En los últimos 16 años de la historia venezolana no había sucedido una crisis política-económica-social de la magnitud actual. El 11 de abril del 2002 se produjo un vacío de poder en Venezuela con la salida de Chávez de la presidencia. En diciembre de ese mismo año sucedió el paro petrolero, que permitió al Gobierno destruir veinte y seis años de la razón de ser de la industria petrolera -en el 2015 la economía venezolana recibió el 96% de las divisas, el 45% del presupuesto y el 12% del PIB de la estatal petrolera (PDVSA). En estos momentos la situación venezolana es delicada. Es producto de la obstinada posición de Nicolás Maduro a rechazar y/o confrontar los factores que originan la grave crisis humanitaria y gobernabilidad del país.
La voluntad popular, el pasado 6 de diciembre en las elecciones parlamentarias, otorgó las dos terceras partes de los diputados (súper mayoría) a la Oposición como una clara señal de CAMBIO. El mensaje fue contundente. Sin embargo, el Gobierno de Maduro lo interpretó como una traición al proyecto político bolivariano. Y la autocritica interna en el PSUV recurrió a la retórica de los últimos 14 años como la guerra económica de la burguesía; golpe de la derecha; el Imperio. La más reciente -desde ayer- es “el hermano (Barack) Obama (…) dio la orden de derrocarme”. Todos son argumentos anclados en la época de la Guerra Fría. Y contrarios a la doctrina de Obama expuesta recientemente en su viaje a Argentina en la que plantea “…olvidarnos de los debates del pasado (de la guerra fría) y mover(se) hacia el futuro; (los pueblos) pueden crear el mundo como quieren que sea” -el primero fue uno de los argumentos que le permitió iniciar el restablecimiento de las relaciones con Cuba.
Con el mismo tenor, el papa Francisco el pasado domingo de Resurrección solicitó “(Que el mensaje pascual) se proyecte también sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.
Un mensaje que el Gobierno de Maduro hace oídos sordos porqué ante Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional, aprobada por mayoría antier en el Parlamento y remitida al presidente de la republica para su ejecútese, es rechazada de antemano. Maduro dijo esa noche “esa ley por aquí no pasa (…), que lo sepa la derecha nacional e internacional, leyes para amparar terroristas y criminales no pasarán, por aquí no pasan, hagan lo que hagan”. Además, utiliza la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para bloquear las funciones de la Asamblea Nacional.
Toda la acción del Gobierno de Maduro profundiza la crisis política y por ende la gobernabilidad del país. La solución que propone ante la misma es la confrontación del poder del Estado contra el Legislativo. Y para evitar las consecuencias, tipo aislamiento internacional, recurre al rol de facilitador (una de las sedes) del proceso de paz en Colombia entre el Ejercito de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno de Santos.
En cuanto a la crisis humanitaria fruto del recorte de las importaciones de bienes durante los años 2014, 2015 y 2016, el Gobierno decide dirigir los alimentos de mayor demanda a las parroquias priorizadas -donde se encuentran los consejos comunales dominados por el PSUV- a través del Plan Casa a Casa, para asegurar la lealtad de las bases del PSUV. Un Plan que trata de atender el 10% de la población venezolana. El resto de los venezolanos deberán satisfacer sus necesidades en la red privada, compuesta por abastos, supermercados y bodegas al dólar flotante, si encuentra los productos. Los inventarios del gobierno, que controla toda la cadena de suministro, estarán en condición critica la tercera semana de abril de mantener el ritmo actual de importación. El suministro de dólares al Banco Central de Venezuela por las exportaciones petroleras seguirá restringido ante la baja probabilidad de alcanzar niveles de precio de $50 el barril de crudo en lo que resta del año.
Hay que añadir otras situaciones producto del cambio climático como son la crisis del electricidad y agua. Ante la improvisación gubernamental para evitar las consecuencias del fenómeno El Niño este año, el Gobierno profundiza el racionamiento del servicio eléctrico y agua en todo el país generando una gran insatisfacción en el diario vivir. Si el régimen de lluvias en las cabeceras del Caroní se demoran hasta el mes de mayo la crisis eléctrica será tan aguda que podría generar un blackout eléctrico nacional a finales de abril.
Todo apunta a que en el próximo mes el gobierno de Maduro se encontrará en una situación de caos, si se alinean todas las crisis. Su hoja de ruta para sostener el poder es: en lo interno la confrontación con la Oposición y aseguramiento logístico de alimentos a sus bases, y en lo externo a ser facilitador de un proceso de paz para evitar el aislamiento internacional.
Director Ejecutivo de Inter American Trends @iatrends