Esta reflexión está motivada por la preocupación que me produce que líderes políticos y profesionales a quien reconozco inteligencia e influencia solicitan con urgencia la participación de los militares en la solución del actual estado de devastación nacional. Lo primero que debo señalar porque pareciera que se olvida, es que el actual estado de cosas es el producto de un mandato militar, el socialismo chavista-castrista-madurista-diosdadista, es un régimen militar, no es que un régimen cívico militar, es un régimen militar donde los civiles chavista son un adorno (muy corruptos e inescrupulosos) como lo son los restos de la democracia que todavía precariamente sobrevive en el país gracias a la resistencia y valentía de los sectores civiles, partidos políticos, ONGs, Iglesia y un largo etc.
Cuando oigo y leo a personalidades planteando con gran convicción que se necesita la intervención de los militares o que sin militares esta situación de disolución nacional no tiene salida, en verdad no creo entender a que se refieren y cual sería ese fantasmático papel que le asignan a los militares en el regreso a la democracia, sobre todo cuando observo que quienes nos ha llevado a esta tragedia son los militares.
Por supuesto, como no se trata de discutir obviedades, debo reconocer que hay descontento dentro de las Fuerzas Armadas, que están divididas, que no todo el mundo es igual ahí, que en la FF.AA. se reproduce con la misma fuerza la crispación y enervación que se produce en la sociedad en general, porque no está aislada son parte y expresión de esa misma sociedad. Todo eso es verdad, pero eso no cambia el cuadro de la situación.
También es verdad que se han producido destellos a lo interno de las FF.AA. como lo ocurrido el 6D del 2015, con la rueda de prensa del alto mando militar, que indican que las fuerzas totalitarias en el seno de los militares han perdido fuerzas y respaldan la opinión de aquellos que piensan que el estamento militar esta resquebrajado.
Dicho todo lo anterior, el problema es que los grupos militares no tienen nada que ofrecer, ante el fracaso de su participación institucional en estos 17 años en que han colocado al país al borde del precipicio.
La situación latinoamericana y mundial es hoy en el Siglo XXI, distinta a la América latina de los años setenta y ochenta a la época de la operación Cóndor. No existe espacio para los golpes de estado, cualquier intentona del signo que fuera está destinada a fracasar porque no tendría apoyo internacional y nos llevaría a un aislamiento que haría más mal que bien; porque finalmente no se trata de la magia de una asonada, se trata de que quien acceda al poder debe estar en capacidad de inmediato de proveer el abastecimiento de alimentos y medicinas y de garantizar la seguridad ciudadana, como requisitos mínimos indispensables para asegurar la estabilidad, política, económica y social del país. Y en mi opinión ningún sector militar está en capacidad de lograr ese objetivo con lo que tiene el fracaso asegurado. Y volver hablar de un gobierno de transición con una junta cívico militar es retrotraernos de manera estúpida al año 1998 cuando buena parte de la elite política y económica se arrojo por cobardía e incompetencia para realizar los cambios que necesitaba el país en los brazos de Chávez, es volver a rogar por una democracia tutelada por los militares.
Hay que observar muy bien los cambios que se están realizando en América Latina. Se acaba de salir en Argentina de un gobierno malandro y populista hermano del nuestro, con votos, sin convocatoria a los militares. Y en Brasil se va a dar por concluido el ciclo político del Partido de los Trabajadores, se irá Dilma Rousseff de la presidencia por la vía constitucional y pacífica. Ya oigo el reclamo, es que ahí existen instituciones democráticas. Cierto. Pero eso no quiere decir que nosotros en Venezuela debemos empeñarnos en perpetuar a los militares en el poder.
Volver a convocar a los militares como una solución, es una visión equivocada que no reconoce en las luchas dadas por la sociedad civil y los partidos políticos con sus altas y bajas, errores y aciertos, victoria y derrotas, ninguna virtud, es considerarse en minoría de edad, declararse incapaz de sostener desde la racionalidad y de la civilidad política, económica y social una posición responsable para conducir el país de manera autónoma, sin muletas populistas o militaristas. Es renunciar a construir una institucionalidad democrática madura.
Los civiles demócratas opositores a este régimen socialista chapucero del siglo xxi, no podemos contribuir a descalificar las salidas Constitucionales, democráticas, pacíficas y electorales en aras de una alianza militar injustificada. Al contrario, debemos luchar y consolidar la salida del revocatorio, que esta semana acaba de demostrar que cogió la calle, que prendió en el ánimo de la gente, que la gente salió a firmar sin que los partidos tuvieran que ir tras los ciudadanos para cumplir con creces un primer requerimiento para un número de firmas que permitiera iniciar el proceso revocatorio. La ciudadanía responde cuando se le presentan alternativas viables ancladas a tierra para salir de esta claustrofóbica situación de precariedad existencial. La oposición debe demostrar confianza en su fuerza, fortaleciendo en el proceso revocatorio su vinculo con la sociedad, con sus necesidades, con sus urgencias, eso nos dará la fuerza política para una transición en manos de los civiles que está pautada en la Constitución, porque la salida prendió en el alma de la población desesperada, tenemos la fuerza y tenemos los votos.
El único sector con posibilidades de sacar al país adelante, de solucionar los problemas graves de escasez e inseguridad en lo inmediato y lo más importante de volver a colocar al país en la senda de la recuperación democrática y económica es la oposición civil, ciudadana porque tiene el planteamiento correcto, la salida es Constitucional, democrática, pacífica y electoral con apoyo nacional e internacional sólido para emprender rápidamente un amplio programa de reforma que garanticen la existencia de nuestra patria, con desarrollo, bienestar, seguridad y estabilidad democrática en el largo plazo.
Pedro Vicente Castro Guillen @pedrovcastrog