En medio del bullicio, la kilométrica cola se fue diluyendo. “Hay que regresar a la una”, gritaba una señora. El corte de energía programado para ese sector, este viernes, se cumplió y a las 10 de la mañana se fue la luz. El abasto Bicentenario bajó su santamaría y solo alcanzó a atender cerca de 300 personas, de las cientos que desde la noche anterior estaban instaladas en la parte externa del C.C. El Tamá, publica La Nación.
“Llegué a las 10 de la noche, ayer (jueves), y me anoté, quedé de 50 y pico, y la Policía Municipal nos empezó a correr, que aquí no podíamos estar, que nos fuéramos. Total que a las dos de la mañana se armó otra lista y quedé de 150 y dale. Y a esta hora, 10 de la mañana, no he pasado porque se fue la luz y debemos regresar a la una de la tarde”, dijo visiblemente molesta Consolación.
Un joven a su lado, sentado en la acera, comentó que él sí pudo comprar: 4 harinas de maíz y dos litros de aceite. También había llegado desde la noche anterior. “Corrí con suerte, porque después que nos corrieron, a las 10 de la noche, me mantuve hasta las dos de la mañana y abrieron pasadas las siete. Pero, cree usted que esta cola es justa, más de 10 horas solo por dos productos”.
En la fila de la tercera edad se encontraba Imelda, desde las 5 de la mañana. En su antebrazo se veía el número de puesto: 151. “Pasaron 150 personas y yo me quedé al inicio de la cola, debo regresar a la una porque se fue la luz. Había tres colas y mucha gente, siempre quedo de 60 y hoy me tocó de 151”, dijo mientras marcaba su cédula con el número que tenía en el antebrazo, para “asegurar se mantenga el orden y nadie se colee”.
Más que por la harina y el aceite, que sí necesitaba pero no con la extrema urgencia de productos de aseo personal, agregó que estaba detrás de un combo que estaban vendiendo por 1.600 bolívares, contentivo de dos desodorantes en aerosol, afeitadoras, una crema de peinar y otra cosa, que no logró descifrar en la bolsa de una señora que iba saliendo. “Mi esposo ya no tiene desodorante y mi hijo tampoco”.
Otra señora, que se acercó a preguntar si se mantenía la cola, expresó que su misión era comprar en el Bicentenario y luego en el Garzón de Las Vegas, donde estaban expendiendo arroz, harina y mantequilla. Sin embargo, el corte de energía le cambió los planes. “Me tocó el 170 y eso que llegué a las 5:30 de la mañana. Iba al Garzón de Las Vegas, porque quiero comprar mantequilla, pero no creo que me dé chance, si debo regresar aquí a la una”.
“¿Dónde consiguió la leche?”, le preguntó Adela a una joven que pasaba con una bolsa donde sobresalía el preciado producto. “Temprano, en La 14”, contestó mientras la muchacha se alejaba caminando. “Me dijeron que en el Cosmos de la 19 de Abril habían sacado jabón Ace, lavaplatos Axion y crema dental, pero la cola también está larga. Y con este corte de luz, no alcanza uno a ir a hacer cola en otro lado y volver”.
Y se acabó el trato preferencial…
El panorama de tristeza y resignación, al momento de hacer cola, es similar en todos los establecimientos de la entidad. Jóvenes madres con niños en brazos, soportando cualquier cantidad de inconvenientes con tal de llevar comida a sus hogares. Sentadas en la acera, de espaldas a la calle y casi al inicio de la fila, estaban varias mujeres amamantando a sus bebés menores de seis meses.
“No tengo con quién dejarlo, debo traerlo, porque si yo no compro comida, quién. Me da pesar y dolor, pero peor es no tener qué darle a mis hijos. Mucha gente no entiende eso y critica sin saber”, dijo Ángela. Y en efecto, ya nadie se conduele, ya no hay solidaridad ni trato preferencial para las madres que con sus críos a cuestas deben hacer cola, al igual que el resto de mortales.
“A mí no me parece justo, pero si te dejan pasar se arma un rollo entre los demás consumidores. Es que ni a las mujeres embarazadas les respetan su condición, qué puede esperar uno. No vale que tengas uno o tres niños pequeños en cola, igual debes esperar tu turno. Me lleno de paciencia, les traigo sus cosas y hacemos cola. No queda otra”, dijo Yajaira Vera.
Mejor suerte corren las personas con discapacidad, por lo menos en ese establecimiento, donde se dispone una cola preferencial para ellos. “Vamos al lado de los de la tercera edad. Aquí todavía se respeta eso, pero en otros lados no. Ni porque vayas con muletas o en silla de ruedas te dejan pasar, quieren que hagas la cola. La gente se volvió mezquina, inconsciente, hasta inhumana. Será por la situación del país, pero así estamos”, dijo Demetrio Campos.
Para Irma Sánchez, la solución y respuesta no solo las tiene el Gobierno. “Si el pueblo no se organiza, estamos mal. Tenemos que estar con la unión, porque así avanzamos y solucionamos el aspecto alimentario. En las colas hay bachaqueros, son organizaciones, elefante de grandes mafias que no podemos matar de una sola vez, hay que cortarles poco a poco las paticas con la ayuda del pueblo, porque han incrementado esa matraca económica”.
“Tenemos hambre”
Todo giró en torno al corte eléctrico. Aunque muchos se fueron resignados, un pequeño grupo se mostró muy molesto por la situación. “Estoy aquí desde las 4 de la mañana, cómo es posible que atendieran 200 personas. Hacen lo que les da la gana con el hambre del pueblo, una maratónica cola por dos litros de aceite. Pero si soy del Psuv compró lo que quiero. Esta vaina se tiene que acabar. Tenemos hambre”, aseguró Coromoto Chacón.
Igualmente, desde el interior del C.C. Tamá, un señor se acercó a las rejas para manifestar su opinión: “El gobernador dijo que esto está abastecido, que las colas son porque aumentó el poder adquisitivo de la gente, y no sé qué otras tantas incoherencias. Abastecido está Cúcuta y con los productos venezolanos. Esto es una humillación, en mis 70 años no había visto a este país tan mal, ni siquiera en la dictadura de Pérez Jiménez”, dijo Alfonso Prieto.
Entretanto, un grupo de personas se dispuso a bajar mangos de una mata ubicada a la entrada de una urbanización. Sí, las colas hacen sus efectos y la larga espera también. Muchas personas estaban sin desayunar, incluso sin tomar agua desde la madrugada. Con una vara, un grupo de jóvenes empezó a bajar mangos para repartirlos entre quienes se amontonaron debajo del árbol.
Los que permanecían en cola miraban con asombro; asimismo quienes pasaban por el sitio, caminando o en vehículos. “A eso nos ha llevado este Gobierno”, gritó un señor desde su carro en marcha. Otro sacó un cartel que decía: “Revocatoria ya”. Finalmente, cerca de las 11 de la mañana, solo quedaron los vendedores ambulantes, el montón de basura dispersa en la calle, como una estela de larga hilera de personas que desde el día anterior estaban en cola para comprar alimentos. “Nos vemos a la una”, le dijo una señora a otra.
Mariana Contreras