Francisco Pantaleo-Gandais: La criminal pobreza del totalitarismo

Francisco Pantaleo-Gandais: La criminal pobreza del totalitarismo

Si hay algo metódico en el totalitarismo absoluto es la ruina de su pueblo. Es la receta milenaria para someter por debilitamiento. Un pueblo débil, ocupando sus horas de existencia en su supervivencia, no tiene tiempo para protestar por derechos políticos. La sola existencia se convierte en un lujo; y si a la miseria se le suma la ignorancia, se completa la incapacidad absoluta que establecerá a la esclavitud absoluta ante su absoluto y único proveedor de mendrugos: el Estado.

Quien vive en la Venezuela de la segunda década del siglo XXI, reconoce estas palabras como un retrato de su realidad, a la que se le debe agregar la inexistencia de sistemas civilizados, en lo judicial y en la seguridad ciudadana. Un hecho que impunemente permite desenvolver (y hasta fomentar) a la criminalidad sin obstáculos. Una criminalidad que fue estatizada con el fin de convertirla en tropa defensora del sistema totalitario que secuestró al país y a la república.

El famoso “Caracazo” de 1989, fue el inicio de la asociación de factores castro-comunistas con organizaciones criminales. Estos montaron un escenario de disturbios a los fines de dar la impresión que se trataba de una manifestación netamente popular. Sus mayoritarios saqueos fueron en negocios de electrodomésticos, bajo consignas de “el pueblo tiene hambre”. Hechos que no solo delatan la falsedad de su “popularidad”, sino además su criminalidad. 10 años después, en 1999, tal sociedad criminal comenzaba a estatizarse para que en tiempo se delataran sus iniciales intenciones. La violencia barbárica y el crimen han sido los principales capitales de los “rojos-rojitos” desde aquel febrero del 89.  

Lo de la miseria y el atraso (o subdesarrollo) son fundamentos del totalitarismo universal. Lo particular en casos como el castro-chavismo venezolano es el descontrolado nivel de criminalidad. La lógica lleva a construir la tesis de que la “revolución roja” tenía que hacerle contrapeso (y de ser posible destruir) a los cuerpos armados del estado venezolano que fueron creados para la defensa de los principios democráticos – inclúyanse en estos los de la justicia y los de los derechos humanos. No se trata de beatificar a los militares y cuerpos policiales de los “40 años”, pero aún en su controversial desempeño, dominaban dentro de estos cuerpos, los valores de defensa de la civilización y la democracia. Nada más conspirador contra el totalitarismo barbárico, que necesitaba tener tropa armada contra estas fuerzas armadas democráticas.

En 200 años Venezuela ha sufrido de 160 años de dictaduras, ello fomentado por el modelo presidencialista que no es otra cosa que una versión edulcorada de la monarquía absolutista.

El Estado Nacional venezolano, para 1958 quizá tenía estructura y presencia –a lo mucho- para atender al 5% de los municipios del país. Hasta entonces Caracas fue la ciudad a desarrollar y el desarrollo del resto del país quedó relegado. Tal nivel de atraso ajustaba con la estructura totalitaria que minimiza los servicios públicos y sus infraestructuras, con el fin de debilitar a la población. Nadie puede tener suficiente riqueza como para derrocar al régimen. Un pueblo hambriento e ignorante es esclavo del Estado.

Juan Vicente Gómez, fundó la Hacienda Pública nacional para maximizar el cobro de “su” dinero, no para tener fondos para el desarrollo del país. Pacificó al territorio acabando con los caudillos o señores feudales regionales, para tener control absoluto de su gigantesca “finca” llamada Venezuela, no para proveer la estabilidad que generase el desarrollo del país. Construyó un sistema nacional de trochas (a las que llamó “carreteras” – algunas lo fueron), que le ayudó a transportar las tropas (con menos lentitud que la que encontró al llegar al “trono”), apenas construyendo vías asfaltadas y amplias, capaces de soportar grandes flujos vehiculares para el transporte del desarrollo. Las contadas excepciones resaltadas por sus admiradores, confirman la escasez de beneficios colectivos.

Marcos Pérez Jiménez, tuvo por ser el gran maquillador de Caracas, dejando a Antonio Guzmán Blanco en el segundo lugar histórico. La estética, la mentira y la propaganda fueron los antivalores que aprendió de la escuela nazi de Goebbels.  

Le alaban sus modernos hoteles, paseos y edificios públicos en Caracas – que a nadie podían ofrecer mejores condiciones de vida, tales como educación, salud, agua, electricidad, etc. Todo era imagen de modernidad, dejando intacta a la miseria del país.

La “Ciudad Universitaria” de Caracas nunca fue su proyecto y de no haber sido por lo impresionante de su diseño arquitectónico, seguramente que hubiera sido abandonada, tal como lo hizo con las miles de escuelas y liceos que estaban planificadas para todo el país, desde el trienio 1945-48. Esta magna obra había sido iniciada en 1943 y terminada su última edificación en 1995. El dictador de Michelena apenas terminó el 15% de sus edificaciones… pero con que ¡RUIDO!

La Autopista Caracas-La Guaira fue iniciada en 1946, pasando por cuatro presidentes antes de ser terminada por este militar andino ¿Quién no ha visto la película y los recortes de prensa –hasta internacional- que glorifican su nombre a costa de la creatividad y el esfuerzo de otros mandatarios que le antecedieron?  Acaso no ocurrió igual con sus pocas autopistas y puentes, junto a “su” represa  y (su montaje de) siderúrgica, todos proyectos diseñados a finales de los años 40, que sufrieron el secuestro de su falsa autoría, para que antes de ser llevados a nivel nacional, se ubicaran en Caracas y en algunos sitios del interior del país.

Los pocos super-hospitales que terminó (no comenzó), habiendo sido proyectados e iniciados en 1948 para que fuesen inaugurados en 1953, luego de haberse construido las redes de servicios públicos (de las que nunca se ocupó), terminaron convertidos medicaturas ya que no habían servicios suficientes para su operación y menos para darle vivienda y calidad de vida al personal que les debía operar. Todo fue para su show mediático – el cual aún goza de grandes aplausos entre indolentes e ignorantes, ya que hasta ignoran el dolor del pueblo descrito en aquella Carta Pastoral de Monseñor Arias Blanco el 1ro de mayo de 1957. El atraso nacional fue tal que las mentiras de sus propagandas provocaron la mayor migración hacia la capital. ¿Será que las farsas propagandistas del chavismo podrán ilustrar a los ilusos fanáticos de Pérez Jiménez sobre como se miente en dictaduras? Claro que este régimen rojo-barbárico ha servido para justificar al megalómano de Marcos Evangelista, “quien al menos hizo (algo)”

La democracia se ocupó de lapidar por décadas todas las miserias de los dictadores pasados, así como también, aplastó a las invasiones castro-comunistas. Por cada tonelada de propaganda del general o bala del comandante cubano se construyeron miles de kilómetros de vías asfaltadas, cableados eléctricos y telefónicos, junto a acueductos y cloacas. Gracias a tales servicios se hicieron por cientos los puentes, bibliotecas y hospitales; por decenas las universidades; por miles las medicaturas y por millones las viviendas públicas. El desarrollo físico fue reforzado con educación, leyes democráticas, programas sociales y sobre todo, se sacó a una gigantesca cantidad de personas de la pobreza. Se “construyó” a un venezolano con capacidades propias para desarrollar un mundo que supuestamente le iba a pagar con desarrollo. Se construyó a la (cultura de la) clase media, esa que cree en su capacidad.

Sin embargo, la ironía atacó a la democracia con el mismo desarrollo que esta había construido. Por un lado, aquel Estado Presidencialista diseñado para someter con pobreza y no para gerenciar desarrollo, terminó por colapsar antes el mismo desarrollo. Por otro lado, el desarrollo eléctrico fomentó a los medios radioeléctricos, haciendo que el contacto humano de la política fuese suplantado por el electoralismo mediático. Los dirigentes de partidos y del Estado fueron seducidos por los shows que les hicieron olvidar al país. Entonces, lo pagamos caro y ahora mucho peor.

Aquella gerencia de la polis, la política, que trajo el desarrollo del venezolano y del país, fue desplazada por las guerras de poder para que dieran impunidad a la corrupción. Los principios democráticos constitucionales fueron traicionados por el hiperpoder presidencialista que legaliza a un rey, una corte y su beneficio exclusivo.

Para 1998 aquello que fue construido para el beneficio del venezolano y que colocó al país entre los modelos de desarrollo del mundo; a partir de los años 80 fue abandonado para conspirar contra la intención y uso con los que fueron realizadas tales obras. Aquella medicatura, escuela, hospital, etc. tomaron un carácter ruinoso e inoperante, logrando crear un descontento que trajo al grupo castro-comunista que se ocupó de mentir, destruir y saquearnos como jamás antes lo hemos sufrido en nuestra historia.

En 200 años de monarquía edulcorada con presidencialismo y accesorios democráticos, apenas 40 años fueron de reyes generosos que nos dieron beneficios. Los otros 160 (y pico) hemos tenido a totalitaristas que se han ocupado de institucionalizar a la pobreza.

De aquel primer intento de democracia entre 1958 y 1998, quedaron algunas cosas por resolver. Una muy importante fue la creación de un Estado que estuviese bajo Control Plural para evitar abusos de minorías. Necesitamos crear un nuevo modelo administrativo plural que además incluya a las regiones y a la sociedad civil. El estado democrático exige pluralidad porque el desarrollo es plural. En esto trabajamos en “Primer Poder” A.C. con nuestra propuesta del Estado Plural.

Hay dos grandes conclusiones de todo lo dicho:

1- “El Primer Poder de la democracia es el ciudadano. Así como el Primer Poder del desarrollo es la democracia” (Lema de “Primer Poder” A.C.) La democracia nace en la ciudadanía, es decir en la sociedad civil, no en los militares; y

2- El totalitarismo (el Control Unitario) y su estructura (como la presidencialista) es un modelo productor de pobreza y abusos contra la ciudadanía.

Publicado originalemente en Primer Poder A.C.

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