La visita de Obama a Cuba es definitivamente importante, aunque para muchos se trate más de una visita de negocios que de Estado, signada incluso por el aparentemente inusitado desprecio protocolar de parte del régimen cubano hacia el mandatario estadounidense, en todo caso, un evento central en cualquier cambio que se pueda producir en la Isla que supone, aunque ello no corresponda a la agenda pública o formal: la liberación de los presos políticos, mediante una especie de Ley de Amnistía informal en favor de cientos de cubanos hoy depositados en las cárceles políticas de la Isla; elecciones libres y universales en el corto plazo, con la participación de los partidos y movimientos políticos de la oposición y por supuesto cambios en la economía, lo que supone liberación del comercio, respeto de la propiedad y a las iniciativas privadas en libertad.
Muchos piensan y quizás con razón que Obama ha cedido demasiado ante los cubanos, buenos conocedores de los caminos cortos y de los chantajes en las negociaciones con otros; que el gobierno de los Estados Unidos ha dado mucho, a cambio de poco, incluso de nada; que se estaría legitimando al régimen de los Castro, ahora que está en sus peores momentos, para muchos en fase terminal. Otros piensan por el contrario que esta visita representa un avance muy importante en las relaciones y en la vida política y económica cubana y que el camino hacia la democratización se ha hecho irreversible, en pocas palabras, que el ritmo del proceso se escapo de las manos de los Castro.
Las negociaciones entre los dos gobiernos son sin duda muy complejas. No todo está sobre el tapete. El gobierno cubano, apoyado en sus socios regionales: Morales, Correa, Maduro, Ortega y Rousseff, exige el cese definitivo del bloqueo, sobre lo cual parece no haber enormes diferencias entre los negociadores, aunque los republicanos consideren que el levantamiento del llamado bloqueo económico basado en las Leyes Helms Burton y Torricelli no podría hacerse sin obtener antes algunos cambios en la Isla. Los cubanos exigen también la devolución de Guantánamo, sobre lo cual Washington no se ha pronunciado todavía.
La comunidad cubana en el exilio, muchos republicanos e incluso algunos demócratas consideran que la postura de Obama en las negociaciones ha sido débil y que lejos de favorecer al pueblo cubano estaría atornillando al régimen de los Castro. Hasta la fecha no hay nada concreto sobre el tema de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, la liberación de los presos políticos, el cese de la represión a las Damas de Blanco y a la disidencia en general en la Isla, excepto la liberación de un pequeño grupo de presos políticos hace unos meses, de los cuales muchos de ellos habrían sido detenidos nuevamente por el régimen. Tampoco ha habido acuerdo sobre un tema difícil planteado por los republicanos: las indemnizaciones del Estado cubano a los estadounidenses por las confiscaciones de sus propiedades, desde 1959.
Sin embargo, no hay dudas acerca del impacto de esta primera visita de un Presidente de los Estados Unidos en los últimos 80 años. Para bien o para mal de unos o de otros, este relanzamiento marcará cambios que se deberán traducir en el corto y mediano plazo, incluso en cambios económicos que a su vez impactarán el espacio político.
El tema Venezuela, en el momento en que se plantea un cambio de gobierno en el país, podría y debería estar en la agenda de las conversaciones. No se ha dicho mucho al respecto, salvo una referencia muy ligera en la rueda de prensa ofrecida por los mandatarios al final de la reunión de trabajo, lo que es lógico y seguramente conveniente. Sin duda, todo lo que pase en las relaciones bilaterales entre los Estados Unidos y Cuba tendrá repercusiones importantes en la situación política venezolana y en las relaciones de Maduro con ambos gobiernos.
Nada de extraño que después de esta visita se produzcan cambios importantes en la política venezolana, especialmente, en relación con la transición en la que todas las partes y más la sociedad venezolana, la oposición con opción real de Gobierno, tienen interés.
La diplomacia de hoy es distinta a la de ayer. Las partes muestran sus cartas, pero no todas. Tampoco informan a los medios sobre todos los temas conversados y ello por razones obvias. Lo que es cierto es que pese a las justificadas críticas que puedan hacerse a la forma en que se ha manejado este nuevo relacionamiento político entre los Estados Unidos y Cuba, los republicanos y los opositores de oficio a esta administración demócrata si de verdad pudiesen ver más allá de sus intereses partidistas y de una retórica populista electorera y se abocaran a pensar en el bienestar de su país y de la paz política de la región, deberían entender que este acercamiento del presidente Barack Obama hacia Cuba beneficia los cambios democráticos que están por verse en el corto plazo en países como Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador y Nicaragua. Todo lo que pase entre los EE.UU. y Cuba definitivamente tendrá repercusiones directas en toda la región, hoy convulsionada por los escándalos políticos de las fuerzas que hasta hace poco controlaban el poder en la región, el de Maduro y Lula da Silva, los más emblemáticos.
@CarmonaBorjas