La llama olímpica aterrizó este martes en Brasilia procedente de Ginebra, primera escala de un viaje por todo el país antes del inicio de los Juegos de Rio-2016 y quizá el último gran acto de Dilma Rousseff como presidenta.
El avión, cuya llegada había sido inicialmente anunciada para las 06H30 locales (12H30 GMT), arribó con más de una hora de retraso. El presidente del Comité de Organización Rio-2016, Carlos Arthur Nuzman, descendió por la escalera portando una pequeña lámpara flameante.
Con rituales indígenas, a bordo de una canoa hawaiana, suspendida de un helicóptero, a pie o a caballo, la antorcha que regirá los primeros Juegos Olímpicos de América del Sur recorrerá 300 ciudades de Brasil transportada por 12.000 personas hasta llegar al mítico estadio Maracaná de Rio el 5 de agosto.
La llama será recibida ahora por Rousseff para prender la antorcha en el Palacio de Planalto, su centro de operaciones que deberá abandonar la semana próxima si el Senado la suspende para juzgarla por irregularidades en las cuentas públicas.
Rousseff deberá esperar la sentencia final en la residencia presidencial, el Palacio de la Alvorada, por hasta 180 días, cobrando la mitad de su salario. Un capítulo que podría extender la agónica disputa de poder entre la mandataria y su vicepresidente Michel Temer, que ansía su puesto.
Si el Senado aprueba el juicio político, Rousseff será reemplazada por Temer, jefe de la mayor fuerza local, el centrista PMDB, que hasta marzo integró la coalición de gobierno y al que la presidenta acusa de “traidor” y de líder de un “golpe parlamentario” en curso.
Con la dinámica política en su contra y la popularidad por el suelo, Rousseff, una exguerrillera de 68 años, anticipó que luchará hasta el final. Pero el clima de fin de ciclo ya está instalado y, según publicó el diario Folha de Sao Paulo, la presidenta “ordenó vaciar sus gavetas”.
En el mismo momento en que muchos asesores del oficialismo encabezado por el Partido de los Trabajadores (PT, izquierda) preparan sus currículums tras más de 13 años en el poder, los responsables de los Juegos sostienen que son inmunes a la descomunal crisis.
“Desde el punto de vista de la preparación de los Juegos la crisis no afecta en nada porque realmente nuestra planificación y ejecución fueron muy buenas”, dijo el ministro de Deportes, Ricardo Leyser, en una entrevista reciente con la AFP.
– Tregua olímpica –
En el mundo antiguo, la llegada de la llama anunciaba una tregua para que los atletas pudieran trasladarse a Olimpia para la competencia, una referencia a la que Rousseff apeló recientemente para convocar a un tiempo de concordia.
Pero en tanto el proceso de destitución avanza a todo vapor, la mandataria continúa buscando opciones para evitar su catástrofe. El diario O Globo informó el lunes que Rousseff estudia renunciar y pedir al Congreso una enmienda constitucional para celebrar nuevas elecciones en octubre, una iniciativa apoyada por la mayoría de los brasileños.
La opción parece fuera de proporción para la debilidad actual del gobierno, derrotado en forma aplastante el mes pasado en la cámara de diputados cuando se votó el pedido de impeachment contra la mandataria. Pero podría presionar a Temer y sus aliados, que quieren instalarse en la presidencia.
Temer tiene una intención de voto de entre 1 y 2%, según un sondeo reciente, y Rousseff no pierde oportunidad de recordarle que ella obtuvo 54 millones de votos, tiene mandato hasta 2018, y acusarlo de usar el impeachment para tomar el poder sin pasar por las urnas.
Pero si el Senado le baja el pulgar, Brasil se encontrará con la paradoja de tener dos presidentes durante los Juegos Olímpicos, uno suspendido y otro en funciones.
– Problemas propios –
Intentando blindar los juegos de la grave crisis política y la peor recesión económica en décadas, los organizadores esperan una cita que deje en la memoria la belleza singular de una ciudad célebre, con sus montañas, sus playas y su famosa estatua del Cristo Redentor, una de las postales más conocidas del mundo.
Con las competencias ya en el horizonte y la infraestructura prevista casi totalmente lista, aunque afectada por recortes de presupuesto debido a la crisis, los Juegos empiezan a entremezclarse con los titulares del sismo político.
La antesala no fue precisamente un catálogo de buenas noticias en un Rio de Janeiro donde empeoran los índices de violencia y 11 trabajadores han perdido la vida en las obras olímpicas.
Al boom de casos de dengue en Brasil se sumó un brote inusitado de virus del zika, una dolencia también transmitida por mosquitos que trajo consigo un espeluznante salto de casos de bebés nacidos con microcefalia (cerebro anormalmente pequeño) y que encendió alarmas. El país combate asimismo el virus H1N1, que ya dejó 230 muertes este año, y la chicunguña.
La antorcha aterrizó en un Brasil polarizado, inestable y que deriva en un mar de dudas.
AFP