Madres de estratos bajos y adolescentes clase media son el rostro del aborto en Venezuela

Madres de estratos bajos y adolescentes clase media son el rostro del aborto en Venezuela

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El control de los embarazos no deseados en el país es una misión cuesta arriba que va en peligro de desaparecer desde que, en el segundo semestre de 2014, comenzaron a escasear los métodos anticonceptivos en las farmacias, hasta llegar a un índice que actualmente oscila entre el 85% y el 90% de desabastecimiento para los dos primeros meses de 2016, de acuerdo el presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven), Freddy Ceballos.

Por Mónica Duarte / La Razón





En medio de esta situación se encuentran las mujeres que, una vez embarazadas, deciden interrumpir su gestación. A pesar de ser ilegal el aborto es una práctica clandestina que nunca ha dejado de realizarse. Las barreras legales se suman a las limitaciones económicas y tomar esta decisión puede superar los 70.000 bolívares (seis veces el valor del salario mínimo vigente).

En Venezuela el índice de embarazos no deseados asciende a 55,3% de los casos de paternidad en adolescentes, según datos del estudio “Diagnóstico de los Factores Generadores del Embarazo a Edad Temprana y en Adolescentes”, realizado por el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna), y publicado en noviembre de 2014.

Este mismo estudio reveló que 13% de los embarazos adolescentes terminan en abortos. Un número alarmante considerando que Venezuela es el país con el más alto índice de embarazo a edad temprana en Latinoamérica, con una tasa de natalidad entre jóvenes de 15 a 19 años de 101 nacimientos por cada 1.000 mujeres, según el último informe anual realizado por el Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa).

Alfredo Carvallo, médico obstetra del área infanto juvenil de la Maternidad Concepción Palacios, asegura que el aborto en Venezuela “no es un problema de salud sino un problema social”. “Son las circunstancias económicas las que obligan a las personas a interrumpir su embarazo”, sostiene.

Para Carvallo determinar la magnitud del problema es una tarea difícil pues no todas las mujeres acuden a los centros de salud luego de realizarse un procedimiento abortivo. “Nosotros solo resolvemos las consecuencias, pero existen sitios clandestinos a los que acuden las personas o se lo hacen directamente con el medicamento que produce el aborto”, explica el especialista, aclarando que anteriormente las mujeres llegaban con infecciones graves pero ahora, esos fármacos abortivos han disminuido las complicaciones y las pacientes llegan con hemorragias o infecciones de grado uno.

A pesar de la existencia de un importante subregistro asociado a la ilegalidad de estas prácticas, la Norma Oficial para la Atención Integral en Salud Sexual y Reproductiva del Ministerio de Salud ubicó al aborto como la tercera causa de mortalidad materna con un 10% de los casos para el año 2010.

Los últimos datos oficiales que se tiene son de 2012, cuando los abortos se cobraron la vida de una mujer cada 10 días, según cifras del último anuario de mortalidad del Ministerio de Salud que refirió 35 muertes maternas por esta causa.

Sin embargo, el doctor Carvallo arroja otra estimación del problema: “Los fines de semana los demás lugares no brindan servicios de atención, por lo que en una guardia en la Maternidad podemos hacer más cantidad de curetajes que atender partos”. En lenguaje médico hablar de curetajes es hablar de abortos.

En una data de movimientos obstétricos de la Maternidad Concepción Palacios, proporcionada a periodistas de armando.info y publicada en su portal web, se revela que tan solo en esta institución se atendieron 2.336 complicaciones relacionadas con abortos en 2014. Y para el primer semestre de 2015 ya se contabilizaban unos 1.222 casos tratados.

Pero estas cifras no coinciden con la Memoria y Cuenta del Ministerio de Salud, donde se informa que se atendieron 2.472 abortos en la red pública a nivel nacional para 2014. Número similar al registrado solamente por la Maternidad Concepción Palacios.

En este mismo informe para 2015 solo se especifican los casos de aborto en el Estado Zulia, donde se contaron 34 pacientes, en el resto de entidades el indicador desapareció. Es decir, el informe anual de gestión del ente rector de Salud escasamente incluye información sobre estos casos.

Otro factor que potencia la subestimación numérica es que en estas cuentas no se hacen distinciones entre los casos de abortos espontáneos y los abortos inducidos. Carvallo confirma que en la mayoría de los casos las pacientes presentan síntomas similares de hemorragia, por lo que no es posible hacer distinción “salvo que se presenten lesiones uterinas propias de métodos más empíricos”.

Ana María Aguirre, coordinadora del Programa para jóvenes y adolescentes de Plafam, explica que en un contexto de escasez de anticonceptivos se magnifica el potencial de gente que va a interrumpir su embarazo y “probablemente en condiciones de riesgo”.

“Sencillamente las mujeres están recurriendo a ello, lo han hecho toda la vida y lo hacen actualmente en nuestro país a pesar del nivel de ilegalidad. La diferencia con otros países viene porque al ser ilegal las personas lo practican en condiciones de inseguridad que pone en riesgo sus vidas, su salud y su integridad”, afirma Aguirre.

Un problema de estratos sociales

Entre los adolescentes que comienzan su vida sexual solo 1 de cada 10 decide usar anticonceptivos, a pesar de que 9 de cada 10 conoce los métodos. En un estudio realizado por el Instituto Autónomo Consejo Nacional de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (Idenna), de noviembre de 2014, se detalla que 79,8% de los jóvenes reportó no utilizar ningún método cuando tuvo su primer hijo. En este contexto no es extraño oír hablar de interrupciones al embarazo, pues el aborto se ha convertido en un mecanismo conocido al que se recurre sin precaución.

“Las muchachas de mi clase dicen que la malta con canela funciona para abortar, también entre ellas bachaquean las pastillas ahora que no se consiguen y saben quiénes las venden”, comenta Ana, una joven de 14 años que asiste al octavo grado en la Unidad Educativa Bolivariana Pedro Fontes en La Vega. En su colegio Ana contabiliza unas 15 adolescentes embarazadas; ella no quiere ser una más razón por la que ahora asiste con su mamá a charlas y sesiones para adolescentes en la Maternidad Concepción Palacios.

Una situación de alerta similar llevó a Viviana y a su novio, ambos de 18 años, a la consulta ginecológica en Plafam para “planificar bien las cosas”. En su entorno ambos cuentan 11 embarazos y al menos tres abortos de chicas de su edad.

“Una de mis amigas abortó porque estábamos cerca de graduarnos y ella quería seguir estudiando, me dijo que no tenía los medios para mantenerse y no quería vivir debajo de un puente”, comenta Viviana. Como dato adicional solo asomó a decir que la amiga se hizo el aborto con un médico.

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