Todo intento por tender puentes y lograr entendimiento en medio de la crispación y el conflicto, es positivo. Sin embargo, los venezolanos sabemos por experiencias previas que las conversaciones que entabla el gobierno con los factores democráticos son para ganar tiempo, reafirmar posiciones y terminar imponiendo su voluntad.
En tal sentido, un proceso de dialogo con el gobierno debe tener dos condiciones mínimas para que sea efectivo: que sea un dialogo para llegar a acuerdos determinados y que uno de los puntos sea lograr un mecanismo para que el pueblo se pronuncie en un evento electoral y decida cuál debe ser el futuro del país.
Conversar por conversar no tiene sentido, si el gobierno se opone a establecer acuerdos está de más pensar en diálogos, cuyo resultado solo sería ganar tiempo para que Maduro y su séquito se afiancen en el poder. Es deber de la Unidad exigir que se lleguen a acuerdos concretos, manteniendo una agenda de calle en paralelo.
Pero el punto más importante es que el dialogo buscado por los expresidentes (de buena fe y con intenciones de ayudar a Venezuela), no puede resultar en acuerdos que estén al margen de la voluntad de los ciudadanos. El punto más importante de dicho proceso debe ser la concreción de una vía para que la última decisión la tenga el pueblo por medio de una consulta electoral.
Si los enchufados creen que pueden llegar a un pacto de élites con la MUD y con ello evitar que el pueblo de su veredicto con respecto al destino del país, están muy equivocados. Ellos deberán responder ante los ciudadanos por ser los causantes de la crisis que tiene a Venezuela al borde de un estallido social.
Los venezolanos no somos tontos y conocemos las tácticas dilatorias del gobierno, el entendimiento y las conversaciones serán positivas siempre que la última decisión la tenga el pueblo. Ningún grupo puede abrogarse la capacidad de decidir por él. Al final Maduro tendrá que oír la voz de los ciudadanos que cada día claman con mayor fuerza por su salida del poder.