despotismo árabe en tanto no afectara sus “intereses”, Saddam Hussein y Obama Bin Laden, entre otros, fueron frankenstein “made in usa”.
Igual que las sangrientas dictaduras africanas, cuya colección de tiranos nunca le dio asco respaldar.
Tampoco le hiede la lepra comunista en tanto el negocio chorree beneficios, son más de 20 años de prósperas relaciones económicas norteamericanas con Vietnam y más de 30 años con China, en las que el tema ideológico ni de soslayo.
Preocupa sí, desde la óptica de América Latina, cubierta de gobiernos autoritarios, esta visita de Obama con su indiscutible prestigio internacional al “mar de la felicidad”. Y en especial, desde Venezuela, regida por un “Pranato” que ha puesto a dirigir la economía nacional a militares y a un empresario que ofrece convertirnos en “exportadores de automóviles”, designaciones en franca contradicción con su ideario comunista.
¿Por qué preocupa? Simple: ¿se imaginan una visita de Obama a Caracas? Sería la “suprema felicidad” de Maduro como lo es hoy de los Castro. Los dictadores son capaces de cualquier voltereta ideológica con tal de mantenerse en el poder.