Tengo el placer de conocer a Aldo Giordano, Nuncio Apostólico del Papa Francisco.
Visitó la sede del grupo 6to Poder antes de su confiscación por el régimen de Venezuela. Y cuando mi familia le pidió ayuda durante mi huelga de hambre el año pasado, inmediatamente(esto no se sabe hasta hoy) fue y habló con la ministra Delcy Rodriguez y por insistencia de un embajador amigo del cronista, fue y habló con el ministro de Interior Gonzalez Lopez.
Ambas gestiones fueron inoficiosas y dejaron claro hasta qué punto el
régimen del Nicolás Maduro me quiere detrás de las rejas, hasta su
caída. Por cierto no era la primera vez que un Nuncio intercedía por
mi causa, también lo había hecho Pietro Parolin, a petición de Diego
Arria.
Sospecho que el llamado del Nuncio a una mesa de dialogo, tiene detrás
de sí la propia petición personal del Presidente. Ello no quiere decir
que el Nuncio simpatice con el gobierno, porque evidentemente el
socialismo y la Iglesia son dos cosas incompatibles.
La situación del Presidente es la de Allende, con las distancias del
caso, pero con las mismas similitudes económicas.
Tanto en Chile como en la de Venezuela de hoy, los socialistas
destruyeron el país.
Los últimos meses del gobierno de Allende se parecieron a una tragedia
griega. Todos los actores presagiaban un mal final, pero nadie hizo
mucho por evitarlo. Allende intuyó, en la desesperación de esas horas,
que la figura del Cardenal Raúl Silva Henríquez podía ser su último
bastión para encontrar una salida, y por eso solicitó su mediación
para concertar una reunión, primero con el ex presidente Eduardo Frei
Montalva y, posteriormente, con el máximo dirigente de la Democracia
Cristiana, Patricio Aylwin. La personalidad del Cardenal Silva era la
de un Nuncio, era un hombre de diálogo y de la diplomacia.
En sus “Memorias”, Silva Henríquez rememora detalles de esos
inquietantes momentos. Su absoluta certeza de que venía lo peor y su
empatía con el miedo de Allende ante el obscuro porvenir, lo llevaron
a apostar por la única alternativa que le pareció viable: el diálogo.
Sin embargo, la suerte ya estaba echada: la Unidad Popular, el partido
de gobierno, no le dio un margen de negociación a Allende, y los
informes del despistado director de la policía Política, Alfredo
Joignant, se reducían a culpar de todo a la derecha chilena.
El escritorio del Presidente Allende, estaba lleno de informes de los servicios secretos que decían que la escasez galopante, el dólar paralelo, el hambre, el descontento, todo, absolutamente todo, era responsabilidad de otros.
Relata el Cardenal en sus memorias:
“El Presidente Salvador Allende me llamó dos veces en privado durante
mayo de 1973. (…) En nuestras reuniones quedé las dos veces con la
impresión de que Allende sabía que la situación se encaminaba hacia el
desastre y que deseaba ayuda para salir del trance. La primera vez
mencionó el peligro de una guerra civil y fue como un fogonazo, una
chispa en la cual se alcanzaba a vislumbrar el miedo, un miedo sincero
y profundo a recortarse contra la historia como el Presidente bajo
cuyo mandato se pudiera producir la peor de las desgracias nacionales.
Allende quería encontrar una manera de aproximarse a la Democracia
Cristiana (DC). No es que él no tuviese medios propios para hacerlo,
porque muchos políticos PDC conservaban una amistad antigua con él;
quería que este acercamiento no pareciese una capitulación, sino un
diálogo por el cual ciertos consensos básicos permitieran resolver los
conflictos pendientes.
La segunda conversación se produjo cierta noche en que yo iba a cenar
con el ex presidente Frei. Allende me llamó con urgencia y me pidió
que fuera a verlo por unos minutos, aunque retrasara mi llegada a la
cena. Allí planteó directamente que su aspiración era conversar en
privado con Frei, porque, decía, frente a frente, ambos podrían
resolver todos los malentendidos y los desacuerdos.
Me fui a hablar con Frei. Discutimos un poco sobre estos puntos (…).
Le dije que, en concreto, Allende quería conversar con él en privado,
sin condiciones (…). ‘Don Raúl, si usted me lo pide como católico, yo
debo decir que sí, porque es mi pastor. Pero si me lo pide como
político, debo decir que no’. ‘Se lo pido como católico’, contesté.
Pocos días después, Frei me envió una carta respondiendo a la
proposición: ‘Con total franqueza, quiero decirle que después de leer
cuidadosamente el último mensaje (presidencial), considero inútil esta
reunión’. (…).
Frei estaba siendo objeto de una de las peores campañas de prensa de
todo el periodo. Unas semanas antes, las investigaciones en Estados
Unidos sobre la CIA en la política chilena, habían sido usadas para
decir que el triunfo del PDC en 1964 fue posible por ‘el dinero del
imperialismo’. Los diarios de la UP llegaron a afirmar que el propio
Frei había recibido dinero. Sé que dirigentes demoocratacristianos
pidieron a Allende que detuviera esas injurias, pero eso no sucedió”.
Fin de la cita.
Así que el llamado del Nuncio Apostólico, expresa una realidad más dramática. Quizás Giordano, sea una suerte de nuevo Cardenal Raúl Silva Henríquez, que más que mostrar el dialogo como salida, revela que efectivamente, el Presidente es consiente de la tragedia.
La historia siempre es bueno revisarla.