“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”.
Declaración Universal de los Derecho Humanos, Art. 25
Un país democrático es aquel en el que están garantizados los derechos ciudadanos. La democracia es el sistema de Gobierno del pueblo y para el pueblo, cuyo pilar fundamental es la libertad; libertad en todos los aspectos de la vida, de reunión, de comunicación, económica y social. De tal modo y por disposición en contrario, en un país donde reina la intolerancia, la violencia, la discriminación y el irrespeto no hay democracia. Tal es la situación que vivimos en Venezuela, un país en crisis, donde subsistir se ha convertido en una proeza, empezando por el drama y la angustia por la que atravesamos todos los venezolanos intentando llevar el sustento a nuestros hogares, todo lo cual se ha convertido en un vía crucis de dimensiones insólitas.
El problema es que la inflación galopante nos desborda, el dinero no alcanza, el poder adquisitivo está por el suelo, por lo que muchos han tenido que renunciar a sus puestos de trabajo formales para buscar alternativas que le ayuden a palear la situación y sobrevivir a la crisis, esa solución la han encontrado en el bachaqueo. La distorsión económica nacional que atravesamos ha convertido al bachaqueo, en una ocupación formal, casi en una profesión, donde la gente produce un ingreso que le permite combatir la inflación, en una suerte de contrabando profesional a través del cual aprovechándose de la necesidad de otros, revenden los productos de primera necesidad a precios exorbitantes. Se trata de productos básicos, regulados en su mayoría, es decir, leche, pañales, café, azúcar, pasta, papel toilette, harina pan y arroz, entre otros, los cuales se encuentran entre los productos que integran la denominada cesta básica familiar. Así es como los bachaqueros aprovechan la brecha entre el precio de los productos regulados y lo que realmente cuestan en la calle y se hacen de un dinerito, y por otro lado la gente al no encontrar los productos a su alcance, acude en su desesperación a este centro ilegal que impone sus propias normas frente a la mirada impasible del gobierno nacional. No se puede tapar el sol con un dedo, es triste pero el bachaqueo existe porque no hay familia que no haya bachaqueado algo estos días, como consecuencia de la escasez, el acaparamiento, del control de cambio y para algunos de la guerra económica.
La historia es que el bachaqueo se ha convertido en uno de los ejes y pilares fundamentales de la economía nacional, nace de las medidas económicas implementadas por el Gobierno, donde lamentablemente no se sanciona al infractor sino al consumidor que no consigue los productos, que debe hacer largas e interminables colas, a quien cada vez se les restringen más sus derechos fundamentales a través de la implantación de medidas y controles absolutamente ineficientes, en fin, lo cierto es que hoy los venezolanos compramos la mitad de lo que necesitamos y nos sacrificamos en grado sumo a la hora de adquirir los alimentos. La realidad es que la regulación de precios de los productos de primera necesidad no ha funcionado porque ha producido un desabastecimiento brutal, se trata de un negocio lucrativo, por lo que hasta que el propio gobierno no se dé a la tarea de sincerar los precios de los alimentos y medicinas, de abrirse al libre mercado, me temo que el bachaqueo continuará por algún tiempo más.
Además siento que hay cierta complicidad del Gobierno, porque las mafias se estructuran con el aval de las autoridades. Se trata de un problema integral donde deben tomarse en cuenta muchos factores que definitivamente inciden en la crisis, pero sin embargo, el Gobierno no asume la situación en toda su gravedad y lejos de resolver, reparte bolsas de comida de manera discriminatoria, a unos si a otros no, generando más rencor y división, mas intolerancia. Definitivamente no hay interés en resolver la crisis alimentaria, creo que piensan que es preferible dejar las cosas como están y no involucrarse en la búsqueda de soluciones reales al problema, de tal modo que en mi parecer mientras no se tomen medidas eficientes la situación tiende a agravarse.
El derecho a la alimentación es un derecho humano fundamental consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La seguridad alimentaria es un derecho universal insustituible y es un deber ineludible de los Estados, consagrado además en nuestra Constitución Nacional. Este Derecho Humano incluye, además, no solo el derecho a no pasar hambre sino además al acceso a los servicios básicos como agua, electricidad, salud, entre otros. Hacerse de la vista gorda no contribuye a nada, ni siquiera ayudará al Gobierno a salir a flote porque independencia y seguridad alimentaria son pieza primordial para el alcance de los objetivos sociales, económicos y humanos de una Nación, un pueblo pasando hambre puede convertirse en un instrumento ciego para su propia destrucción.
MARIA AUXILIADORA DUBUC
@mauxi1