A sus 74 años, José Serra ha ostentado casi todos los cargos del poder brasileño, excepto uno: el de presidente. Fue derrotado en 2002 por un Lula imparable y en 2010 por su sucesora Dilma Rousseff, cuya suspensión le ha vuelto a abrir ahora las puertas del Ejecutivo.
AFP
El exgobernador de Sao Paulo será nombrado este jueves por el presidente interino Michel Temer ministro de Relaciones Exteriores, una cartera clave en momentos en que el mundo mira a Brasil y la mandataria suspendida denuncia ante la comunidad internacional ser víctima de un “golpe”.
La Organización de Estados Americanos ya anunció que consultará sobre la legalidad de su pedido de impeachment a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Serra, uno de los fundadores del opositor PSDB (socialdemócrata), tendrá de su lado el profundo conocimiento de los resortes del poder brasileño que ha cultivado en sus tres décadas de carrera institucional.
Senador hasta ahora, este economista exiliado en varios países durante la dictadura militar (1964-1985) fue elegido diputado en 1986 e integró la Asamblea Constituyente que redactó la Carta Magna vigente.
Con su compañero de partido Fernando Henrique Cardoso como presidente de Brasil, Serra asumió su primera cartera en 1995, cuando fue nombrado ministro de Planificación. Su periodo más recordado en Brasilia, sin embargo, fue al frente del ministerio de Salud, donde implementó importantes programas contra el sida.
Desde allí se lanzó en 2002 a su primer intento por ser presidente, pero fue derrotado por el arrollador Luiz Inácio Lula da Silva del Partido de los Trabajadores. Serra regresó entonces a Sao Paulo, donde fue elegido alcalde y después gobernador, antes de probar de nuevo su salto a la presidencia de Brasil.
Esta vez se encontró con una popular Dilma Rousseff en la campaña del 2010, empujada entonces por la bonanza económica y los éxitos de su predecesor.
Seis años después, en la histórica sesión de la madrugada de este jueves en el Senado, votó a favor de abrirle un juicio político.
“Estoy a favor del impechment sin ninguna alegría, ninguna conmemoración. La destitución es un proceso largo, penoso, causa sufrimiento personal, produce hasta alianzas extrañas, representa una casi tragedia para el país”, afirmó desde el estrado.
Conocido por su carácter explosivo, Serra se ha visto implicado en múltiples polémicas durante su carrera. La más reciente saltó en diciembre, cuando la ministra de Agricultura y aliada de Rousseff, Katia Abreu, le lanzó una copa de vino después de que el senador la llamara “enamoradiza”.