Ese estribillo del Presidente, cada vez que convoca al mismo grupito de siempre al Palacio, de que ahora Miraflores si es del pueblo, una expresión por cierto tan vacía como el acuñado por el régimen en relación con la propiedad de Petróleos de Venezuela (Ahora Pdvsa es del pueblo), es algo que debe llamar la atención de todos quienes observamos la realidad de lo que está pasando verdaderamente en el país; porque, de verdad, pensará Maduro que la gente es tan tonta para creerse el cuentico según el cual los venezolanos tenemos franco acceso al poder.
Analicémoslo en frio: en primer lugar, ¿quién es el pueblo? ¿Es el pueblo solo el puñado de personas pagadas por distintas instituciones del Estado, para ser concentrados en la sede del Poder Ejecutivo por el régimen cada vez que al Presidente se le antoja dirigirse al país, en actos que son transmitidos a través de la red de medios de comunicación social? ¿O pueblo somos todos, donde necesariamente habría que incluir a los casi 8 millones de venezolanos que sufragamos por el cambio en las recientes elecciones parlamentarias? Pero, como se sabe, Maduro no dialoga ni quiere saber nada de quienes lo adversan.
En segundo lugar, ¿qué significado tendrá para el Presidente entrar a Miraflores? Porque entrar a un lugar, de acuerdo con nuestro humilde entender no significa necesariamente disfrutar de los beneficios que, en este caso, representa el poder. Cualquiera humilde persona, pobre de solemnidad y con el “estómago pegado del espinazo”, puede entrar a un banco cuyas arcas se encuentren repletas de dinero, y eso no debe constituir motivo de orgullo para el pobre hombre, porque eso no abona nada a su cuenta personal. Y eso es exactamente lo que está pasando con esa gente que, algunos pagados y otros engañados, van con entusiasmo a Miraflores, trasladados en trasportes de los cuales privan a sus usuarios habituales y con su buena logística para que se sientan a gusto, pero de la puerta no pasan.
Porque, cabría preguntarse también, ¿son estos humildes venezolanos beneficiarios reales de la mega millonaria masa de divisas recibidas por el Estado durante los últimos años por la venta del petróleo que se supone es “de todas y de todos”, para afirmar como lo repiten que “ahora Pdvsa es del pueblo”? Señores a los socios del régimen tanto en Brasil como en Argentina, se les juzga actualmente por irregularidades infinitamente menores a las que acumula el régimen chavo-madurista en sus expedientes a diversos niveles y porque no cuadran las cuentas del gasto en relación con los supuestos beneficios socioeconómicos de los que hacen alardes en la más dispendiosa campaña propagandística que despliegan, sin parangón en la historia del país. Quien tenga cerebro que le eche coco.
Ahora, volviendo sobre la entrada a Miraflores, tendríamos que preguntarnos tan bien: ¿Podría pensarse que estos eventuales visitantes tienen acceso a los mismos beneficios que tienen sus anfitriones, como tener un gasto en vestimenta parecido, tener garantizada su seguridad personal con nutridas escoltas, papearse y tener acceso ilimitado a los dólares para viajar, beber y disfrutar de todos los placeres de la vida como lo hacen el Presidente y todo su entorno? Y agregaríamos a lo anterior, ¿Mientras el Presidente y sus allegados realizan la cantidad de viajes inútiles a distintos países del mundo, sin incluir a quienes según denuncias utilizan aviones privados para fines tan ruines como traficar con drogas, cuánto le cuesta al hombre humilde de nuestro país trasladarse desde su lugar de residencia y su trabajo y viceversa; y cuánto conseguir la bolsita de comida cuyos productos se alejan cada día más y de manera perversa de su mesa? Ah, para nuestro también humilde entender, eso significaría realmente tener acceso a Miraflores, o sea, al poder.
Pero, también en esa tónica de engaño, llegamos a escuchar del Presidente las expresiones más insólitas, un tanto parecidas a las que oímos pronunciar al difunto Chávez cuando le hablaba a una humilde adjudicataria de una de las viviendas de la respectiva misión, en transmisión encadenada, según la cual, ni él mismo podría pagar con su sueldo lo que realmente costaba aquel apartamento. Pues bien, Maduro con su cara bien lavada, les dijo a los asistentes a su convocatoria del pasado jueves en Miraflores para protestar contra la entrega de los documentos de propiedad a los adjudicatarios de la Misión Vivienda, que su mayor deseo sería irse a vivir con la “Primera Combatiente” a uno de esos hermosos lugares donde están construidas esas unidades residenciales. Y ese es el flamante Jefe de Estado que nos gastamos. Por eso me atrevo a formular mis dos últimas preguntas de este escrito. ¿Es este el Presidente que merecemos los venezolanos, o tenemos razón quienes exigimos su revocatorio? Dígalo ahí.
@JJMorenoA