Según una encuesta sueca, dos de cada tres personas espían los mensajes y el buzón de voz de su pareja. ¿El motivo? Los celos patológicos que pueden destruir la relación y la salud.
La encuesta arrojó resultados inquietantes: dos de cada tres personas espiaban los mensajes y el buzón de voz de su media naranja. Aprovechaban para hacerlo mientras el otro dormía o estaba en el cuarto de baño.
Una década después, el espionaje conyugal ha acabado en el Código Penal. Sin ir más lejos, un juzgado gironés condenó en 2015 a dos años y medio de cárcel a Antonio J. S. como “autor de un delito de descubrimiento y revelación de secretos con el agravante de parentesco”.