Señores magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Quien suscribe esta carta, tiene como a uno de los principales interesados, desde su prisión, al magistrado de la Sala Penal Maikel Moreno, quien ignora -interesadamente desde hace cinco meses- un recurso de avocamiento, que lógicamente declarará improcedente.
A pesar de habérseme incluido en la Ley de Amnistía, y conocer lo que ustedes harán en días, quería decir algunas cosas para que no se aturdan con sus propios aplausos, ni con las pequeñas hordas que les instigan a provocar lo que van a provocar, si siguen atendiendo la vibrante voz del Psuv .
Tomen nota.
Cualquier preso político en Venezuela, dependiendo de las circunstancias del país, tendría salvación -por irónico que suene- gracias a ese adefesio que ustedes han creado: La Sala Constitucional, que está por encima de la Constitución y, de todas las salas del máximo Tribunal.
Estando las cosas como están, la Sala Constitucional pudiera decidir mañana que la Sala Penal no debe mantenerme preso, bajo el eufemismo de las sentencias vinculantes (dejando en ridículo al señor Moreno) O peor aún, pudiera desconocer a la Asamblea Nacional, al Ejército, a la Marina Mercante, a la Iglesia, los sindicatos e incluso defender a un narcotraficante.
Así como los fundamentalistas islámicos se creen interpretes -según sus malos pareceres- del Corán, y explosionan campos, decapitan mujeres, y estrellan niños contras las piedras, la llamada Sala Constitucional alega haber recibido un mandato de poder absoluto, dictatorial, para interpretar la Constitución.
En todas las partes del planeta tierra (desde repúblicas atrasadas como el Kongo hasta las que intentan salir de la miseria como Haití), es la Constitución la que está por encima de los magistrados y sus diferentes salas. No al revés.
Siendo así, según la moribunda Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, la Sala Constitucional puede “Declarar la nulidad total o parcial de las leyes nacionales y demás actos con rango de ley de la Asamblea Nacional, que colindan con la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela”, pero no la Ley de Amnistía tal y como está planteada en este momento.
De acuerdo con el numeral 5 del Artículo 186 de la Constitución, corresponde a la Asamblea Nacional “decretar amnistías”. Esta ley tiene un importante límite. En el Artículo 29 de la Constitución, se explica que no puede dictarse esa ley para olvidar delitos por violaciones de Derechos Humanos ni por delitos de lesa humanidad.
Puestas así las cosas, la Sala Constitucional sólo puede vigilar estos extremos constitucionales, impidiendo que se “colinde” con la Constitución.
Dicho en blanco y negro: Tendría esta ley que haber sido decretada por los Consejos Comunales o el jefe del Club de jugadores de gallos de Monagas, para ser considerada inconstitucional.O peor, tendría esta ley que intentar exculpar al “Picure”, o al actual director del Sebin, para que quede sin efecto por parte de la Sala Constitucional.
Ustedes hicieron mal el trabajo.
Son crimen de lesa humanidad -según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional- el asesinato, exterminio, deportación o desplazamiento forzoso, tortura, violación, prostitución forzada, esclavitud sexual, esterilización forzada y encarcelación o persecución por motivos políticos, religiosos, ideológicos, raciales, etc.
Está claro que, más allá de las consignas, vuestros jueces y fiscales hicieron mal el trabajo asignado por el partido de gobierno, cuando no acusaron a López de homicidio, o a Simonovis de delitos de lesa humanidad. En todo caso reclamen a sus “ve, corre y, hazme el encargo”
Señores de la Sala Constitucional, ustedes creen sinceramente que son la Constitución, y lo que es peor, que el Estado son ustedes y que pueden interpretar la estructura constitucional de la separación de los poderes.
Eso no es así, alguien debe decírselos.
Hace apenas año y medio, la doctora Luisa Estela Morales decía que no debía haber división de poderes, sino colaboración entre ellos y ahora la Sala Constitucional dice algo peor: Que debe haber una suerte de destrucción de otros poderes no sometidos al arbitro de las apetencias políticas de un partido.
Semejante caos, anarquía, desorden e insubordinación ante la Ley, no se conocía ni en la prefectura del barrio El Silencio, donde se crió quien suscribe.
Cuando la Asamblea Nacional decidió en una forma contraria a la que el gobierno esperaba en torno al Decreto de Emergencia, el Presidente acusó a sus diputados de estar coludidos contra él y acudió a la Sala Constitucional.
Claro está que los abusos del poder frente al legislativo, no son nuevos en el horizonte, pues el propio doctor Rafael Caldera acusó en 1994 de saboteo al Congreso cuando le ordenó levantar la suspensión de garantías. Incluso amenazó con someter aquello a referéndum.
Lo nuevo, es que no sólo se amenace con lo que no se puede hacer, sino lo que es peor: que se haga.
Caldera no pudo someter aquello a referéndum porque eso no estaba previsto en la Constitución de 1961 y, a regañadientes, terminó obedeciendo al Congreso. Jamás se atrevió a sugerir que la Corte Suprema de Justicia interpretara algo que no estaba previsto en esa Constitución, y que era un pleonasmo jurídico.
La Constitución de 1999 no permite que ningún poder del Estado esté pon encima de ella. Sin embargo, la Sala Constitucional con el pretendido carácter vinculantes de sus sentencias, ha afirmado y reafirmado repetidamente, que puede disolver leyes, destituir hasta la misma junta directiva de la Asamblea Nacional e, incluso, prácticamente arbitrar la vida misma del país.
En fin, ustedes creen ser lo que no son. Pretenden equiparar sus cargos de magistrados con los de una sargentería que ya no usan las charreteras y encajes de los generales golpistas de Chile y Argentina, sino las togas y birretes de los juristas del horror que estuvieron al servicio de un loco, demagogo, pervertido, y corrupto como Hitler en la Alemania Nazí.
Toda República se ha hecho sobre la base del acuerdo, jamás sobre las pasiones que ustedes van a desatar cuando invaliden una ley. Una ley que nació, por cierto, producto de las torpezas políticas del partido que ustedes representan.
Quedan notificados oficialmente de lo que provocarán en un país que se incendia por los cuatros costados y al cual ustedes han decidido echar sin aspavientos gasolina, creyendo que no habrá mañana (que sí habrá).