Sin ser adivino ni experto internacional, pero sí con algún recuerdo de la historia revolucionaria socialista, sus desastres, triquiñuelas y un mínimo de sentido político para predecir lo que puede pasar con la ilusión de solicitar la aplicación de la Carta Democrática ante la OEA.
Con el triunfo en las parlamentarias a la MUD le ha sido difícil, no ha sabido, no ha querido o no ha podido por las razones -que no vale la pena analizar y que todos sospechamos- poner al oficialismo contra la pared, a pesar de tratarse de un Gobierno torpe y equivocado. Por ser así y no pensar ni aplicar soluciones eficientes, es que cada día pierde más popularidad y mucha credibilidad. No obstante mantiene ayudas bien controladas.
El madurismo ha logrado, con transgresión de normas e irrespetos constitucionales –no sólo del texto de los artículos, sino de lo que se conoce como “intención del legislador”- entorpecer las intenciones, objetivos y labor de la mayoría en la Asamblea en todo lo que propone y decide. Eso puede ser visto como una autodefensa, seguramente así lo ven miembros radicales del Polo Patriótico, del PSUV y otros rojos de visión restringida e interesada. Lo que cuenta es que este abuso del oficialismo con la ayuda de otros poderes –Sala Constitucional del TSJ y parte de la FANB- ha puesto contra las cuerdas a 112 diputados electos que ahora son 109 y que mañana nadie sabe cuántos quedarán. Esa, nos guste o no, es una realidad que se impone y nos da en la cara.
En consecuencia, y en busca de alternativas, la MUD recurre al exterior, con la esperanza de obtener apoyo. Encuentra y hace suyas la victoria de Macri en Argentina, la desgracia de Dilma en Brasil y el rechazo a la reelección de Evo en Bolivia. Logra convencer al Secretario General de la Organización de Estados Americanos –OEA-, ex canciller uruguayo Luis Almagro -que perdió el afecto y respaldo de Pepe Mujica, su mentor-, se ha convertido en paladín de la MUD y en una contrariedad diplomática para Maduro, especialmente para su poco ingeniosa Canciller.
Aseguran líderes opositores que es objetivo de primera importancia, lograr que se aplique la Carta Democrática de la OEA en esta Venezuela muy poco democrática. Pensar seriamente que se activará es desconocimiento, utopía e ilusión y una gran inocentada. Son muchos y difíciles los obstáculos que habrá que superar y sortear para no lograr nada más, que algunas fotos de visitas oficiales y unos cuantos titulares en medios de comunicación.
Venezuela invocó la Carta Democrática a raíz de los hechos de abril 2002 contra el Presidente Chávez. La OEA condenó y califico como “una grave alteración del orden constitucional y una ruptura de la democracia”, lo cual ameritaba su expulsión. No fue necesaria porque el tal golpe resultó una payasada y el “gobierno” de Carmona se desmoronó en 48 horas.
Honduras en junio 2009 cuando el Presidente Zelaya fue sacado bruscamente del Gobierno y del país, la OEA aprobó una resolución exigiendo “el inmediato, incondicional y seguro retorno del presidente constitucional.” Sin embargo, Zelaya no fue restituido; Honduras fue expulsada de la OEA y readmitida después.
Paraguay, el Congreso removió al Presidente Lugo en junio 2012 alegando “mal desempeño de sus funciones”, mediante un juicio político sumario de 5 horas. La OEA, estudió el asunto pero no logró acuerdo sobre una sanción. Sin embargo, Paraguay fue suspendido de Unasur y Mercosur, pero no de la OEA.
La OEA es un organismo integrado por gobiernos y sus decisiones siempre responden, se quiera o no, a intereses de los gobiernos y no a los deseos de la oposición o del Secretario General, que es un administrador, un coordinador, pero no quien condiciona. La MUD será víctima de un inevitable revés con Almagro a la cabeza en el intento de impulsar la activación de la Carta Democrática, que servirá para titulares de prensa y atención internacional pero no para estrategias adecuadamente planificadas. Para empezar, tengan la seguridad que los países integrantes de Unasur y Mercosur votarán -mayoritariamente- en contra, al menos por ahora.
Los interesados trataran de minimizar el costo político del infortunio y cometerán otro aun más gravoso; propiciarán lo conveniente a sus intereses y como estrategia el Gobierno, la MUD, la Iglesia, la OEA y cualquier organismo internacional, buscarán una salida salomónica –como acostumbra la política- y establecerán las condiciones para la fundación de una Mesa de Negociación como ya sucedió allá por noviembre 2002. Recurso, por cierto, de triste, frustante y decepcionante recordatorio después de meses de reuniones, sin concluir en nada, excepto en la recuperación y fortalecimiento de Chávez.
Los negociadores –en aquella oportunidad- por el Gobierno fueron José Vicente Rangel, Roy Chaderton, Aristóbulo Istúriz, María Cristina Iglesias, Nicolás Maduro y Ronald Blanco La Cruz, todos aún vigentes en política y en el gobierno con cargos, ahora, más importantes. Es decir, apoyarían deseosos, con entusiasmo y alegría repetir la experiencia que tan buenos resultados produjo.
Diferente es la situación en la oposición. Muchos estarían felices, complacidos, enloquecerían y se pelearían por integrarla, empezando por Timoteo Zambrano, actual diputado posando para los fotógrafos, y Américo Martín, ambos claramente activos. Caso aparte, Rafael Alfonzo –firmó en aquella oportunidad persignándose y bajo protesta- y Eduardo Lapi en el exilio forzoso. Lamentablemente Manuel Cova y Alejandro Armas fallecieron.
Aquella Mesa de Negociación habló, discutió, declaró, continúo hablando y siguió discutiendo; sus miembros aparecieron una y otra vez en los medios de comunicación. Todos se empeñaron en dar la impresión de que estaban luchando a fondo y con importantes perspectivas. Sólo una cosa lograron: que el oficialismo tuviera y aprovechara el largo tiempo para anestesiar al país y aceptar un revocatorio que ganó sin dificultad.
Hoy la historia parece repetirse, sin contar con que los partidos de la MUD, cada uno, anteponiendo sus conveniencias, transformará la selección de la representación opositora en un desfile de pescueceo y arreglos inmanejables.
El oficialismo bajo la conducción de Maduro, está incluso en peores condiciones que Chávez en 2002 y 2003. Este Gobierno necesita desesperadamente tranquilizar, aletargar, apaciguar, a una sociedad cada día, cada cola y cada apagón más indignada, molesta, con hambre, sufriendo y muriéndose por falta de medicinas, por la inseguridad, sin luz, sin agua, sin futuro a la vista ni siquiera de los más optimistas, y con demasiados militares interviniendo –pero no resolviendo- en todos los problemas y actividades.
Los ciudadanos, hartos pero ingenuos y manipulados, se conformarán con el revocatorio para cualquier fecha antes de enero 2017 y eso será lo único que, lamentable y triste, no se logrará. No por falta de voluntad, esfuerzo y deseo, sino por la cantidad de obstáculos que se impondrán. Para prueba un botón: no sólo el CNE revisara las firmas, también lo harán el gobierno y el PSUV. Por si fuera poco una rectora adelanto: se deberán cumplir los 30 días para recolección de firmas y comenzar su validación. Y así vendrán mil arbitrariedades sobrevenidas. Pensar que sería diferente, es una garrafal e imperdonable ingenuidad.
El chantaje de la negociación lo aplaudirán quienes no padecen carestía y les importa poco los sufrimientos ajenos. Todo se tranquilizará –momentáneamente- suspenderán las elecciones para gobernaciones, invocando la crisis económica y la falta de condiciones adecuadas, pretenderán –si conviene- unirlas en el 2017 con las de Alcaldes y Concejales.
Así las cosas, el año 2016 será de negociación. El 2017 de campaña electoral, entre tanto y tanto, el Gobierno, el TSJ y el CNE se las ingeniarán para alcanzar el 2018 para en diciembre realizar las elecciones presidenciales. ¿Es eso lo que quiere la ciudadanía? ¿Aguantará el pueblo miseria, hambre y necesidad todos estos años? ¡Lo dudamos mucho!
La Mesa de Negociación sería, sin duda una burla, una bribonada al deseo y mandato ciudadano. Plantearlo es absurdo y majadero –sin embargo, hay que alertar que ya se conversa al respecto-. Los venezolanos debemos oponernos y rechazar esta nueva trampa caza bobos en la que algunos pretenden involucrarnos sin consentimiento ni autorización abrogándose representación que no tienen. Los independientes son mayoría por algo más del 50%. No lo olviden jamás. Aprendamos las lecciones de vida y experiencias pasadas. No cometamos los mismos errores. Los ciudadanos no perdonaran.
Hacemos nuestras las palabras de Enrique Salas Romer en el año 2003: “éste es un acuerdo blando, un acuerdo que no debemos sobreestimar, que no conduce a ninguna solución de los problemas esenciales, (…) puede ser útil mañana cuando las cosas se compliquen, porque se van a complicar”. Y concluyó: “Si es un diploma de reconocimiento (…) para los integrantes de la Mesa, está bien, pero no lo coloquemos en un pedestal, no tiene trascendencia, no obliga a las partes en algún sentido”.
@ArmandoMartini