¿Dónde estamos metidos? Un diálogo abortado, una revolución fallida, una oposición en deuda, un país quebrado, un pueblo con hambre, una esperanza en vilo.
Quien nos amenaza con declarar Estado de Conmoción para ignorar los derechos individuales y colectivos de los venezolanos suspendiendo las Garantías Constitucionales que todavía no han sido vulneradas, ignora que la precaria gobernabilidad de la que dispone no le alcanza para mantener una huida temeraria hacia delante que revela el gran temor de desnudar el efecto real de la infinita ineptitud, indescriptible corruptela y absoluta pérdida de la tan cacareada soberanía.
La tragedia de la Venezuela de hoy comienza con la gran divergencia que existe entre la agenda pública y la agenda política. Un pueblo sin comida, sin medicinas, sin seguridad se agolpa en filas interminables esperando lo que llegue a cualquier expendio, para ser sometidos a la humillación que trajo consigo una revolución fallida, buhonera de ilusiones para un pueblo que entregó un cheque en blanco a una banda de cleptócratas sin escrúpulos que dilapidaron sus ingresos y hoy manipulan la tragedia que ellos mismos generaron tras el discurso patriotero y trasnochado que validan aquellos que juraron tomar las armas para defender la Constitución Nacional y que entre prebendas clientelares olvidaron su compromiso para convertirse en camisa de fuerza que contiene la impotencia y la decepción del pueblo, como verdaderos traidores a la Patria.
Todavía no entiendo por qué nuestra oposición acude al llamado de un supuesto diálogo por parte de una entelequia diplomática creada con arreglo a fines clientelares y oscuros por un difunto presidente que no soportó la presión de la OEA y prefirió montar su propia tienda que hoy preside el mismo presidente de Venezuela. ¿Puede ser imparcial una delegación de cualquier cuerpo colegiado que sea presidido por una de las partes del conflicto? Es obvio que acudir a una cita internacional de este calibre sin esperar las resultas de la gestión efectiva del presidente de la OEA, organismo internacional reconocido por el mundo democrático y civilizado, puede ser percibido como una posición adelantada de una oposición que no permite el disenso interno, a quienes califican de “minorías estridentes que trafican con el discurso de la violencia”.
Hoy los hechos demuestran que la delegación “mediadora” de la cita dominicana queda sin efecto ni propósito al pronunciarse el Secretario General de la OEA en búsqueda de la activación del proceso consultivo que llame a invocar la Carta Democrática Interamericana por el evidente deterioro de nuestra democracia, y el gobierno no tiene otra respuesta a este reclamo internacional que amenazar con disolver la AN mediante una acción de amparo judicial que esperan anule de un plumazo la voluntad de cambio de más de siete millones de electores hace medio año.
Basta de ingenuidad!! UNASUR es una creación del difunto para trabajar por su proyecto, y de paso la preside Maduro. Cualquier llamado a diálogo por esa gente debe ser ignorado por nuestra oposición. Sólo debemos acatar al llamado de la OEA y la ONU como rectores de la Paz en nuestro continente y en el mundo civilizado.
¿Cuál es la salida?
Por supuesto, debemos comenzar por el diálogo, entendiendo que el mismo es la herramienta fundamental de la negociación, pero esta sólo es posible si existe algún espacio de interés común entre las partes. En nuestro caso, el interés común debiera ser Venezuela, pero existen al menos dos países diferentes. El que es aprovechado por una clase de rapaces gobernantes que pretenden perpetuarse en el poder evadiendo la justicia y otro de quienes desean vencer la pobreza alcanzando progreso individual y colectivo. Esto imposibilita cualquier negociación y convierte al diálogo en un ejercicio estéril.
Si los electores del 6D descubren que su voto pretende ser ignorado por quienes no ven en el ejercicio democrático la ruta para dilucidar el destino de Venezuela, sólo les queda la expresión de su frustración canalizada por líderes y discursos constructivos que alejen el horizonte anárquico y nos devuelva la esperanza de una Venezuela libre y soberana.
Necesitamos hombres y mujeres decididos a convertir las agendas públicas y políticas en un mismo punto de arranque para un cambio profundo que trascienda más allá de las personalidades y nos demuestre que luego de esta pesadilla vale la pena despertarse.
Si existe dentro de la anómica Fuerza Armada un resquicio de honor y apego a nuestra Carta Magna, no podemos convertir este episodio trágico que vivimos hoy en la antesala de una cruenta lucha entre compatriotas.
Las pocas instituciones que gozan de prestigio, como la Iglesia y las Universidades deben llamar a la regeneración inmediata de nuestro Capital Social, recobrando el respeto por nosotros mismos, oxigenando nuestra confianza en un futuro mejor y motivando a la participación política con civismo y con decisión.
Son horas aciagas que no pueden ser invadidas por la desesperanza del desmotivado ni por la desesperación del extraviado. El diálogo es hoy más necesario que nunca, pero no para darle más tiempo a este nefasto bodrio sino para terminarlo de la forma más cívica posible, apegados a la Constitución Nacional como referencia de nuestras actuaciones!!
Como venezolano, estoy cansado del discurso de un socialismo inexistente, de una igualdad que solo ha repartido miseria y muerte a un pueblo noble, y de la amenaza de ciudadanos en uniforme que pretenden secuestrar la libertad en defensa de lo indefendible.
¿Seremos capaces de no tener miedo a la Libertad?
Amanecerá y veremos…