De cada vocablo emitido se desprende el aire fatal de quien sigue asido al poder, aunque más de las tres cuartas partes de la población clama por su inminente salida. Pero sigue atornillando la desventura a una nación deshonrada en su pobreza, agotada en una cola frenética y con tallas menos en sus ropajes.
Existe una realidad radical tan turbia y complicada; sostenida en ese brumoso telón reflexivo donde se contraria a los eruditos, que es como batallar sin armamentos frente a una sarta de cañones vomitando fuego: Con los dictadores no se dialoga. Las posibilidades de conseguir una consecuente respuesta son nulas. Mucho menos cuando los emisarios para entablar esa conversa tienen un historial de apoyar a este desairado régimen.
El único argumento espetado por este Gobierno de trampas y obsequiador de quebrantos es el perpetuarse en el poder. En casi 17 años de chantajes, manipulaciones y mentiras desentonadas, los diálogos sólo han generado promesas incumplidas, mientras los organismos internacionales se despreocupan y archivan posteriormente en el olvido la acción, como si el único fin fuera lograr el intercambio de las partes y no el resultado eficaz.
Todos quedamos atónitos con la misiva enviada por el mismísimo secretario de la OEA, quien no tuvo reparos en emitir sus pareceres ante las acostumbradas ofensas de este desalmado Gobierno, que insulta y despotrica a quienes les da la gana sin medir rango o valor organizacional.
Almagro se desatavió de su investidura y a título personal, no puso límites para esgrimir sus consideraciones, acentuando su descontento para dejarles claro que pese a tener el mismo origen socialista, en nada comparte la forma en la cual mancilla, degrada y perturba a una población ocupada en buscar el sustento diario para no desfallecer de hambre.
La petición para aplicar la Carta Democrática parece hacerse a cuenta gotas, bajo la engañosa certeza que un revocatorio justo puede hacerse efectivo en este sistema disfrazado de democracia, pero mantenido con el autoritarismo y el descaro institucional. El estado de excepción es una muestra evidente de ponerle otra careta más a la dictadura. El libertinaje gubernamental ha imperado desde hace tiempo y ahora sólo muestra una tarjeta para darle más rienda suelta al abuso.
Quizá recrudezca el totalitarismo, se persiga a los pocos empresarios que quedan o se acometa contra algún chivo expiatorio para justificar la permanencia en Miraflores. Pero las tesis y razonamientos para continuar el Socialismo del Siglo XXI pierden validez ante la corrosiva desesperación que sacude a las calles. No hace falta decretar una conmoción para tener alicaído y desanimado a unos ciudadanos a punto de explotar en ebullición y hacer justicia a como dé lugar.
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571