De una manera cínica y desproporcionada, Nicolás Maduro, en cadena nacional de radio y televisión, instaló desde el Palacio de Miraflores la Comisión por la Verdad, justicia y reparación de las víctimas de la violencia política en el país, en momentos cuando la tensión del pueblo está en su máxima expresión, debido a su testarudez de aceptar la voluntad popular de la gran mayoría de venezolanos que exigen un cambio político, económico y social, y una reconciliación del país. Pues bien, esta bendita comisión es una provocación a la disidencia y a las organizaciones políticas que hacen vida en la Mesa de la Unidad Democrática, en virtud de la reciente decisión del Tribunal Supremo de Justicia de declarar Inconstitucional la Ley de Amnistía y Reconciliación aprobada por mayor calificada en la Asamblea Nacional, que no sólo fue una promesa electoral, sino una realidad apegada a la Constitución Nacional.
Resulta inverosímil que Maduro haga ver a la comunidad internacional que él y su gobierno son garantes de paz y respeto a los derechos humanos y fundamentales, cuando tilda de asesinos, hampones, terroristas y demás descalificativos, a quienes hoy se atreven a pensar distinto y a levantar su voz de rechazo y de protesta al modelo político, autocrático y autoritario que existe actualmente, en donde por protestar y exigir justicia, condenan a las mazmorras del Sebin, de Ramo Verde y cárceles de delitos comunes, a inocentes que nada tienen que ver con los crímenes que este gobierno pretende sembrarles.
Resulta bochornoso que Maduro designe a Aristóbulo Istúriz, vicepresidente de la República, como coordinador jefe de esta comisión de la mentira y de la pérdida de tiempo, a Larry Davoe, como secretario ejecutivo, y lo más descarado es, nombrar miembros permanentes de la misma a Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de la República, a Tarek William Saab, Defensor del Pueblo, a Delcy Rodríguez, canciller de la República, a Hermann Escarrá y a José Vicente Rangel, cuando todos sabemos el talante antidemocrático y del ejecútese del mal que les caracteriza. No obstante, con gran alarde dice que la MUD y no asistió a su show mediático y que allí están cuatro sillas para que sean ocupadas por dirigentes de la unidad, lo cual resulta incongruente porque ellos asumen una mayoría oficialista y dejan la sobra a la MUD y a gran mayoría de venezolanos que se pronunciaron por un cambio.
Como es característica de dictadores y violadores de derechos humanos, hacen ver que ellos son los buenos y quienes les adversan son los malos; pues bien, dijo extender su mano para el diálogo nacional, cuando está apuñaleando la decisión de un pueblo y torpedea todas las funciones legislativas de la Asamblea Nacional, otorgando al Tribunal Supremo de Justicia atribuciones que no les corresponden en el marco jurídico ni parlamentario.
No puede haber paz sin justicia, no puede haber diálogo donde hay un solo intérprete de la verdad. El diálogo se construye desde el respeto al pensamiento plural y a la diversidad de criterios. No puede haber un pensamiento único, ni enculillado porque estaríamos perdiendo nuestro emporio democrático. La una ruta de la verdad, de la justicia, de la reparación, del perdón y de paz sólo es posible en niveles de tolerancia y de igualdad.
Lo que es bueno para el pavo es bueno para la pava. Es decir, Maduro no puede hablar de diálogo y reconciliación cuando el trasfondo político es hundir y perseguir a la disidencia. No puede buscar el perdón sin justicia, y una muestra palpable de su desatino y de su enfoque de confrontación y enfrentamiento es, decretar inconstitucional la Ley de Amnistía y Reconciliación. El debate de las ideas y de los acuerdos, debería ser normal en una sociedad democrática, pero en Venezuela es un delito diferir del modelo político en estado de extinción.
Ya el pueblo se cansó de las enésimas comisiones de la verdad instaladas por esta revolución y a los llamados de diálogo, porque quienes pisotean la mesa, precisamente son ellos. En Venezuela sólo habrá paz, reconciliación, verdad, justicia y entendimiento, cuando por la vía constitucional salgamos de Nicolás Maduro de la presidencia de la República, porque él es enviado del mal, que actuando como abogado del diablo, nos ha hundido en una debacle político, económica, social y moral de daños incalculables. El diálogo y la verdad son con nuestro pueblo. No somos títeres ni marionetas de un circo, somos la representación y la voluntad de un pueblo y eso se respeta. Así que no le hacemos el juego al monólogo de Maduro.
Bernabé Gutiérrez
Secretario Nacional de Organización
Acción Democrática
@adbernabe