Como un reguero de pólvora, recorrió los recovecos del ciberespacio mi última columna, cuyo titular ¿Invasión de chavistas en Miami? sirvió de estímulo a la reflexión y a la denuncia. No solo en Miami, sino en la gran diáspora de un pueblo arraigado a su entrañable terruño, al cual jamás le había urgido emigrar. Hasta que la mano infame y fiera del chavismo allanó su destino y lo tiñó de duelo.
DANIEL SHOER ROTH / El Nuevo Herald
Con la honda pena que supone separarse de aquello que siempre fue suyo, los venezolanos alrededor del mundo levantan a los cielos un cántico de dolor, abrazados a ese pasado reciente, como una hiedra al tronco que vida le dio.
Venezolanos resurgidos de sus cenizas; adaptados a una cultura diferente, con frecuencia desconocida, que les impone sus normas; rodeados de nuevos vecinos; distanciados de seres queridos e impotentes ante la escasez y la inseguridad que ellos padecen. Telón de fondo de este umbroso capítulo viviente en las historias de Venezuela y Estados Unidos.
Una historia compartida con todos los inmigrantes que, de generación en generación, buscan un mejor porvenir en horizontes dorados por una tenue luz de esperanza.
¿Cómo no va a detonar una explosión de ira tropezarse en Miami con autores de aquella tragedia que acongojados nos desplazó? ¿Cómo no va a producir un estallido de rencor divisar a la boliburguesía en los más finos centros comerciales de Miami, en palacetes de los más fastuosos vecindarios de la metrópolis y en altos círculos empresariales y filantrópicos, después de granjear el Tesoro nacional? ¿Cómo no va a causar afrenta la doble moral de quienes allá entonaron dulces odas al chavismo-madurismo y aquí enaltecen lo que ese fallido sistema fustiga de nosotros, sembrando odio entre hermanos?
El año pasado por poco me crucifican en las redes sociales, acribillándome a maledicencias, por desvelar en la palestra pública, con el filo de argumentos firmes, comportamientos de boliburgueses y enchufados residentes que pretenden implantar un estilo de vida incompatible con el de la sociedad receptiva. Algunos de estos venezolanos importan al Sur de Florida actitudes ofensivas y conductas prepotentes; lenguaje soez e inapropiado; expectativas inmediatas y sentimientos reactivos a las acciones del prójimo. Lo afirman los propios venezolanos, y también se percata de ello la población general.