Luis Marín: La rosa blanca

Luis Marín: La rosa blanca

thumbnailLuisMarinCuando Barack Obama comenzó su esperado discurso en La Habana diciendo “cultivo una rosa blanca”, la primera impresión fue que estaba pisando en falso. Ella es para el amigo sincero que me da su mano franca. Y para cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardos ni ortigas cultivo; cultivo “la” rosa blanca (la del amigo).
Esto lo vivimos (no lo razonamos) quienes crecimos recitando el poema de memoria: hay que cultivar amor, para quien lo merece; sin cultivar odio, rencor, resentimiento por y para otros.

La de Obama quizás sea reminiscencia de una de las ideas cristianas más controvertidas y difíciles de cumplir en la práctica, que es hacer “esta ofrenda de paz y amistad tanto a sus amigos como a sus enemigos”, ilustrada en el gesto de volver la otra mejilla.

Esta podría ser otra de las razones nunca confesadas que llevó a la separación de la Iglesia y el Estado, porque no calza con el lenguaje político ni jurídico donde el imperativo es “darle a cada uno lo suyo”, lo que le corresponde. Si se trata a los enemigos igual que a los amigos, se comete una doble injusticia: con estos, que serían defraudados y con aquellos, que no serían castigados.





Otro gran fracaso de la religión es cuando manda abandonar todos los bienes y darlos a los pobres para seguir el camino espiritual, lo que pocos santos toman al pie de la letra. La solución la ofrecen los mismos profetas cuando aclaran, para poder ser tomados en serio, que “mi reino no es de este mundo”; al contrario, este mundo material en que vivimos está regido por las necesidades de la carne.

Parece bien que las Iglesias se ocupen de los asuntos espirituales y los Estados de “este mundo”, porque luce sensato mantenerlos claramente separados y delimitados, por experiencia histórica, porque siempre que se mezclan el resultado es catastrófico.

No en balde en los EEUU se prefiere hablar de la Administración, esto es, adjudicación de recursos para fines previamente establecidos, no necesariamente por el Presidente que ocupa una oficina por un período determinado; donde en Latinoamérica se habla del Gobierno, con énfasis en la orientación política del Estado.

Estaría muy mal que el Presidente, como administrador, dilapidara los recursos de los contribuyentes regalándoselos a los pobres; cosa que no se critica lo suficiente en Latinoamérica, donde nadie se atreve a censurar ni siquiera la llamada solidaridad internacional de los dirigentes socialistas, es más, casi nadie advierte que no se puede hacer caridad con bienes ajenos, que es lo que hacen quienes nunca regalan lo que es de ellos sino lo de los demás y los bienes públicos, que aparentemente no tienen dolientes, aunque la ruina la pagamos todos.

Igualmente erróneo es hacerles las barbas a los ayatolas iraníes en detrimento de Israel, el único aliado consecuente y confiable que tiene EEUU en todo el Medioriente; como ir a recogerles las babas a los seniles hermanos Castro, desairando a quienes han perdido vidas y bienes creyendo en los valores que “hicieron grande a Estados Unidos”.

Para decirlo gráficamente, tratando de no ser ofensivo ni caricaturesco: Si Obama quiere reconciliarse con sus enemigos, ¿por qué no invita a la Casa Blanca a los Grandes Dragones del Ku Klus Klan? Podrían hacer una estupenda barbacoa en sus jardines, cantando canciones confederadas del sur de Misisipi, bajo la luz de una cruz encendida.
Sabemos que no puede hacerlo, porque con eso hiere los sentimientos de millones de afroamericanos, como se les dice ahora, que fueron y son víctimas del KKK.

¿No merecen idéntico respeto las víctimas de los hermanos Castro y secuaces?

DISCURSO SOBRE EL ESTADO DE LA UNIÓN

Es todo un desafío presentarse ante un auditorio hostil y rígidamente controlado por la seguridad, que no va a perder detalle de los mínimos gestos, de quien, cuando y cuanto aplaude, de muestras de excesivo interés o aburrimiento y afuera el público, de propios y extraños, a la caza de cada giro, tono, inflexión, más que de las propias palabras.

Por ejemplo, la introducción condenando los atentados en Bruselas, solidarizándose con “nuestros aliados”, que no tuvo la menor adhesión, ni un suspiro, solo un tenso silencio: mal comienzo, a despecho de que la supuesta alianza contra ISIS incluye a Rusia y en consecuencia a Cuba, pero apoyando a Bashar Al Asad a quien los aliados adversan.
Luego anécdotas, como que nació el mismo año de Playa Girón, aunque la verdad es que no había nacido en abril cuando ocurrió el incidente, por lo que cae fuera de su ámbito de responsabilidad; sin embargo, está mal recordarlo porque ya entonces estaban los Castro y unos cuantos de los presentes en el poder.

La llegada de su padre desde Kenya coincide con la revolución lo que por vía indirecta permite reflexionar sobre algunos prejuicios vulgares. No todo negro es descendiente de esclavos como no todo blanco lo es de esclavistas. Los Obama no tuvieron nada que ver con la esclavitud en EEUU y tampoco con la lucha por los derechos civiles.
La madre, Stanley Ann Dunham, era blanca; dice que lo crió sola y sin mucho dinero, habría que agregar que en Hawaii, donde no hubo esclavitud, abolicionismo, guerra civil, segregación, de hecho, para cuando ocurrió la revolución castrista, ni siquiera era un Estado de los EEUU.

Cada dicho de Obama da para un libro, como su enigmática alusión a “nuestro mejor boxeador Mohammad Alí” quien sólo hubiera logrado un empate con otro gran cubano, Teófilo Stevenson; baste recordar que su verdadero nombre es Cassius Clay, hasta que se convirtió en musulmán y adhirió a la Nación del Islam, de la que se volvió principal propagandista y enemigo del stablishment americano.

Limitémonos sólo a algunos, como la razón de su nueva política hacia Castro que es una y sencilla: “Lo que EEUU estaba haciendo no funcionaba”, así de simple.

Claro, si no se dice explícitamente cuál es el objetivo no puede saberse si una política funciona o no, ni parece que las políticas de diez administraciones anteriores tuvieran un único objetivo, ni que éste fuera el derrocamiento de esa tiranía; más bien lo inscribían dentro de la política de equilibrio estratégico frente a la Unión Soviética.
Precisamente en la crisis de los cohetes el equilibrio del terror nuclear funcionó. La supervivencia del régimen de Castro fue funcional al status quo en Berlín occidental, la independencia de Grecia, la seguridad de Turquía, lo cual dejó de tener sentido con caída del bloque del este y la pérdida del factor cohesionante del temor al comunismo; ahora su supervivencia es incomprensible.

Por cierto, una palabra borrada del discurso político de Obama “comunismo”. Dice que el régimen castrista es unipartidista, de economía socialista y que privilegia el control del Estado; mientras el sistema americano es pluripartidista, de mercado y centrado en el individuo.

Dejando de lado el relativismo moral que presenta los dos sistemas como equivalentes, como si aquel no implicara violación de derechos humanos y sea una quimera, para lo único que sirvió la comparación fue para exaltar las virtudes de la democracia sobre el comunismo, que no mencionó nunca, pero que por conocidas y provenientes del enemigo imperial no van a ganar ni un solo nuevo partidario, salvo los que ya tenía y que se abandonan en el más absoluto desamparo.

No puede pasarse por alto que Obama diga que el sistema educativo castrista valora a cada niño y cada niña (aplausos): ¿Serán los mismos que llevan a los actos de repudio? ¿A los que obligan a gritar: “¡Seremos como el Che!”? ¿Será que fue abolida la organización de “pioneros”? ¿Será que ahora los padres pueden elegir la educación que quieren para sus hijos? En fin, ¿será que si soy judío o cristiano tengo derecho a decidir que no formen a mis hijos en valores socialistas?
Obama cosecha grandes aplausos pidiendo como Presidente de EEUU que el Congreso levante el embargo, ¡el Congreso! Este es otro estribillo que cansa: Obama se presenta a sí mismo como alguien bienintencionado que quiere hacer maravillas como cerrar la cárcel de Guantánamo o crear un sistema de seguridad y asistencia social integral obligatorio; pero tropieza con la incomprensión y mala fe de adversarios que le impiden hacer el bien, nadie sabe porqué.

Si hay una Constitución y unas cuantas leyes que saltarse, ¿qué significa eso cuando lo que está en juego es la felicidad universal? Precisamente así piensan los revolucionarios genuinos. Ellos poseen la llave de la puerta que lleva a la paz y la justicia; pero ésta no puede franquearse sin una tremenda dosis de autoritarismo que venza la resistencia de los privilegiados, verdaderos obstáculos en el camino hacia la realización de la Idea.
De manera que como sólo Él tiene la Razón y cientos de senadores, representantes y millones de ciudadanos están equivocados, entonces está bien gobernar por órdenes ejecutivas, esto es, dictados, justo de donde proviene la palabra “dictador”.

De allí que la admiración de Obama por tiranos filantrópicos sea sincera y tan firme como la convicción de la izquierda norteamericana de que los déspotas y delincuentes latinoamericanos son víctimas de conspiraciones de medios que les han creado mala fama, lo que ellos, en su gran perspicacia y suprema inteligencia, jamás han creído.
Obama proclama que “nadie puede negar el servicio que miles de doctores han llevado a los pobres, a los que sufren” (atronadores aplausos) y nos enteramos de que trabajan en África lado a lado con los americanos: ¡Carajo, esta sí que es una Nueva Era, en la que el Internacionalismo, por fin, se dio la mano con el Imperialismo!
Concluye dándole las gracias a Castro por haber brindado el escenario para las conversaciones de paz entre las FARC y el gobierno para resolver “la guerra civil” que azota a Colombia y esto sí que es una concesión al realismo mágico.
Tal como La Florida puede ser azotada por un huracán, pues Colombia es azotada por una “guerra civil”. ¿Y cuáles serán los bandos civiles de esa guerra? Ni pensar en una guerrilla comunista apertrechada, adoctrinada y respaldada política e ideológicamente por Castro, que pugna por tomar el poder mediante la táctica, ideada por Castro, de la “lucha armada”.

La bien bautizada Communist News Network (CNN), el NYT y Hollywood en pleno no son suficientes para imponer una nueva Historia a la medida de la fantasía de Obama & Company; ni es el primer revolucionario convencido de que el mundo puede empezar a partir de Él, ex novo.

El infierno de los políticos que sacrifican el presente en aras de un legado es ignorar que lo que queda es lo que hacen.

NO HAY TIEMPO PARA VENEZUELA

Lo que más se reciente de la política de Obama es la separación artificial que hace entre dos revoluciones que, según sus creadores y responsables, son una sola, de manera que Venezuela no cumple con los estándares democráticos, es una amenaza extraordinaria para los intereses nacionales de los EEUU y pasible por tanto de sanciones; pero Cuba sí cumple los estándares, no es una amenaza y es impermeable a las sanciones.

No hay que pensar ni un minuto para advertir el absurdo: Los dos reactivos de EEUU para detectar una amenaza son el terrorismo y el narcotráfico; ahora bien, ¿alguien en su sano juicio puede creer que Venezuela es el puente de tráfico de drogas de las FARC hacia el mundo, pero el régimen cubano no sabe nada?

Asimismo llegan miles de yihadistas a los que diligentemente se otorgan documentos de identidad venezolanos, incluso pasaportes diplomáticos, el sistema de identificación y extranjería es controlado por cubanos, una empresa cubana triangula los pasaportes del Mercosur, pero ¡Cuba no tiene nada que ver con el asunto!

La verdad es que Castro utiliza a Venezuela para el trabajo sucio dejando aquí la mierda y pretendiendo sacar a Cuba afuera para no embarrarla; pero ¿esto es creíble? ¿Se puede diseñar una política exitosa partiendo de falsedades?

Allá corrió Maduro antes de que llegara Obama para que se metiera en la agenda la falacia de que EEUU es quien está desestabilizando al país y no el trasplante del modelo castrista; pero no les alcanzó el tiempo, entre mojito y mojito y un partido de béisbol.

Nunca hubo una situación tan bochornosa desde que Chávez trató de colearse en la fiesta del Papa Benedicto XVI por el jubileo de la Caridad del Cobre y lo dejaron fuera. ¿Qué política exterior es esta? ¿Qué dirán nuestros internacionalistas, que los hubo tantos y tan buenos?

La política de Obama se resume en una palabra “ambivalencia”. Por un lado hace un guiño a los comunistas de su administración, nostálgicos de los años sesenta, por el otro, promete “obtener resultados” que no se han conseguido, según él, en medio siglo; pero no aclara cuáles son esos resultados, más allá de quitar el pretexto del embargo, pero no se sabe si es para que el régimen se sincere o para que se caiga.

Si por ventura el castrismo se viniera abajo mañana por inercia natural, cantaría victoria; si se prolonga más allá de su mandato, lo que probablemente ocurrirá, no se le puede reprochar nada, porque nunca dijo que su propósito fuera derrocarlo.

Mientras tanto, el mismo día de su llegada, nueve balseros se ahogaron en el estrecho de La Florida; miles de cubanos se agolpan en las fronteras de Panamá, Costa Rica, Nicaragua, en pos del sueño americano, los disidentes son pisoteados en la isla; pero eso no entra en la cuenta porque su política no es de este mundo sino del porvenir.
Va a aumentar el acceso a Internet en Cuba, mientras en Venezuela se extingue; va a encender luces en Cuba, mientras en Venezuela se apagan.

Así, la política de Venezuela también puede resumirse en una palabra: “Vergüenza”.