Derechos de los Bachaqueros, por José Luis Centeno

Derechos de los Bachaqueros, por José Luis Centeno

thumbnailcolaboradores-190x1301El hombre nuevo de la revolución bonita es el Bachaquero, como no les gusta su creación, se la endosan a la guerra económica. Hombres y mujeres que por obra y gracia del Socialismo del Siglo XXI exigen derechos, preocupados como están de ser pulverizados por maniobras del mismo gobierno que mantiene sus anaqueles vacíos por restricciones impuestas a su lucrativo oficio. Hablando de derechos, los juristas sabemos que no hay institución jurídica que, vista de cerca, no descubra enseguida un largo proceso de decantación histórica que culmina en la normativa que se pretende estudiar o meramente expresar, como es la intención de este artículo. Pero como estos revolucionarios trasnochados a todo le echan carburo, menos al Revocatorio, para comprender los Derechos de los Bachaqueros, como fenómeno social de reciente data, es imprescindible respetar su roja historia, en especial, cuando el Gobierno emplea la violencia alimentaria como arma de control político.

El término Bachaquero (a), viene de bachaco, y según la Real Academia los bachacos solo existirían en Venezuela. ¡Enhorabuena! El Bachaqueo es tan criollo como el Alma Llanera. Eso nos coloca ante el bachaquerismo, fenómeno de tipo delictivo que efectivamente va mucho más allá de la simple reventa de un producto comprado a un precio original y vendido a una suma mucho mayor. Que vendría a ser el delito a castigar, el tipo penal impugnable, con eso el gobierno criminaliza a cuanto cristiano que haga cola, jóvenes, adultos y hasta ancianos, y como lo propio es echarle la culpa a la guerra económica, sostienen que el bachaquero es una especie de peón de toda una estructura que podría tener detrás a un gran comerciante, a un gran importador, o a un gran mayorista, un gran capitalista, convirtiendo en delincuentes a decenas de miles de personas, a punta de discurso oficial, ocultando así que son los únicos responsables de este drama nacional, en el peor de los casos, persiguiendo la consecuencia y no la causa del problema.

El verdadero bachaquero, surgió en la zona fronteriza del occidente del país, aquel que le pagan para hacer las colas, le dan el dinero para comprar y luego debe entregar los productos al contrabandista. Esa apreciación se aproxima más a lo que hace Nicolás monitoreado desde Cuba, que a lo hecho por miles de ciudadanos como consecuencia de la desatornillada teoría de empobrecer masivamente para lograr sumisión total, porque la estabilidad política dependería de que la gente permanezca amarrada a una cola, como lo descubrieron accidentalmente en Cuba. Como la teoría no estaría funcionando, ahora se inventaron los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), generando una fuerte reacción en los bachaqueros, que estarían organizándose para defender los espacios que les regaló Nicolás tan pronto heredó la Primera Magistratura.





El bachaqueo nos afecta a todos por igual, siendo una realidad que amenaza las bases de nuestra economía, para infortunio de Nicolás, un factor desestabilizador. Entonces ¿qué esperamos para sumarnos al bachaqueo, si sería más efectivo que las marchas convocadas para activar el revolcatorio? No es casualidad que el gobierno esté hablando de normalizar la distribución y producción con los CLAP, otra medida atolondrada cuyo primer efecto sería la regularización de los Derechos de los Bachaqueros, sin importar que sea el que compra para revender, el mayorista de los bachaqueros o el que vende el puesto en las colas de los productos regulados, donde no todos son bachaqueros. Los bachaqueros se llevan todo, se escucha en todas partes. De un síntoma de la crisis, la palabra pasó a representar a los culpables, según el discurso oficial; no por ser culpables no tienen derechos, al contrario, tienen algo así como un decálogo:

1º Ningún bachaquero (a) será sometido a penas morales y humillantes sin juicio previo, (@TarekWiliamSaab dice).

2º Todo bachaquero (a) tiene derecho a que permanezca inalterable ese régimen de controles que genera las condiciones ideales para que el contrabando y la reventa sean negocios mucho más lucrativos que las fórmulas comunes de producción y comercio.

3º Todo bachaquero (a) tiene derecho a acogerse a la doctrina socialista que lo autoriza a guardar productos, como lo sugirió Federico Engels en el funeral de Carlos Marx.

4º Todo bachaquero (a) podrá ejercer su derecho a guardar o almacenar inmensas cantidades de productos, que evidentemente superen lo necesario para proteger al grupo familiar, con un evidente propósito de revender esos productos.

5º Todo bachaquero (a) tiene derecho a actuar para colapsar la economía venezolana, desestabilizar el país y, como si fuera poco, obtener jugosas ganancias con el contrabando y la especulación.

6º Todo bachaquero (a) tiene derecho a aprovecharse de la circunstancia económica especial que vive el país en vez de ayudar al prójimo.

Si el Defensor del Pueblo, se batió en duelo por los bachaqueros, no es descabellado pensar que el Tribunal Supremo de Justicia acuerde el rango constitucional de los Derechos de los Bachaqueros. Sin que eso signifique que tales derechos están por encima de los derechos del pueblo, como no estarían por encima de los derechos del pueblo las prerrogativas del Ejecutivo Nacional que la Sala Constitucional salvaguarda con sentencias que menoscaban las atribuciones de Henry y sus muchachos. En los próximos días, los bachaqueros en masa marcharían a la Asamblea Nacional de Venezuela para pedir la modificación del artículo 114 constitucional, por establecer que la especulación es una manera delictiva de actuar, también solicitarían la derogación de la Ley Orgánica de Precios Justos y, por añadidura, la eliminación de la Superintendencia Nacional para la Defensa de los Derechos Socioeconómicos (Sundde); en caso que el parlamento no atienda su pedimento recurrirían a la Mamá de las Salas del TSJ. El Ejecutivo ha hecho un gran esfuerzo en trasladar los problemas generados por sus propias políticas a los bachaqueros, que en sí no son más que acciones realizadas por las personas y que responden a un conjunto de factores generados por el mismo Gobierno, o si lo prefieren, por el Bachaco Culón, quien ahora no sabe cómo quitarse de encima los insectos que fecundó.