Respuesta de Pedro Carmona E. a la carta abierta de Robert Gilles Redondo

Respuesta de Pedro Carmona E. a la carta abierta de Robert Gilles Redondo

thumbnailpedrocarmonaEstimado Robert:

Hoy 11 de abril de 2016, a 14 lejanos años de la crisis política ocurrida en Venezuela cuando eras apenas un adolescente, recibo la carta abierta que con altura me dirigieras, en la cual formulas densos comentarios que motivan esta pronta y no rebuscada respuesta. Valoro mucho los aportes que realizas a través de tus escritos a la formación de opinión en Venezuela y en el mundo, con una calidad intelectual sobresaliente, por lo cual te felicito. Estás como yo en el exilio, aunque en países diferentes, y ambos sabemos de los sacrificios que ello impone, pues lejos de significar exilios dorados representan cambios determinantes de vida, impuestos por las adversas circunstancias políticas del país. A estas alturas de mi vida, como adulto mayor nada habría deseado más  que ver en pleno Siglo XXI a una Venezuela próspera, incluyente, democrática, con familias unidas, e inserta en el mundo global a la par de los mejores países emergentes del mundo.  

Como sabes, la fecha del 11A es utilizada por el régimen como un hito en el cual se pretende distorsionar la historia, victimizarse y a través de un patológico empeño, endiosar la figura del difunto Chávez, habiendo sido el autor indiscutible de este fracasado ensayo revolucionario. La izquierda mantiene una doble moral ante las dictaduras: unas buenas, las de izquierda y otras malas las de derecha, cuando ambas son igualmente malas, y en igual sentido manipula los hechos políticos a su conveniencia. Así, los dos intentos de golpe de 1992 contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez son para ellos fechas de exaltación patriótica, ocultando que fueron violentas rebeliones militares armadas, causantes de numerosos muertos, heridos, y daños a la institucionalidad. Pero cuando se trata de los acontecimientos del 2002, en que se derrumbó el régimen tras la masacre de Puente Llaguno y se produjo un vacío de poder, se insiste en cuestionar hechos que fueron tan inesperados como complejos. Y como señalas, a la hora de la verdad, actores militares o civiles escondieron luego la mano y me endosaron las culpas, que no eludo, lo cual no me quita el sueño, pues es consustancial a la frágil condición humana achacar la responsabilidad de todo fracaso a otros, sin admitir cuota alguna, individual o como parte de la sociedad como conjunto. Siempre tengo presente la frase atribuida a Napoleón Bonaparte: “La victoria tiene cien padres, la derrota es huérfana”.





El hecho es que con errores u omisiones propias de un verdadero ”tsunami” político, ante el vacío de poder provocado por la renuncia de Chávez comunicada al país por el General Lucas Rincón y el Alto Mando Militar, y la desaparición del gobierno de la escena, se intentó formar un gobierno provisional a cuya presidencia fui llamado sin buscarlo, con el único objetivo de relegitimar los poderes públicos, ya en ese entonces conculcados por el proyecto totalitario de Chávez, ello a través de rápidos comicios que serían convocados en 90 días para el Parlamento y en 180 días para la Presidencia, bajo la supervisión internacional de la OEA para garantizar el pleno restablecimiento del orden constitucional, y sin que yo pudiera por disposición expresa, optar posteriormente a ningún cargo de elección popular.

El régimen juzga con doble moral los hechos del 11A por violatorios de la Constitución, aunque tenían asidero en el artículo 350 de la Carta Magna, pero promueve con desparpajo violaciones continuas a la misma, fraudes electorales, subordina los poderes públicos a la causa revolucionaria, ideologiza a la Fuerza Armada, y desconoce sin rubor la voluntad popular, impidiendo que la AN ejerza sus atribuciones constitucionales, a través de su nuevo brazo político: el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) designado en forma írrita por la AN saliente, en diciembre de 2015. El régimen justifica ahí sí sin pudor sus ejecutorias, empujando al país a una grave crisis político-institucional, de consecuencias aún impredecibles. Un oscuro y oportunista jurista, el Sr. Herman Escarrá, ha aconsejado a Maduro promover una enmienda para acortar el período de la AN, en una de las más lamentables cabriolas políticas de los anales de la historia. Eso sí es triste, pasar a la historia como un vendido o traidor, caso que no es único en el chavismo.  

Como comentas en tu carta, la actual crisis nacional no tiene precedentes. Mientras esto escribo, se conoce la declaratoria de inconstitucionalidad dictada por el TSJ a la Ley de Amnistía y Reconciliación Nacional aprobada por la AN, como antes lo hizo con la del BCV y otras. Maduro no tiene recato en ordenar públicamente al TSJ tal declaratoria, ni ese órgano en arrodillarse ante el Poder Ejecutivo, pues fueron designados para eso, para obedecer, siendo que para los áulicos del régimen, la revolución está por encima de la Constitución y de las leyes, y que según el dúo Maduro-Cabello “jamás entregaremos el poder“. Bien anotas que la recolección de firmas en la calle en contra de la Ley de Amnistía, valiéndose del hambre y las penurias del pueblo ha sido un acto denigrante, sin justificación moral alguna. El gobierno sigue sembrando la cultura del odio, y también del ocio, y estimula con sus políticas la mediocridad educativa, la ordinariez, y la castración del talento. Es la naturaleza totalitaria del chavismo, como en la fábula de Esopo en que un escorpión le pide a una rana que lo ayude a cruzar el río prometiendo no hacerle daño. La rana lo sube a sus espaldas pero a mitad del trayecto el escorpión pica a la rana. Esta le pregunta incrédula “¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos”, ante lo cual el escorpión responde: “no he tenido elección, es mi naturaleza”.

Coincido en que el ejercicio de la fuerza por parte del gobierno en un ambiente de miseria coacciona al pueblo, no obstante lo cual no les resulta posible ocultar el inmenso rechazo nacional, a niveles que lo hacen tambalear peligrosamente. Maduro, movido por los Castro y por los grupos radicales del régimen no solo desconoce la voluntad popular ante la AN, sino que estira la cuerda a límites extremos, amenazando con la insurrección popular si perdieran el poder. Es “vox populi” que en el seno del chavismo crecen las opiniones que se inclinan por una salida de Maduro para evitar el derrumbe del régimen, pero el CNE, como apéndice que es del gobierno, elude los trámites de convocatoria a un referéndum revocatorio, pues si se realiza este año habría elecciones, en tanto que si ocurre el próximo año asumiría el Vicepresidente Ejecutivo por el resto del período constitucional.

En lo económico, ningún ser pensante en el mundo atina a comprender cómo por incompetencia, fanatismo y falta de transparencia, el país ha sido llevado a la bancarrota, a la hiperinflación, a la destrucción del sector privado, el colapso de los servicios públicos y la implantación de una economía de guerra, donde el nivel de desabastecimiento global se acerca al 85%, incluyendo alimentos, medicinas, artículos de aseo, y hasta ataúdes para que los muertos descansen en paz. La moneda nacional está envilecida, y con ello el poder adquisitivo de los salarios, sin que se entienda cómo un país rico en recursos esté sometido a tan humillantes colas. Las reservas internacionales se agotan y se empeñan los lingotes de oro para obtener algo de liquidez inmediata. Como indicas, el país se está acabando de muchas maneras y por muchas vías. Varios analistas consideran que se ha producido un estallido del Estado. A manera de ejemplo, el sistema eléctrico nacional está colapsado por improvisación, empresas como Sidor tienen tres meses sin producir una tonelada de acero, las comunicaciones de larga distancia han sido suspendidas por las empresas internacionales, muchas líneas aéreas cancelan sus vuelos al país, otras excluyen de sus estados financieros las operaciones en Venezuela, y al final, todo ello se traduce en una triste cifra: el 81% de los venezolanos se encuentra en situación de pobreza. Se ha pretendido erróneamente construir una sociedad sin propiedad privada, y lo demuestran las masivas y fracasadas expropiaciones, y la negativa a promulgar la ley de titularización de viviendas otorgadas por el gobierno a los estratos populares, pues así dispone de una herramienta más de coacción y chantaje, potenciando al Estado como empresario, interventor, empleador y proveedor de asistencialismo, no para resolver los problemas estructurales de la pobreza, sino para mantener subyugadas a las clases menos favorecidas, pieza clave de la estrategia del gobierno.

En cuanto a la rampante corrupción, apreciado Robert, algunos analistas estiman que el saqueo perpetrado al patrimonio nacional supera los US$ 300 millardos, con billonarias cuentas de un largo listado de figuras del chavismo en el sistema financiero internacional, sin hablar del regalo a causas políticas afines como las de Podemos en España y los países del ALBA. ¿Es acaso concebible que un país en quiebra y con hambre siga regalando petróleo y dinero a Cuba y a los países del Caribe? ¿No es natural que el país reaccione ante tamaña ignominia? ¿Y qué decir de las actividades de narcotráfico y lavado de activos que compromete a altos funcionarios, oficiales de la FA y hasta miembros del entorno presidencial? Las investigaciones internacionales seguirán ampliando lo que apenas aflora como la punta de un “iceberg”. El libro de Tablante y Tarre: “El Gran Saqueo”, aporta suficientes elementos de juicio a ese respecto.

Ha llegado el momento, estimado Robert, de elevar la voz, de salir a la calle sin violencia, y de propiciar por medios constitucionales un cambio de orientación política, en favor de lo cual se expresó el pueblo el 6D. He afirmado sin reservas que hay que otorgar un voto de confianza y de apoyo a la AN en una crisis tan delicada y profunda, pero si la Asamblea no fuese capaz de hacer valer sus atribuciones y defender el mandato popular, sería también desbordada por la crisis.

Bien dices que este régimen, sin talante democrático, aferrado al poder “con todo” (Maduro dixit), y amenazando con insurrección, no sale del poder por medios democráticos. Eso lo sentí en carne propia en meses anteriores al 11A, cuando le insistí con genuina vehemencia a Chávez  sobre la necesidad de un diálogo para evitar una crisis política e institucional de alcances insospechados. Pero Chávez quiso pasar a la historia como un revolucionario, disruptivo, que impone, y no como un estadista incluyente y de diálogo. Por ello, la resistencia activa no violenta ante las decisiones ilegítimas del régimen, la toma de la calle por medios pacíficos, las vías legales para el cambio de régimen, y la desobediencia civil a las atrocidades del régimen, lucen como único camino de salida.

Los presos políticos, los exiliados, los perseguidos e inhabilitados claman por la restitución de su libertad y derechos. Los medios de comunicación asfixiados por la hegemonía informativa del Estado  o la falta de papel, sucumben sin poder comunicar al país noticias y opiniones críticas. La comunidad internacional es cada vez más sensible a los crecientes atropellos al Estado de Derecho, en especial por la situación de los detenidos políticos y el intento de cercenamiento a las facultades de la AN, como ya lo hicieron con Gobernadores y Alcaldes incómodos para el régimen.

Pero a la vez, Robert, notables acontecimientos están ocurriendo en nuestro entorno regional. Gústeles o no, el sol comienza a brillar de espaldas a los regímenes de izquierda radical, por su incapacidad para atender las necesidades de los pueblos, por el abuso de poder, por su aversión a la libertad, y por tantos robos y atropellos. Los socialistas de convicción ven con horror cómo la carta de presentación del Socialismo del Siglo XXI es la de estruendosos fracasos, a la cabeza de los cuales se encuentra el cuestionable ejemplo de Venezuela. De allí que los resultados del 6D en nuestra patria, el triunfo de Macri en Argentina, la negativa boliviana a la reelección indefinida de Evo Morales, la crisis política en Brasil asociada a la corrupción en Petrobras y el PT, y los recientes balances comiciales en Perú, donde dos movimientos de centroderecha se disputarán la segunda vuelta, hagan recordar las palabras del difunto Chávez parafraseando las Sagradas Escrituras: “El que tenga ojos que vea; el que tenga oídos que oiga”.

Comparto tus inquietudes sobre la pasividad de muchos venezolanos. Creo con convicción en el papel vital que le corresponde a la nueva generación de venezolanos a la cual perteneces, en la construcción del futuro, y admiro el arrojo de tantos jóvenes que han sacrificado sus carreras y hasta han ofrendado sus vidas, por la libertad del país. Pero no considero justo colocar sobre sus espaldas el pesado fardo de sacar al país del marasmo en el cual está sumido, y frenar el inconmensurable costo del éxodo de más de un millón de venezolanos al exterior. A ello deben también responder las generaciones maduras, y quienes por acción u omisión permitieron que el país fuese llevado al difícil trance en el cual se encuentra, impensable hace tan solo 18 años.  

En fin, estimado amigo, el 11A se trató sin éxito de salvar al país de esta tragedia. En esa fecha no eludí, bajo el riesgo de mi integridad personal y de mi vida, la responsabilidad de tratar de impedir la actual crisis múltiple que agobia al país, y que se veía venir como la crónica de una muerte anunciada. Comparto tu observación de que ya no es del caso mirar hacia atrás, como no sea para aprender de los errores. Eso sí, el tiempo transcurrido confirma que ante una dirigencia gubernamental corrupta, sin escrúpulos ni compromiso democrático alguno, cuyo único objetivo fue llegar al poder por la vía electoral para demoler la democracia desde adentro, apoderarse del botín, pauperizar a la clase media, sembrar la lucha de clases, destruir la inversión y la iniciativa privada, establecer un modelo de estatismo exacerbado, de entrega al país a los cubanos y de privilegio a intereses foráneos, todo ello explica por qué en ese difícil y distante abril, la forma elegida para salvar la democracia fue detener el proyecto castro comunista del régimen, para llamar prontamente al pueblo, en su condición de depositario del poder constituyente originario, a limpias elecciones para la relegitimación de los poderes, y de esa forma enrumbar de nuevo al país por la senda de la libertad, prosperidad y democracia. Venezuela no estaría como ahora a la zaga del mundo, sino a la cabeza del liderazgo de América Latina, y nuestra población estaría disfrutando de un merecido y justificado nivel de bienestar y de progreso.

Con amistad y sincera estima,

Pedro F. Carmona Estanga

Bogotá, 11 de abril de 2016

 

“Para la verdad el tiempo, para la justicia Dios”.

 

Ver también Robert Gilles Redondo: Carta abierta a Pedro Carmona Estanga