El poder en el siglo XXI es “más fácil de obtener, más difícil de usar y más fácil de perder”, repite como un mantra el prestigioso analista internacional Moisés Naím, que arremete contra la “necrofilia ideológica” presente en todas partes.
Y entre los muchos ejemplos que pone para ilustrar su teoría sobre la volatilidad del poder cita a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP): “Sus decisiones antes sacudían al mundo, ahora se reúne y el mundo bosteza”, señala Naím (1952) en una entrevista con Efe.
“Es muy importante entender que este mundo ya no es como era antes”, afirma este escritor y columnista venezolano afincado en Washington y que publica ahora “Repensar el mundo” (Debate).
Con el subtítulo “111 sorpresas del siglo XXI”, este libro reúne otras tantas columnas publicadas en la prensa internacional entre 2009 y 2015, divididas en once categorías temáticas, pero unidas por cuatro propósitos: sorprender, conectar, repensar e informar.
Otro ejemplo candente de cómo es el poder en el siglo XXI, según Naím, está en Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff enfrenta un posible juicio político de destitución por decisión de la Cámara de Diputados, que ahora está en manos del Senado.
Y el tercero, e igualmente de actualidad, está en los llamados “papeles de Panamá”, que han puesto de relieve “la existencia del control de activos y de dinero de gente muy importante de manera anónima” y ha costado el puesto al hasta hace poco primer ministro islandés Sigmundur David Gunnlaugsson y al titular español de Industria, Energía y Turismo José Manuel Soria.
Pese a que en el siglo XXI es más fácil perder el poder cada vez hay más gente interesada en intentar el asalto tanto desde la izquierda como desde la derecha.
“¿Qué tienen en común Donald Trump en Estados Unidos y Podemos en España?”, se pregunta Naím, y responde: ambos son fenómenos políticos recientes, que logran más de lo que se esperaba y que hoy en día tienen menos poder del que tuvieron en su máximo apogeo.
Otro fenómeno asociado es que cada vez hay “más crispación” debido a esta “proliferación de actores y protagonistas que alcanzan suficiente poder para tener un rol y bloquear o vetar iniciativas de otros, pero no pueden imponer su agenda o sus decisiones”.
Ese bloqueo, dice, se está viendo en muchas partes, por ejemplo, en Estados Unidos y en España, donde no se logra formar gobierno.
Y esto, continúa, viene asociado a otra tendencia que Naím denomina la “necrofilia política o ideológica” y que define como “un amor apasionado por las ideas muertas, ideas que han sido probadas una y otra vez y no funcionan, siempre dan malos resultados”.
Pero aún así y a sabiendas, los que quieren alcanzar el poder las repiten porque saben que son atractivas y hay gente que se las van a comprar”, “saben que prometen cosas que no podrán cumplir, pero las prometen porque hay gente que necesita que les mientan”.
Lo “lamentable” es que “nadie tiene el antídoto para la necrofilia política, que aparece a la izquierda y a la derecha” y en todos los ámbitos de la sociedad desde los políticos a los empresarios pasando por los periodistas o los intelectuales.
Sobre su visión del mundo, Naím comenta que “Latinoamérica está en fin de fiesta tras vivir uno de sus mejores periodos, con la creación de la clase media más numerosa de su historia”.
La región se enfrenta ahora a las convulsiones económicas de manera dispar, pero a su juicio los que están en una situación peor son Venezuela, “que ya es un estado fallido”, y Brasil.
Sobre Europa, advierte que “no se recuperará de manera importante ni será un motor de crecimiento hasta que no se integre y vaya más adelante en la profundización de su integración económica”.
España, Reino Unido e Italia son, en su opinión, los que mejor están remontando la pendiente de la crisis.
Naím pide “más Europa” porque no quiere vivir “en un mundo en el que las voces predominantes sean las autarquías como Rusia o China”.
Finalmente, aplaude el legado del presidente Barack Obama, quien “pasará a la historia no solo por lo que hizo sino por los errores y las tragedias que evitó”, mientras que del papa Francisco dice que “es una buena noticia” para la iglesia católica y para el mundo. “Absolutamente sí”, subraya.
Catalina Guerrero/EFE