Los acontecimientos de terror vividos en París y Bruselas, producto de los ataques de extremistas islámicos, desencadenan pasiones muy variadas. Es difícil no involucrarse en una lucha en contra de lo que amenaza culturalmente el existir. Pero la indignación y la rabia parecen algodonarse en actos puramente simbólicos, en los que esa fuerza vital -que alimenta la voluntad de prevalecer- desfallece ante el vacío que deja el haberse apartado tanto de las raíces culturales más profundas de Occidente. El bombardeo mediático que alimenta clichés ideológicos, transigentes frente a situaciones que -al contrario- ameritarían la más pura de las confrontaciones, es lo que ha hecho de la mayoría de los occidentales de hoy día unos enervados. Ya en el siglo XIX Nietzsche había previsto este ocaso final para Occidente, evidenciando la indigencia vivencial del europeo de su época.
A una cultura anoréxica y cercada por lo que es “moral y políticamente correcto”, no le queda otra opción que sentir lástima por sí misma. Muchos lloran, otros rezan… la mayoría se indigna ante larealidad llamándola inhumana; todos convergen hacia el consuelo del “autocompadecimiento”.
Valores ancestralmente occidentales y precristianos como el orgullo, el arrojo, la dignidad, la valentía y el honor han sido golpeados, execrados y satanizados -irónicamente- por otra cosmovisión, proveniente de Oriente Medio, desde hace dos mil años. Lo que hoy se profesa, glorifica, aúpa y difunde sin cesar es el arrodillarse frente a los centenares de ramos de flores que conmemoran a los caídos o utilizar avatares con un tricolor en los social media para “solidarizarte” en la tragedia.
Aún más peligroso que la inutilidad de estas prácticas es enfocar el problema bajo una óptica religiosa. Todas las religiones oprimen con su moral; ninguna escapa de ello, y muy a menudo han sido utilizadas para enardecer a mentecatos cuyo mundo se define en blanco y negro. No se trata de defender o atacar a uno u otro dogma, sino de defender el pilar fundamental de nuestra cultura occidental: la Libertad. Aquellos que ven en este conflicto algo puramente religioso pueden amoldarse a la esclavitud de cualquier cruz, media luna o del tótem que prefieran. Para muchos pueblos de Medio Oriente, institucionalizados en sultanatos o despotismos teocráticos, puede que aún esté vigente el morir por un dios; para un occidental, la vida no tiene sentido sin Libertad. No se trata de cruces vs medias lunas o viceversa, sino de la Libertad de Europa vs la esclavitud de Oriente Medio.
Víctor Davis Hanson, en su texto Matanza y cultura, lo expone muy claramente: Occidente siempre se impuso en conflictos bélicos porque luchó por su Libertad, a diferencia de todos los otros pueblos -que luchaban por sus amos. Desde los albores de nuestra civilización occidental, la Libertad ha sido siempre la principal motivación de las gestas heroicas de nuestros guerreros. Fue gracias a ese “resplandor” tan profundamente arraigado en el ADN de espartanos, atenienses y romanos, que nunca pueblo oriental o medio oriental alguno pudo llegar a conquistarlos con las armas. Davis Hanson agrega que sólo un pueblo libre puede hacerse de la victoria sobre otro con la misma condición. ¿Caerá esta famosa tesis de Davis Hanson? ¿Lograrán los adoradores de despotismos medio orientales hacerse finalmente de Europa, cuna de la Libertad?
Con la bravura de Roma y la erudición de Atenas, podría restablecerse una genuina cultura europea; de lo contrario, deberá arrodillarse y perecer alrededor de ese gran ideal que hoy todos persiguen a toda costa: la paz de los esclavos.