Desde el barrio mesocrático de Miraflores hasta las calles decadentes y peligrosas de Cinco esquinas, Lima ha sido y sigue siendo siempre un personaje, más que un escenario, en la obra literaria de Mario Vargas Llosa, que el próximo lunes cumple 80 años.
David Blanco Bonilla / EFE
A pesar de que el Premio Nobel de Literatura de 2010 nació en la ciudad de Arequipa (sur), en su obra siempre ha resaltado el vínculo con la capital peruana, en cuyas calles se desarrollan algunas de sus páginas más emblemáticas y discurren las aventuras contradictorias de sus personajes.
Basta recordar al poeta Alberto, el protagonista de “La ciudad y los perros” (1963), recorriendo los pabellones descascarillados del Colegio Militar, en el distrito costero de La Perla, hasta las calles luminosas y arboladas de Miraflores, que también son escenario de esa pequeña obra maestra que es “Los cachorros” (1967).
Este mismo distrito, donde el escritor vivió en su niñez y juventud, ya había sido escenario del emblemático cuento “Día domingo”, incluido en “Los jefes” (1959), que también permite recorrer parte del litoral de la Costa Verde limeña, con sus bares y su mar frío y de oleaje intenso, abordado siempre por intrépidos nadadores.
En “La ciudad y los perros” pueden conocerse las calles de Lince, donde el Poeta visita y se enamora de Teresa, la amada secreta del desafortunado Esclavo, la chica que, en otra vuelta de tuerca, también fue y será el amor del violento Jaguar.
Y nos transporta, en una incursión clandestina y sórdida, al barrio ya desaparecido de Huatica, en La Victoria, donde existían calles ocupadas por prostitutas como la famosa “Pies dorados”.
Pero es en “Conversación en la Catedral” (1969) donde la Lima histórica (que ya perdía su antigua prosapia de capital de los virreyes), trasciende el escenario y se vuelve protagonista intensa de los dilemas de Santiago Zavala, Zavalita.
Ese centro se convertiría en paradigma de la literatura peruana del siglo XX y en eterno interrogante de la peruanidad, a partir de la famosa pregunta que abre la novela, mientras Santiago mira la ciudad “sin amor” desde la puerta del diario La Crónica y hacia la avenida Tacna: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
Una pregunta que aún ahora, entradas ya casi dos décadas del siglo XXI, intentan responder los peruanos, más allá de los cambios que ha experimentado su país y su ciudad.
En el universo de esta “novela total”, considerada por muchos el mejor libro de Vargas Llosa, también puede conocerse la decadente “Catedral”, el sórdido bar ubicado cerca a la vía férrea y el río Rímac, por entonces casi en los extramuros de la ciudad.
De esa cantina, que existió y a donde hace llegar el escritor a su protagonista en busca de Batuque, su perro secuestrado por agentes municipales, hoy solo queda una fachada semiderruida.
Una suerte diferente a la de la antigua Casona de la Universidad de San Marcos, donde estudió el escritor y que hace unos años fue restaurada con apoyo de la Cooperación Española y luce ahora como una joya dedicada a actividades culturales.
En la geografía literaria de Vargas Llosa se repite el escenario de Miraflores en “La tía Julia y el escribidor” (1977) y en “Historia de Mayta” (1984), donde aparece también el bello distrito bohemio de Barranco, desde donde se cuenta una historia de violencia y dogmatismo que anticipa el horror que afrontaría el país en los años ochenta, a partir de la irrupción de Sendero Luminoso.
Hay otras pinceladas y otras historias de calles y paisajes limeños en “Los cuadernos de don Rigoberto” (1997) y parte del antiguo esplendor del centro histórico, ahora totalmente abandonado, aparece en “El paraíso en la otra esquina” (2003), la historia de la franco-peruana Flora Tristán y de su nieto, el célebre pintor francés Paul Gauguin, quien vivió parte de su niñez en ese lugar.
Lima vuelve a ser un escenario en “Travesuras de la niña mala” (2006), y este año recupera el protagonismo en la más reciente obra del nobel, “Cinco esquinas”, el nombre de una de las calles más emblemáticas de los viejos Barrios Altos, otra zona del centro histórico que hoy luce las ruinas de tiempos mejores.
De esa manera, el universo vargallosiano ha convertido a Lima en una ciudad literaria: un escenario que se convierte en protagonista con sus marcados contrastes que, como demuestra su extensa obra, también han sido parte de las pasiones de un premio nobel. EFE