Por eso es incomprensible que un país que necesita impulsar su producción, tenga un presidente que, de manera desesperada, decrete la Semana Santa entera no laborable. Maduro envía a los venezolanos a sus casas para “ahorrar agua y energía”. ¡Qué craso error! ¿Será que unos días libres harán que el crítico nivel del Guri, admitido por el ministro Motta Domínguez cambiará por un milagro? ¿Será que los reservorios de agua potable sorpresivamente se recuperarán sin prever las cuantiosas pérdidas económicas que implica la paralización de un país? Estamos frente a una irresponsable orden presidencial que en nada contribuye a que salgamos de la mayor crisis económica de nuestra historia. Es la nefasta gestión de un sistema que lo que toca, lo destruye.
El agua y la electricidad, prometida para “todos”, terminó siendo como cada empresa estatizada, un bastión de corrupción, una mentira convertida en dolor de cabeza para los venezolanos y un nuevo golpe en su bolsillo. Mientras Maduro vive en su mundo de fantasía, la gente vuelve a sus hogares a “disfrutar” un asueto sin una gota de agua y a oscuras, porque hasta las velas escasean. Mientras visita Cuba, deja una nación a la deriva, angustiada por la escasez, inseguridad, inflación y además, una población sedienta en medio de la oscuridad.
Este gobierno es el desastre más grave que hemos tenido. Un gobierno que no fomenta el trabajo, el estudio, el esfuerzo para lograr nuestras aspiraciones, es un gobierno que le hace daño a la sociedad. Un gobierno que acaba con el emprendimiento, que promueve el facilísimo, que asume actitud paternalista, pero de mal padre, porque un buen padre forma a sus hijos para ser gente de bien y para valerse por sí mismos, es un gobierno que enferma a la sociedad.
Mientras el presidente sigue inventando motores que no arrancan, el tiempo no se detiene en Venezuela. Las agujas del reloj siguen corriendo diciéndonos que es tiempo de que avancemos ya y que activemos el único motor que mueve a un país: su gente. Esto con la fuerza de millones de venezolanos que quieren trabajar para que Venezuela salga adelante y nos convirtamos en una nación crecida ante la crisis, donde no nos cansemos de luchar por alcanzar el desarrollo de nuestras regiones, del país en pleno. La sequía nos deja una sed de democracia, oportunidades y reconciliación. El racionamiento nos invita a encender la luz para Venezuela. Esa luz es la esperanza, la ilusión de alcanzar un cambio constitucional que enrumbe el país con políticas de desarrollo, inclusión y logre establecer una ruta clara de progreso.
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