Acabo de terminar de leer el libro El gran saqueo, escrito por Carlos Tablante y Marcos Tarre, de quienes tomo prestado el título de este comentario. Exponiéndose a las represalias de gente muy poderosa, los autores del referido libro ofrecen un detallado análisis de la forma como, a pesar de unos inmensos ingresos petroleros, Venezuela pudo colapsar económicamente, mientras ex oficiales de la FAN, ex enfermeras del “comandante eterno”, ex ministros, ex presidentes de Pdvsa y otros personajes del entorno chavista se han convertido en los verdaderos oligarcas de este país. El trabajo de investigación que deberían haber realizado la Contraloría y la Fiscalía General de la República ha sido hecho por dos ciudadanos a quienes les duele Venezuela. Muchos de esos datos acaban de ser confirmados por la prensa internacional, al divulgar información relacionada con cuentas y sociedades opacas registradas en Panamá, con dinero que sus titulares no pueden justificar. En lo que concierne a Venezuela, esta aparece citada en más de 241.000 de esos documentos, en conexión con la nacionalidad de los titulares o el lugar de residencia de los beneficiarios de esas cuentas. Con seguridad, en los días futuros irán apareciendo los nombres de los venezolanos ligados a esas empresas fantasmas y a esas fortunas de origen desconocido; pero, por el momento, ya han salido a relucir los nombres de Adrián Velásquez (un ex jefe de seguridad de Hugo Chávez), de su esposa Claudia Díaz Guillén, ex enfermera del mismo Hugo Chávez, y del general Víctor Cruz Weffer. Pero nada de esto debiera sorprendernos.
Muchas personas se preguntarán cómo es que, en menos de dos décadas, Venezuela se ha convertido en un país empobrecido y atrasado, que solo puede disponer de energía eléctrica a ratos, que es incapaz de tapar los huecos de las calles y avenidas, que no puede garantizar la seguridad o suministrar agua a su población, y que ni siquiera puede combatir las plagas de mosquitos para proteger la salud de sus habitantes. La respuesta está allí: en los Papeles de Panamá. En el mayor saqueo de la historia, el dinero que era de todos los venezolanos fue a parar a los bancos de Panamá, Andorra y otros paraísos fiscales, en cuentas a nombre de quienes, hasta ayer, solo eran modestos oficiales de la FAN o funcionarios del Estado que sobrevivían con un sueldo miserable. Con la revelación de los documentos de Panamá, la respuesta a esa pregunta, que ya habían anticipado los autores de El gran saqueo, ahora comienza a tener nombres y apellidos.
No se trata de negar el derecho que tiene cualquier persona a registrar una empresa o a abrir una cuenta bancaria en un país extranjero. No me voy a referir a un eventual deseo de eludir el pago de impuestos o a ocultar de las autoridades nacionales una pequeña o gran fortuna, que ciertamente puede plantear problemas legales. De lo que se trata es de esclarecer el origen de unos fondos que, por mucho que se haya ahorrado, no pueden justificarse con los ingresos de toda una vida percibidos por un general, y mucho menos con los de un simple capitán de ejército o de una enfermera, pero que tienen el discutible mérito de haber formado parte del entorno de Hugo Chávez. Sobre todo, cuando desde fuera se ha insinuado que Venezuela es un “narcoestado”, o cuando los propios Tablante y Tarre, en un libro anterior, han sugerido que Venezuela se ha convertido en un “Estado delincuente”, valdría la pena que las personas señaladas por la lista de Panamá nos enseñaran cómo hay que hacer para, con un sueldo inferior a los doscientos dólares mensuales, abrir unas cuentas millonarias.
La noticia de la lista de Panamá ha estallado en el mismo momento en que la prensa publica de un donativo de 7 millones de dólares para el partido Podemos, de España, otorgado por el ya fallecido Hugo Chávez. Más allá de la interferencia en los asuntos internos de otro Estado (a lo que este gobierno es tan sensible), al igual que la lista de Panamá, este asunto tiene que ver con el manejo de los recursos públicos como si se tratara de los bienes personales de aquellos a quienes se ha confiado su administración. Como se observa en el libro El gran saqueo, aunque la Constitución prohíbe el financiamiento de los partidos políticos por parte del Estado, esto no ha impedido que el gobierno venezolano haya financiado generosamente al PSUV, convirtiéndolo en una maquinaria de la corrupción, y a otros movimientos políticos afines, incluso más allá de sus fronteras. En este sentido, el presidente del Perú, Ollanta Humala, también ha reconocido haber recibido aportes financieros del gobierno de Venezuela. No hay dinero para los pensionados, pero sí hay suficiente dinero para el Podemos español, o para las campañas electorales de Ollanta Humala en Perú.
Mientras la prensa informa de las cuentas millonarias de los venezolanos chavistas en los bancos de paraísos fiscales, el país no tiene recursos para importar alimentos o medicinas. Seguramente, la corrupción de quienes nos gobiernan también es culpa del imperio.