En los carcinoides gástricos hay un tipo muy raro y agresivo para el que no hay tratamiento más allá de la extirpación del estómago. Ahora, un equipo de científicos ha hallado por primera vez un gen mutado vinculado a este tumor y ha logrado en ratones revertir los síntomas con pequeñas dosis de clorhídrico.
Los responsables de este trabajo son Javier Benítez, director del Programa de Genética del Cáncer Humano del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO); Oriol Calvete, investigador en su grupo, y el resto del equipo, quienes desde hace años centran sus estudios en tratar de identificar genes que pudieran estar detrás de cánceres muy raros, como éste de estómago.
En concreto, los científicos han hecho sus investigaciones con una familia de Palma de Mallorca -remitida por un médico de la isla- en la que dos primos se cruzaron y tuvieron diez hijos, de los que cinco tienen este tumor y a los que hubo que extirpar el estómago.
Los científicos secuenciaron sus exomas -la parte del genoma que codifica para las proteínas- e identificaron una alteración en un gen (ATP4a) que podría causar la enfermedad y cuya proteína se localiza en el estómago: su función es mantener la acidificación.
Este gen, en personas sanas, es el encargado de liberar hidrógeno, que al unirse al cloro en el estómago produce clorhídrico, clave en la acidificación (se estima que los jugos gástricos contienen aproximadamente el 3 % de ácido clorhídrico).
El estómago tiene un componente muy ácido para degradar los alimentos, si el gen está alterado no es capaz de hacer esta función.
Cuando esto ocurre, como en estas cinco personas, aparecen diferentes complicaciones, como una anemia ferropénica severa, y poco a poco las células que recubren el epitelio del estómago se van malignizando, lo que provoca el cáncer.
Benítez y su grupo crearon para corroborar sus hallazgos en torno a ATP4a un ratón con la misma mutación en este gen y vieron que el animal reproducía exactamente los mismos síntomas que los humanos.
Entonces fue cuando se plantearon que si el problema era que éstos no generaban clorhídrico y por tanto acidificación, una de las posibles soluciones pasaba por acidificar el estómago de forma exógena, es decir, hacer beber a los ratones ese ácido.
Así, hicieron una solución de agua y clorhídrico y se la dieron a los animales desde su nacimiento: “les empezamos a dar agua con una concentración muy baja de ácido clorhídrico para garantizar que el resto de órganos no sufrieran”, señala Benítez, quien asegura que al poco tiempo observaron como no aparecían alteraciones bioquímicas y estomacales.
Repitieron el experimento pero esta vez con ratones de seis meses y constataron prácticamente lo mismo: “aunque no al cien por cien, sí vimos que remitían los efectos (células malignas), aumentaba la acidificación y desaparecía la anemia”.
Ahora, están centrados en examinar genéticamente más casos de este carcinoide gástrico y ver si ATP4a está también mutado.
Según Benítez, han encontrado otras dos familias, del Reino Unido y País Vasco, que no presentan mutado el gen ATP4a y tanto su comportamiento bioquímico como clínico es distinto al de la de Palma.
Toda esta investigación fue presentada recientemente en el Congreso Europeo de Genética Humana de Barcelona; la secuenciación del exoma de los miembros de la familia de Palma se publicó a finales de 2015 en la revista Human Molecular Genetics y los experimentos con clorhídrico están en fase de revisión en Disease Models and Mechanisms, por lo que se publicarán en breve. EFE