Durante los últimos años, en Pyongyang han proliferado singulares rascacielos «retrofuturistas» gracias a la mejora de la economía norcoreana, donde ha entrado el dinero en un todavía incipiente libre mercado. Por sus amplias avenidas, que estaban casi desiertas cuando este corresponsal visitó el país por primera vez en 2007, circulan numerosos coches traídos desde China, como Volkswagen Passat y Audi A4, o vehículos de la marca Fiparam, además de una moderna flota de taxis que han sustituido a los viejos Volvo, publica ABC de España.
Por PABLO M. DÍEZ/Enviado Especial A Pyongyang
Entre los nuevos edificios destacan los rascacielos de la calle Mirae (Futuro), cuyos apartamentos han sido regalados a científicos y profesores por sus servicios al régimen. Acompañados por los guías del Gobierno, los 130 periodistas autorizados a entrar en Corea del Norte para cubrir el Congreso del Partido de los Trabajadores, entre ellos el corresponsal de ABC, visitamos ayer estos pisos modelo, que tienen 200 metros cuadrados y cinco habitaciones.
«Esto es un palacio. Soy la persona más feliz del mundo, sin preocupaciones. Vivo en el paraíso», exclama Jong Pong-do, esposa de un ingeniero, bajo los retratos de los líderes que decoran el salón de su casa. Aquí vive con su marido, que sigue trabajando a sus 73 años; su hijo, que es artista pero no nos explican de qué; su nuera, funcionaria del Ministerio de Transportes, y su nieto.
Aunque es imposible sacarle a la señora Jong qué es lo que diseña su marido –tan solo nos dicen que es «material»– ni lo que cobra, sí explica que el sistema público de distribución de alimentos reparte por día 700 gramos de arroz para quienes trabajan y 400 para los que no, como ella, así como dos litros de aceite al mes. El resto, como la carne o el pescado, tiene que comprarlo en las tiendas, que también venden electrodomésticos que vienen de China como televisores Haier y arroceras japonesas de la marca Sharp. Por supuesto, no sabe lo que cuestan porque son regalos.
Propaganda o no, la señora Jong representa a esa nueva élite del régimen que usa móviles Arirang y, si puede viajar a China, se trae la maleta llena de botellas de coñac y electrodomésticos. Para ellos, que hacen negocios gracias a sus contactos con el poder, hay supermercados que venden desde champán Moët Chandon hasta carne australiana que pagan con dólares o euros.